Capítulo XLI

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La brisa helada choca contra mi piel, erizándola en el proceso mientras camino por la nieve de un territorio que nunca había visto antes.

Hay bosque frente a mi, enormes árboles parecen extenderse cientos de kilómetros porque cuando entro al bosque no puedo ver el final de troncos y hojas.

De pronto, el ambiente cambia. Todo se vuelve tenso, gruñidos y quejidos se escuchan frente a mi y por más que muevo mis ojos entre los árboles no logro identificar el origen del sonido.

Levanto mi vestido y camino por la nieve, con mis botas hundiéndose en las gruesas capas blancas que cubren el piso mientras avanzo entre los árboles.

No sé cuánto tiempo pasa, pero en algún punto no hay más que oscuridad a mi alrededor, donde apenas puedo distinguir los árboles.

Entonces los veo.

Hombres a pie, caminando en mi dirección siguiendo a uno al frente a caballo. Se ven lentos, sin prisa, y son... demasiados. Un ejército enorme, miles probablemente. Si no es que son cientos de miles porque apenas puedo abarcar una parte forzando mis ojos a funcionar en la noche oscura y fría.

¿Qué... infiernos?

Me escondo tras un árbol cuando mis ojos distinguen al hombre a caballo, enfocándome en su tez azul blanquecina, como de hielo, la forma en la que se marca tan aterradoramente y los ojos azules.

Es aterrador, sin duda lo es. Y su ejército son... espectros. Personas con solo un brazo, heridas de muerte, tez pálidas azuladas y ojos azules vacíos.

El ambiente cambia a un frío que hiela mis huesos, nieve comienza a caer con fuerza y me obliga a moverme para no ser sepultada bajo ella por quedarme en un solo lugar.

El aliento se me atasca en la garganta cuando me topo de frente con el mismo hombre que vi montando a caballo, y mis ojos se abren de forma abrupta cuando su mano rodea mi cuello.

—¿Estás bien?—lo primero que veo es el rostro de Robb cuando abro los ojos y parpadeo, sintiendo como mi pecho sube y baja, escuchando los latidos de mi corazón martilleando en mis oídos.

—Tengo que... hablar con Visella—toco su rostro y él asiente, acariciando mi cabello antes de inclinarse y besar mi frente.

La paz me invade bajo su calidez, haciéndome cerrar los ojos para disfrutar del pequeño momento después de lo que mis sueños acaban de mostrarme.

Cuando Robb se aparta, sus ojos se enfocan en mi cuello y frunce el ceño.

—No tenías esto antes de irnos a dormir—dice confundido—. No lo comprendo.

—Te lo explicaré, ¿si? Solo...

Unos toques suenan en la puerta y ambos nos sentamos en la cama mientras yo me cubro con la bata para que quien sea que quiera entrar no pueda ver mi desnudez.

—Adelante—autoriza Robb cuando estoy cubierta.

Visella entra, mirándome con calidez mientras me da una sonrisa comprensiva que me hace respirar profundo.

—¿Fue una pesadilla?—pregunto, y el miedo impacta contra mi pecho cuando ella niega—. ¿Qué... eran esas cosas, Visella?

—Caminantes nocturnos.

***

—¿Hizo qué?—frunzo el ceño cuando Oberyn termina de hablar.

Sansa y Jon están a un lado, mirando a Oberyn mientras Robb y yo lo escuchamos. Mientras escuchamos como voló la septa de Baelor con fuego salvaje.

La septa de Baelor, en la colina de Visenya, fue construida por Baelor el santo. Y no fue un buen rey, pero es un símbolo de la fe de los siete.

—Muchos murieron, entre ellos Loras y Margaery Tyrell junto a su padre—se pasea por el salón—. El futuro de los Tyrell ya no existe. Sus herederos están muertos.

—Está loca—respiro profundo—. Sin embargo, esos malditos religiosos se habían estado comportando como una verdadera plaga. Les dejaron tomar demasiado poder, y siempre es un error poner a la corona y la fe en un mismo nivel.

—Ambos son importantes para...

—Asesinaron hombre y mujeres por montón—lo interrumpo—. Septas quemadas y hermanas silenciosas violadas. Ellos no representan más que la parte abominable de la fe. No son santos, son asesinos.

—A veces entiendo a Maegor—resopla Visella y ruedo los ojos—. Quizás el método no fue correcto, pero quiso evitar exactamente lo que estaba pasando con los gorriones.

—¿Apoyas las acciones de Maegor el cruel?—cuestiona Sansa.

—Eso no fue lo que dijo—la defiendo—. Maegor fue cruel, si, pero mantuvo a la fe donde debe estar. Debajo de la ley—respiro profundo—. Sin embargo, es... despreciable. Igual que los gorriones. Y no me preocupan ellos, me preocupan los inocentes muertos por fuego salvaje.

—¿Que harán?—pregunta Jon—. ¿Marcharán a King's Landing ahora que Cersei pierde apoyo?

—Lo haremos pronto—asiento—. Sin embargo, Jon Snow, tú deberías volver al muro. Tu lugar es siendo Lord Comandante de la Guardia Nocturna.

—¿No era rey del norte?—se burla Oberyn y le lanzo una mirada que lo hace inclinar la cabeza—. Me parece curioso que se haya proclamado tal cosa cuando ni siquiera había recuperado Winterfell.

—Parte de la estrategia para presionar a los Bolton—explica Jon—. Ahora que Robb está de regreso, él es el legítimo rey del norte.

—Me alegra que nos entendamos—asiento—. Vuelve a Castle Black, llévate a los salvajes que quieran volver contigo y nos encargaremos de darles hogar a quienes quieran quedarse. La Guardia Nocturna necesita ser dirigida, y permanecerán tal como lo han hecho durante años. Sin involucrarse.

—Pensaba volver en la mañana, no hay problema—asiente—. Mis hombres y yo nos iremos a primera hora.

—Que cenen con nosotros esta noche, lo merecen—propone Robb y asiento de acuerdo, sintiendo su mano acariciar mi espalda.

—Majestad—Oberyn llama mi atención—, ¿es muy atrevido preguntar en nombre de los presentes, qué paso con su cuello?

Me tenso, Robb respira profundo y miro a Visella, que niega en una clara señal de que la forma en la que esto se hizo presente no puede ser revelada.

—Si, es muy atrevido—contesto y Oberyn me mira un par de segundos antes de asentir—. Tenemos otras cosas que atender, así que... vamos, no hay mucho tiempo.

Tomo la mano de Robb y camino junto a él fuera del salón, sintiendo que mi corazón comienza a martillear con fuerza cundo las imágenes de anoche vuelven a mi cabeza.

—Alyssa—Robb me detiene y me atrae a su pecho, rodeando mi cintura con uno de sus brazos mientras acuna mi mejilla con su otra mano—, respira.

Asiento, respirando profundo.

»Vamos a resolverlo, vamos a luchar contra lo que sea que venga a atacarnos, mi reina—me asegura, mirándome directo a los ojos—. Estaremos bien.

Asiento, cerrando los ojos antes de esconder mi cabeza en su pecho, dejando que acaricie mi cabello mientras mi corazón se calma.

The queen of fire and ice [Robb Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora