Capítulo XLIV

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—¿Obsidiana?—le entrego el papel a Robb—. Y justamente está en Dragonstone. Por supuesto. Malditamente conveniente.

—Necesitamos eso para luchar—insiste Jon—. Sé que tienes tu propia guerra pero no podemos sentarnos a esperar. Creo que debemos priorizar a los caminantes blancos.

—Tenemos el tiempo suficiente para que tome la capital—me dice Oberyn—. No entiendo la preocupación por... ¿muertos?

—No están muertos—me levanto—. Vienen hacia aquí, vienen por nosotros y quieren acabar con todos—respiro profundo cuando Robb frunce el ceño—. Lo sabes.

—Lo sé, te escuché, pero... quizás deberíamos posponer la toma de la capital—respira profundo—. Necesitamos hombres para luchar contra los caminantes blancos, no podemos darnos el lujo de perderlos.

Respiro profundo mirando a Visella, que asiente discretamente haciéndome maldecir antes de asentir también.

—Te llevaré a Dragonstone—miro a Jon—. Tú vas a convencer a mi hermana para que nos dé a sus hombres y venga a luchar junto a nosotros. Son doce mil en total, ¿es suficiente?

Niega.

—No, pero lo arreglaremos—asegura—. Sé que le prometí quedarme en la muralla, pero esto también es importante. No hay muralla o guerra o trono si los caminantes acaban con nosotros.

—Lo entiendo, Jon—respiro profundo—. Tenemos a los Tyrell, a los que hay en el norte. Hay tiempo para traer a los Dothraki y el resto de inmaculados que tiene mi hermana junto a sus tres dragones. Le estoy dando a Westeros, pero sobretodo al norte, a mis hombres y a mis aliados para luchar esta guerra. A partir de ahora, eres el general a cargo de esta lucha y trabajaras mano a mano con Grey worm—lo señalo—. Quiero informes de cada paso, de cada situación, y él será tu ayuda con los inmaculados. ¿Es suficiente entonces?

Entiendo la amenaza de los caminantes blancos. Entiendo que debemos actuar antes de que todo se vuelva más grande de lo que es y terminemos muertos.

Pero es jodido. Hay una guerra al norte y otra al sur. Es una elección de cual es más importante y creo que los Lannister son nuestra menor preocupación por ahora.

—Si, lo es—asiente—. ¿Tendremos el vidriagon?

—Lo tendrán—afirmo.

—Espero que esto sea más que suficiente para mostrarle al Norte que su reina merece su apoyo—Oberyn se levanta y nos mira a todos—. Para nadie es un secreto que incluso después de vengar a su esposo y haber luchado para recuperar Winterfell, siguen viéndola como una extranjera que no debería reinar.

Para nadie es un secreto que Oberyn se ha tomado bastante en serio mis guerras. Y ve con malos ojos que yo no termine de caerle bien a la gente del norte.

«Supongo que les caigo mejor a los del sur»

—Pueden verme como quieran, Oberyn—lo miro—. Soy su reina, les guste o no. Y no hago esto por el reconocimiento de nadie, lo hago por el bienestar del país.

—Puede que usted no lo haga por reconocimiento, pero merece este—insiste y respira profundo—. Debemos hablar de las estrategias de guerra.

—Bien—miro a Jon y Sansa—. Si nos disculpan...

Sansa aprieta los labios, pero sale detrás de Jon y yo respiro profundo recostándome en la silla.

—¿Puedo decirle algo, majestad?—pregunta Missandei en voz baja

—Por supuesto—asiento, caminando con ella a mi lado para servirme una copa de vino. «Lo necesito urgentemente»

—Creo que usted no le cae muy bien a la hermana del rey—dice y río—. Creo que... tiene que ver con la independencia del norte y la renuencia de ellos a doblegarse. De todos ellos.

The queen of fire and ice [Robb Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora