Capítulo XX

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—¿Vuelves mañana a Astapor?—pregunta Robb mientras peino mi cabello luego de haber tomado una ducha

Puede que a los hombres aquí les guste pasar varios días sin ducharse, pero yo no me siento cómoda con ello, y al parecer mi esposo tampoco, pues cuando entré ya estaban cambiando el agua por una limpia.

Sé que es por las condiciones, no siempre hay tiempo para asearse, pero mi cuerpo pica cuando no lo hago. Odio la sensación del sudor y la tierra sobre mi, necesito una ducha antes de dormir o simplemente no descansaré.

—Se supone que lo haría, pero llegó un cuervo hoy—suspiro—, todo está muy bien allá.

—Me alegra oírlo—toma asiento en la cama, y mis ojos no se apartan de él mientras lo veo quitarse el traje, quedando básicamente en pijama.

Camisa y pantalones sueltos.

De alguna forma la forma en la que se quita el traje para quedar cómodo es sexy. Pero es mucho más sexy cuando su camisa se levanta un poco y revela algo de la piel de su viente.

Muerdo el interior de mi mejilla cuando un cosquilleo me recorre el cuerpo y el recuerdo de que no me permití detallar demasiado nuestra primera vez llega a mi cabeza.

Mis ojos se fijan entre sus piernas, notando que una erección comienza a ser visible bajo mi mirada, y eso aumenta aún más el cosquilleo de mi cuerpo.

—No me mires de esa forma—la voz de Robb es rasposa cuando habla, lo que me hace mirarlo a los ojos inmediatamente, notando que sus pupilas están dilatadas

—¿Cómo?—pregunto, dejando el cepillo a un lado antes de acercarme a la cama, quedando frente a él con nada más que un camisóny para dormir

—Con esa curiosidad y ese deseo—murmura y respiro profundo sintiendo mi corazón comenzar a latir con fuerza—. Tus ojos son... preciosos. Como amatistas.

—¿Te parecen preciosos mis ojos?—no puedo evitar sonreír

—No solo tus ojos, tú lo eres—sus manos se apoyan en mis caderas mientras me ve desde abajo, logrando que yo levante mi mano y pase mis dedos por su cabello, sin poder apartar la mirada de sus ojos

—Los Valyrios tienen esa reputación—río—. ¿Has visto a Visella? Es hermosa.

—Ajá, pero no es a Visella a quien deseo—murmura y mi piel se eriza—. Es a mi esposa a quien deseo, Alyssa.

Los recuerdos de mi conversación con Visella hace unas horas vuelven a mi cabeza. De ella explicándome de qué forma debía moverme, qué debía hacer para complacerlo.

Estuve avergonzada la mayor parte de ml tiempo, pero Visella dijo que el sexo es algo normal y no debía avergonzarme. Menos si se trata de sexo con mi esposo.

Llevo mis manos a los nudos que sostienen el camisón y los desato, dejando caer la pieza alrededor de mis pies mientras Robb toma una respiración profunda, tomándose el momento para detallar mi cuerpo, viéndolo como si fuera algo que debe adorar.

Sus manos acarician mi cintura mientras se inclina a besar mi abdomen mientras sus ojos permanecen fijos en los míos.

Lo aparto suavemente, tiro de su camisa hacia arriba y él me permite sacarla de su cuerpo, revelando un pecho ejercitado, uno que me permito detallar mucho mejor.

Sus abdominales están exquisitamente marcados, como los de un guerrero que nunca descansa, su pecho está limpio y sin una sola capa de vello a excepción de ese que comienza en la parte baja de su vientre.

Él se levanta y tengo que levantar la cabeza para verlo. Y de alguna forma, me fascina que sea más grande que yo.

Es deseo. Es una lujuria creciente entre nosotros que no me esperaba. Pero ahí está.

The queen of fire and ice [Robb Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora