Capítulo XLII

723 112 14
                                    

—Los Karstark murieron en batalla...

—Murieron por Ramsay—Sansa interrumpe a Jon—. Sus tierras deberían ser dadas a quienes lucharon por nosotros.

—Un hijo no debería pagar por las traiciones de su padre—Jon mira a Robb como si él supiera exactamente lo que es.

—Ambos tienen un punto—miro a Robb, alejándome de la chimenea para pararme junto a él al medio de la enorme mesa.

A Jon y Sansa se les permitió formar parte de la reunión del consejo hoy debido a la información que pueden proporcionarnos del norte. Sin embargo, llevamos al menos diez minutos en una eterna discusión sobre quienes deberían quedarse con las tierras de los traidores.

—A veces hay que dar un incentivo a la lealtad, majestad—dice Oberyn—. Lady Sansa tiene razón, pero yo creo que el castigo por la traición debe ser la muerte. Y el comandante Snow tiene un punto al decir que los hijos no deben pagar por los pecados de los padres. Usted es el claro ejemplo de ellos, ¿no es así?

Respiro profundo.

Robb mira a cada uno de los presentes en la mesa y luego a mi.

»Es tu tierra, tu palabra tiene más peso que la mía aquí—me encojo de hombros y él frunce el ceño, tomando mi mano para llevarla a sus labios y besar el dorso.

—Eres mi reina, la reina de los siete reinos—aprieta mi mano—. Tu palabra tiene peso desde la muralla hasta las costas de Dorne y cruzando el mar. Dime cuál es tu opinión.

—Los Karstark aún tienen descendencia, sus castillos son sus hogares ancestrales y personas inocentes no merecen ser sacados de ahí por los pecados de unos pocos—respiro profundo—. A veces mano dura, otras piedad. Y creo que es momento de mostrar piedad.

—Bien—asiente—. Dejen entrar a los lores—ordena a los inmaculados y estos le dan un asentimiento antes de abrir las puertas.

Lores comienzan a llenar el gran salón de Winterfell. Todos miran de Robb a mi una y otra vez; algunos inseguros, otros sorprendidos y otros prácticamente le reprochan a Robb. «He escuchado lo que dicen, sé que lo culpan por los soldados que murieron el día de la traición de los Frey»

—Señores—Robb se levanta—. Por favor tomen asiento.

—Antes de eso, majestad—uno de ellos da un paso al frente—. Todos nos preguntamos cómo es que está vivo. Los hombres de los Frey...

—La flecha no tocó el corazón—lo interrumpe—. Estuve incapacitado por un año entero y un poco más. Pero estoy aquí de nuevo. No se me ha olvidado mi juramento y espero que a ustedes tampoco el suyo.

Entonces los ojos del hombre pasan a mi.

—Cuando me casé con Robb no solo juré lealtad a los Stark, también juré lealtad al norte—hablo, mirando desde cada Lord al último de los salvajes—. Al mismo norte que ahora los incluye a ustedes gracias a Jon.

»Por mi esposo, por mi familia y el Norte lo llevé a Essos y vinimos de vuelta cuando estuvo recuperado—me acerco más a Robb y él posa su mano en mi espalda—. El Norte ha sido masacrado por los Lannister, hay un enemigo en el sur que no va a parar hasta derrotarnos y debemos enfrentarlos. Pero mi pregunta es; ¿están dispuestos a ello?

—Mi reina—un hombre con el escudo Tully en su pecho es el primero en arrodillarse—. Mi rey.

—Majestades—el otro le sigue.

Luego otro, y otro hasta que solo quedan los salvajes viendo a los lores arrodillados frente a Robb y a mi.

Balaur ruge, haciendo temblar el techo sobre nuestras cabezas y los salvajes miran a todos lados entre sorprendidos y temerosos, pero no se arrodillan.

Sonrío.

—No tienen porqué creerme, pero ustedes viven y lucharon por el norte—los miro a todos—. Pueden seguir a Jon Snow, están en su derecho. Pero yo soy la reina, tengo el derecho a reclamar el trono de hierro y mi esposo es el rey en el norte. Están con nosotros o... en nuestra contra—tres rugidos de dragón, esta vez escombros caen del techo, haciendo temblar paredes y pisos mientras todo amenaza con caer sobre nuestras cabezas—. Como reina, estoy dispuesta a tratarlos como a mi propio pueblo, luchar contra lo que sea que haya del otro lado junto a los del norte. Pero como su enemiga, volverán al otro lado de la muralla. Son libres de decidir.

—¿Entre vivir o morir?—cuestiona Jon y le ofrezco una sonrisa burlesca.

—Todos hacemos esa elección, Jon Snow—me encojo de hombros—. Tu padre, Ned Stark, lo hizo. Aseguró cosas que no eran ciertas para vivir. Y murió. Pero escogió entre la vida y la muerte... y escogió vivir—los miro a todos—. Como reina puedo ser bondadosa, piadosa y todo lo que un reino requiera.

La vida no es color de rosas. Quieran o no ellos asesinaron a cientos, miles, de inocentes del norte. Mujeres violadas, niños masacrados y asesinados de formas crueles

»Pero no pueden culparme por exigirles que se arrodillen y juren lealtad a los reyes y al norte—miro al pelirrojo directamente a los ojos—. Porque así como ustedes me ven con desconfianza, yo también a ustedes por las masacres cometidas a hombres y mujeres inocentes. Si a ustedes no les genera confianza que mis hombres hayan luchado por ustedes, a mi tampoco.

¿Lucharon por el norte? Si. Sus cabezas aún en sus cuerpos es mi suficiente muestra de agradecimiento. Pero no están por completo redimidos de tanta sangre derramada.

Puedo ser misericordiosa y dejarlos volver al otro lado de la muralla con sus cabezas en sus cuellos. Pero si no están de nuestro lado, son una amenaza y no voy a permitir más muertes en el norte. Como tampoco lo haré en el sur cuando sea reina.

—Tienen una noche para pensarlo—señalo las puertas y ellos miran a Jon.

—Majestad, ellos lucharon por el norte, yo los dejé cruzar la muralla para que pudieran protegerse y luchar contra el mismo enemigo—dice él.

—No está en discusión—Robb le lanza una mirada que lo hace tomar una respiración profunda antes de asentir.

***

—¿Es descabellado pedirles lealtad, Oberyn?—le pregunto mientras caminamos por las tiendas de campaña de los Inmaculados—. ¿Crees que hago lo correcto?

—La mayor amenaza ahora es algo que cree hay del otro lado en la muralla, majestad—asiente—. Pero no podemos dejar que enemigos se formen de este lado. Y los salvajes han sido enemigos durante años. Si ellos quieren su protección, deben dar a cambio su lealtad. Nada en esta vida es gratis y sería una regente idiota si creyera en ellos solo porque lucharon por el norte. El norte luchó por los Targaryen alguna vez y los traicionaron.

—Gracias por recordarlo—resoplo y miro a Missandei—. ¿Tú que crees?

—Sería tonta al confiar ciegamente en ellos—asiente—. Una reina desconfía hasta de su sombra por el bien de su pueblo. Es lo que usted hace, majestad.

—¡Majestad!—un grito detrás de mi llama mi atención y levanto las cejas al ver a Visella—. Su hermana está aquí. Junto a... los hijos de Balon Greyjoy.

Frunzo el ceño.

—¿Theon?—cuestiono y asiente.

—Habrá problemas si no llega al castillo antes que ellos majestad—dice, y de inmediato me encamino en dirección al castillo con mi consejera y mi mano siguiéndome—. Nos sirven como aliados.

The queen of fire and ice [Robb Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora