III: Entre Sombras

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Me encontré en mi habitación, sentada en la cama, con las flores que mi abuela me había entregado cuidadosamente colocadas en el regazo. Estaba profundamente confundida por la conversación que acababa de tener con ella. Las flores emitían un suave resplandor, y su fragancia llenaba la habitación, creando una atmósfera tranquila pero inquietante.

Mis pensamientos daban vueltas en mi cabeza mientras observaba las flores. ¿Qué quería decir mi abuela? ¿Qué prepararía para el lunes? Y, sobre todo, ¿por qué se sentía tan inquieta por todo esto?

Un golpe en la puerta me hizo dar un brinco. Sin pensarlo dos veces, las escondí rápidamente debajo de la almohada, esperando que mi madre no las notara.

— ¡Mía, cariño! ¿Estás bien?— Mi madre asomó la cabeza a través de la puerta entreabierta.

Traté de parecer relajada mientras respondía

— ¡Hola, mamá! Estoy bien, solo estaba... pensando en cosas.

La voz de mi madre retumbó interrumpiendo mis pensamientos.

— Mía, ha llamado tu profesor de matemáticas. No asististe a tu lección esta tarde.

Había estado tan absorta en la conversación con mi abuela y en ocultar las flores que había olvidado por completo la cita con el Sr. Smith. Respiré hondo y respondí

— Lo siento, mamá, fue un olvido. Lo abordaré la próxima vez.

— Mía, debes prestar más atención a tus responsabilidades. La educación es importante, y no puedes permitirte faltar a clases

— Sí, mamá, lo siento— murmuré mientras cerraba la puerta de mi habitación.

La tarde avanzaba, y yo seguía sumida en un mar de incertidumbre. Mis manos se movían de manera inquieta sobre las flores mientras luchaba por tomar una decisión.

Después de horas de reflexión y meditación, estaba lista para adentrarme en ese sueño perturbador .

Siguiendo los pasos de meditación que había perfeccionado con la ayuda de mi abuela, cerré los ojos y me sumergí en una respiración profunda.
Inhalé lentamente, permitiendo que la fragancia de las flores llenara mis sentidos, exhalé suavemente, liberando la tensión y la ansiedad que me habían atormentado.

Las flores, ahora más que nunca, se convirtieron en mi faro en la oscuridad de lo desconocido. Las visualicé como un puente, una pasarela hacia el mundo de los sueños. Su luz suave y tranquilizadora me envolvía, tejiendo un camino seguro

La entrada a los sueños, ese umbral que yo misma había forjado a lo largo de los años, era siempre una manifestación de mis gustos y pasiones.

A medida que avanzaba por el sendero de los sueños, me encontraba rodeada por los murales de mi mente, llenos de bandas de rock y constelaciones, cobraban vida en esta tierra de ensoñaciones. Mi camino se abría en medio de un bosque donde las flores silvestres florecían en profusión, tal como las que me había dado mi abuela.

Pero una vez más, me vi envuelta por la oscuridad en ese perturbador sueño. Mis pasos eran inciertos, y la confusión seguía nublando mi mente. Pero esta vez, algo era diferente: había un ligero atisbo de claridad, lo que me permitía ver mi entorno con un poco más de nitidez. Me pregunté si esto podía deberse a las flores que mi abuela me había entregado.

Sin embargo, no tenía tiempo para detenerme a pensar en eso. Algo me impulsaba a seguir adelante, a pesar de las sombras que parecían acecharme en cada esquina de este mundo onírico.

De repente, bajo mis pies, el suelo comenzó a resquebrajarse y romperse. Me tambaleé, luchando por mantener el equilibrio mientras el mundo a mi alrededor se transformaba.

A medida que avanzaba, me di cuenta de que no estaba sola. Voces susurrantes y misteriosas se deslizaban por el aire, llegando a mis oídos.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Mía?— susurró una voz desde la sombra. No pude distinguir de dónde provenía, y mi corazón latió con fuerza ante la intriga.

Sus palabras resonaban con un toque de maldad y burla, envolviéndome en un escalofrío inquietante.

— ¿Crees que puedes escapar de mí, Mía? — se burló la voz, y sentí su presencia acercándose.

Mis pasos se volvieron más rápidos y desesperados, pero el suelo seguía desmoronándose a mi alrededor, haciendo que mi avance fuera aún más difícil. Era como si el propio sueño intentara atraparme en sus garras.

—¿Puedes hacer algo más original?— le solté con un toque de grosería, mientras mi mente trabajaba a toda marcha para descifrar lo que estaba sucediendo.

Avancé, pero pronto me vi en un punto donde no podía avanzar más. Una pared invisible me bloqueaba, y mi inquietud se hizo palpable.

de repente, sentí algo que me agarraba, algo frío y afilado que se cerraba sobre mi brazo.

Grité, una mezcla de sorpresa y dolor. En un instante, la sensación del frío acero me atravesó. Una risa malévola llenó el aire. El dolor en mi brazo se convirtió en una llamada de atención. Abriendo los ojos, me encontré en mi habitación, jadeante, sudorosa, mi brazo intacto. Me di cuenta de que nada habia sido real.

Guardianes de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora