XII: Un gran encuentro

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Me encontré, de repente, aficionada a recoger flores del hermoso jardín de mi abuela, sus "amplificadoras de sueños". Las colocaba en jarrones por la casa, decorando cada rincón, con la esperanza de darles algún uso antes de que se secaran.

Sin embargo, mi mente no descansaba ni siquiera en esos momentos de calma. Me sumergía en la exploración de mis sueños. Había logrado crear un mundo propio, donde pasaba las noches probando mis poderes, perfeccionándolos día tras día.No podía quitarme de la cabeza la sombra que había desaparecido. ¿Dónde se habría metido? ¿Por qué había dejado de atormentarme? No importaba, sabía que tarde o temprano volvería, y debía estar más preparada que nunca.

Y hablando de cosas que no podía quitarme de la cabeza, ese chico de mis visiones. Llevaba días observando el collar, esperando algún tipo de señal, pero nada pasaba.

También traté de comunicarme con Marta, pero no recibí respuesta, y mis mensajes ni siquiera parecían llegar.

Una tarde, decidí que necesitaba un cambio de aires. La verdad es que había estado tan sumergida en mis experimentos oníricos que la única calle que había pisado últimamente era la del jardín de la casa de mi abuela.

—¡Abuela, voy a salir!— grité mientras agarraba mi cuaderno de apuntes.

—Pasalo bien, querida— respondió mi abuela con su característica calma.

Caminé hacia los alrededores del pueblo, disfrutando del sol que se filtraba entre las ramas de los árboles. Tenía la intención de encontrar un lugar tranquilo para relajarme, quizás escribir un poco o simplemente dejar fluir mi creatividad a través de algunos dibujos.

Un poco más adelante, divisé una gran explanada de césped. Era como un parque, pero... algo me resultaba familiar.

Decidí acercarme, curiosa por explorar este sitio que parecía resonar con alguna memoria escondida. Al avanzar, me encontré con un lugar como de ensueño. Había enormes árboles y flores que recordaban mucho a las que adornaban el jardín de la casa de mi abuela. Siguiendo mi curiosidad, divisé un pequeño riachuelo que serpenteaba entre la vegetación. ¡Guau!

Decidí sentarme en la orilla y simplemente disfrutar del paisaje. El sonido suave del agua y el cantar de los pájaros me envolvían en una sensación de paz. Saqué mi cuaderno y comencé a dibujar, dejando que mis manos se movieran siguiendo el ritmo del entorno. Plasmé las formas de los árboles, los colores de las flores y la serenidad del riachuelo en cada trazo. Era como si estuviera capturando un pedacito de aquel mágico lugar en papel.

De repente la tarde tomó un giro inesperado. El ambiente cambió drásticamente; una gran nube amenazante cubrió el cielo, sumiendo el lugar en una oscuridad que parecía más tenebrosa de lo que hubiera imaginado.

Me di cuenta de que el tiempo se había torcido y que probablemente llovería en cualquier momento. Recogí mis cosas rápidamente, decidiendo que era hora de regresar a casa.

Comencé a caminar, pero algo en el aire se sentía extraño. Una sensación de inquietud se apoderó de mí. Percibí, detrás de un árbol, una sombra que parecía observarme. Mis ojos se abrieron sorprendidos, pensando que tal vez era solo una travesura de la luz filtrándose entre las ramas.

Sin embargo, mientras avanzaba, la sensación de ser observada persistía. El temor comenzó a aflorar en mí y mi instinto me decía que algo no andaba bien. En ese momento, sentí un leve temblor en mi cuerpo. Decidí apurar el paso, el corazón latiéndome con fuerza.

Sentí un inquietante cosquilleo  en mis manos, parecía como si intentaran comunicarme algo. Avancé con paso apresurado, pero una sensación de unos pasos cada vez más audibles detrás de mí me atormentaban. Finalmente, el temor me hizo girar bruscamente.

Vi a lo lejos la figura de un chico que se aproximaba rápidamente hacia mí, agitando sus brazos y haciendo señas. La sorpresa y el miedo se reflejaron en mi rostro mientras fruncía el ceño. Sin darme cuenta y sin saber exactamente qué estaba sucediendo, dos rayos de luz brotaron de mis palmas, iluminando la escena de forma inesperada.

— ¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿Pretendías matarme?! — exclamó con un tono de voz lleno de indignación y temor.

— ¿¡Cómo que matarte?! ¡¿Quién eres?! — respondí, también con un tono de voz desafiante.

Mis manos temblaban, sorprendiéndome más a mí misma que al chico que tenía frente a mí. La confusión me invadía y la extraña manifestación de luz desde mis manos me dejó perpleja. La confrontación repentina y la aparición de esos extraños poderes me llenaron de una extraña mezcla de sorpresa, temor y confusión. Las palabras brotaban con una mezcla de preocupación y determinación.

— ¡No tienes derecho a asustarme de esa manera! ¡No sé quién eres ni qué estás haciendo! — grité, aún impactada por lo que acababa de ocurrir.

El chico parecía igual de confundido, pero sus facciones mostraban determinación.

—¡Yo solo quería ayudarte! — replicó, con un gesto de confusión y preocupación en su rostro.

La tensión en el ambiente era palpable, y aunque mi instinto me gritaba que escapara, algo me decía que aquel encuentro no era simplemente una casualidad

— ¿Ayudarme? ¿Qué te hace pensar que necesitaba ayuda?, repliqué, con un dejo de sorpresa y desconfianza.

Él intentó explicarse, pero algo en su mirada denotaba una mezcla de miedo y convicción. Empezaba a decir algo sobre la sombra cuando lo detuve, agarrándolo por el brazo y haciéndolo girar para que se sentara en el suelo, reproduciendo la misma postura que solía ver en mis visiones.

—¿Qué estás, qué estás haciendo?— exclamó él, confundido.

No podía ser cierto. Miré al chico, retrocediendo asustada, llevándome la mano a la boca, incrédula por lo que estaba a punto de descubrir.

—No puede ser, no, no puede ser— susurré, girándome para seguir mi camino, tratando de negar lo que acababa de presenciar.

—¡¿Qué?! —exclamó él, aún desconcertado.

Me detuve abruptamente, volteándome hacia él.

—Eres el chico de mis visiones-— dije con incredulidad.

Antes de que él pudiera decir nada, la sombra se intensificó, adquiriendo un tono siniestro. Unos ruidos inquietantes resonaron a nuestro alrededor, y una bruma espesa lo cubrió todo. Ambos nos encontrábamos perplejos, con una postura desafiante, cuando una figura emergió de entre los árboles.

De repente, el chico lanzó un rayo de luz desde sus manos, haciendo desaparecer a la sombra. Rápidamente, me agarró y corrimos lejos de ese lugar, sin decir una palabra.

Finalmente, llegamos a un sitio un tanto más tranquilo. Entonces, expresé, asombrada por lo sucedido

— Está claro que venir aquí no ha sido casualidad

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