XXXI: La noche

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No sabía cuánto tiempo había pasado, abrí los ojos sintiendo un ligero frío que se filtraba a través de la tenue iluminación de la cueva.

Al incorporarme con precaución, sentí una presión inusual en mi pecho. Al mirar hacia abajo, descubrí a Ethan recostado sobre mí, aún inmerso en un sueño profundo. ¿Cómo podía dormir tan tranquilamente en esta situación? Sin saber cómo manejar la situación, decidí tumbarme nuevamente, esperando que él despertara por sí mismo.

Pasaron unos minutos, pero Ethan seguía sumido en su sueño. Con cuidado, intenté apartar su cabeza, logrando finalmente acomodarlo en el suelo con delicadeza.

Saqué algo de comida y di un sorbo a la botella de agua, sintiendo cómo el líquido fresco revitalizaba mi garganta. Una vez preparada, guardé algunas pertenencias en la mochila y decidí despertar a Ethan para evaluar su estado.

— Ethan, buenos días —susurré .

Entre sueños, sus ojos se abrieron lentamente, mostrando una expresión somnolienta. Después de unos segundos de desconcierto, se incorporó, frotándose los ojos.

— H-hola, buenos días. —respondió

— ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? —pregunté con preocupación.

Ethan se quedó pensativo por un momento.

— Hmm, sí, creo que sí. Al menos no me duele tanto el cuerpo.

Se puso de pie y comenzó a estirarse un poco. Me preguntaba si recordaría lo que dijo anoche, aunque pensándolo bien, sería imposible, estaba dormido, ¿no?

La voz de Ethan me sacó de mis pensamientos.

— Efectivamente, me siento como nuevo. Esas verduras de tu abuela son realmente efectivas.

La verdad es que se le veía mucho mejor, aunque aún tenía algunas heridas, su piel había recuperado su color.

Como último intento de descubrir si Ethan recordaba algo, le pregunté con cierta cautela

— Y la noche... ¿Has estado bien?

Me miró con cierta extrañeza, como si empezara a sospechar algo.

— Mía, ¿seguro estás bien? ¿Ha ocurrido algo?

Era evidente que no recordaba nada de lo que dijo durante la noche. Opté por dejar pasar el tema y continuar con nuestra misión.

— Sí, sí, no es nada. Solo estaba preocupada.

Con disimulo, le ofrecí algo de comer, y ambos acordamos que sería buena idea entrenar entre nosotros antes de salir de aquella cueva.

El entrenamiento transcurría sin contratiempos aparentes. Nuestros dones seguían funcionando con normalidad y con su intensidad habitual. Tratábamos de no cansarnos demasiado, conscientes de lo impredecible que podía ser lo que nos esperaba fuera de la cueva.

Ethan aprovechó que andaba distraída para esconderse. Cuando me di la vuelta, no lo veía, y algo en mi interior se encontraba nervioso. Caminé lentamente hacia donde se encontraba la hoguera, mirando a todos lados con desconcierto. De repente, una luz en modo de disparo apareció frente a mí, y fue cuando vi a Ethan en lo alto de una piedra riéndose.

— ¡Oye, eso es trampa! —grité entre risas.

Ambos continuamos jugando, era nuestro único consuelo en aquel sombrío lugar.

Cuando me dirigía nuevamente hacia la hoguera algo fatigada, Ethan apareció de la nada con un susto que hizo que ambos cayéramos al suelo entre risas.

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