XXXIII: Lágrimas

65 50 1
                                    

Agachados sentíamos la presión en el aire mientras la sombra merodeaba. Cada susurro del viento se mezclaba con el latir acelerado de mi corazón. Ethan, a mi lado, trazaba un plan en susurros.

— Mía, escúchame. Lanzaré un golpe que lo distraiga, y corremos hacia la otra sala

Asentí rápidamente, la tensión colmaba el ambiente. Ethan desató un destello de energía al otro extremo de la sala, una distracción que podría ofrecernos una oportunidad de escapar.

Corrimos velozmente hacia la otra sala, buscando refugio detrás del lugar donde reposaban el álbum y el diario.

— ¿Crees que nos ha perdido de vista? —susurré, apenas audible, a Ethan.

Él asintió con precaución, pero ambos éramos conscientes de que la sombra aún acechaba, lista para atacar en cualquier momento.

— Debemos seguir adelante y detener a la sombra antes de que cause más daño —propuso Ethan

El pasillo se extendía frente a nosotros, sumiéndonos en la penumbra.  La sombra, astuta y persistente, acechaba en cada rincón oscuro, deslizándose como un espectro entre las sombras proyectadas por las antorchas apagadas.

Ethan y yo avanzábamos con cautela, con la luz de mi collar iluminando apenas unos metros a nuestro alrededor. Sabíamos que la batalla se libraba en el territorio de lo desconocido, y cada decisión que tomáramos sería crucial.

De repente, la sala se iluminó con un destello de energía oscura. La sombra se manifestó frente a nosotros, tomando forma en la oscuridad. Sus ojos resplandecían con una malicia indescriptible, y su presencia envolvía la estancia como una neblina maligna.

— No podeis escapar de mí —susurró la sombra

Ethan, sin vacilar, canalizó la energía de su don y lanzó un rayo de luz hacia la sombra. La luz chisporroteó en el aire, pero la sombra pareció absorberla, fortaleciéndose con cada centella luminosa.

— No parece afectarle —advirtió Ethan con preocupación en su voz.

La sombra, en respuesta, desató su propio ataque. Sombras retorcidas se materializaron a su alrededor, formando tentáculos oscuros que se lanzaron hacia nosotros. Esquivamos con destreza, pero la sombra era astuta y cada movimiento parecía predecirlo.

Decidimos combinar nuestros dones, fusionando la luz y la oscuridad en un intento desesperado por contrarrestar la creciente fuerza.

Sin embargo, la sombra no se dejó engañar tan fácilmente. Se recompuso rápidamente, como si la derrota momentánea solo hubiera avivado su furia. Los tentáculos oscuros se multiplicaron

— ¡Mía, cuidado! —exclamó Ethan, desviando uno de los tentáculos que se dirigía hacia mí.

La batalla se volvió más intensa, cada movimiento calculado y cada destello de luz contrastaba con la oscuridad voraz de la sombra.

De repente, la sombra adoptó una nueva forma, una silueta oscura y retorcida que se alzaba ante nosotros con una presencia abrumadora. Su risa resonó en la sala, un eco siniestro que aumentó la tensión en el aire.

La oscuridad se cernía sobre mí cuando la sombra finalmente descargó su impacto. El golpe resonó con una fuerza aterradora, dejándome postrada en el suelo, vulnerable e incapaz de moverme.

Desde mi posición, aturdida y dolorida, solo podía distinguir a Ethan, quien luchaba con ferocidad contra la entidad oscura que amenazaba con devorarnos.

La sombra se aproximó, moviéndose hacia mí con una lentitud deliberada. Su presencia era una amalgama de terror y malevolencia, y cuando se colocó cara a cara conmigo, sentí cómo la oscuridad se cerraba a mi alrededor.

Mis ojos se encontraron con los suyos, llenos de un odio ancestral y un deseo insaciable de destrucción.

Ethan, desde la distancia, gritaba desesperadamente, intentando apartar a la sombra de mi posición vulnerable. Pero la entidad oscura parecía extraer fuerzas de la misma esencia del miedo, ignorando los intentos de Ethan por frenarla.

En un último acto de valentía, murmuré unas palabras que resonaron en el aire cargado de tensión.

— Sé quién eres, Adrian.

La sombra reaccionó con una furia desenfrenada, como si mi conocimiento hubiera desenterrado un pasado que preferiría olvidar. Aun magullada y aturdida, encontré fuerzas en la determinación de proteger a Ethan, quien también luchaba con heridas que amenazaban con vencerlo.

En un instante de desesperación, lancé un poder inexplicable contra la sombra. Un destello de luz se desató, hiriendo a la entidad oscura y brindándonos una oportunidad para escapar.

Aprovechamos la debilidad momentánea de la sombra y nos lanzamos fuera del alcance del templo maldito.

Al llegar a las afueras, mi pierna gritó de dolor al contacto con el suelo.

— ¡Auch! —exclamé

La dificultad para correr se hizo evidente, pero la urgencia de escapar seguía siendo imperante. Ethan, con el miedo reflejado en su rostro, se arrodilló a mi lado.  Examinaba mi pierna en busca de daños. Intenté disimular el dolor agudo que recorría mi extremidad, forzando una sonrisa que apenas ocultaba la incomodidad.

— ¿Estás bien? —preguntó Ethan con evidente preocupación.

— Sí, sí, creo que solo es un esguince... —respondí, aunque en mi interior sabía que el dolor iba más allá de una simple torcedura.

El tic-tac del tiempo resonaba en mi mente, y la sombra podría regresar en cualquier momento. A pesar de eso, una idea descabellada se infiltró en mi pensamiento.

— Tenemos que volver por la piedra.

La expresión en el rostro de Ethan reflejó incredulidad y temor.

— ¿Estás loca? Mia, si volvemos ahí, no saldremos con vida.

Con determinación, me puse en pie, apoyándome en mi pierna herida.— Entonces iré yo.

Ethan intentó detenerme, sus manos extendidas en un gesto de advertencia, pero mi determinación superaba cualquier resistencia.

Aquella piedra era vital para mi collar, y sin ella, nuestras posibilidades de vencer a la sombra eran escasas.

— ¡Somos un equipo! ¡No puedes hacer siempre lo que quieras! —exclamó Ethan, revelando su frustración.

Mis pasos se detuvieron de golpe, sorprendida por sus palabras. Algo en su tono me hirió, y mi corazón se contrajo levemente

— Tienes razón. Lo siento. Solo quiero que esto acabe... y poder volver a casa.

Las lágrimas que había contenido estallaron sin previo aviso. Cansada, dolorida y anhelando la seguridad de mi hogar, maldecía cualquier conexión con esa sombra. Lloré por la normalidad perdida y la vida que anhelaba, sin aventuras que pusieran en peligro mi existencia y la de los seres queridos.

La confusión reflejada en los ojos de Ethan no disminuyó.

— ¿Estás... estás llorando? —preguntó, desconcertado.

Le respondí con una mirada intensa, pero antes de poder articular una palabra, un temblor sacudió nuevamente el templo detrás de nosotros. La mano de Ethan se aferró a la mía con ternura y resolución.

— Entraremos allí y venceremos a la sombra.

Su mirada se mantuvo firme hacia adelante, y una sonrisa, nacida de una mezcla de miedo y determinación, se dibujó en mi rostro. Juntos, avanzamos hacia el templo. Esto debía llegar a su fin.

Guardianes de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora