XV: Realidad

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Mis días se habían visto marcados por los intercambios de mensajes con Ethan. Fotos de buenos días y pequeñas charlas que, aunque triviales, empezaban a sentirse reconfortantes. A veces, parecía más un abuelo amable que un joven de mi edad. Pero eso estaba bien.

Sin embargo, entre esas conversaciones, la realidad se me escapaba. Marta regresaba ese mismo día después de unas largas vacaciones navideñas. Habíamos planeado encontrarnos esa tarde, pero, entre la neblina de dones y símbolos, casi se me olvida que regresaba.

La mañana se extendía frente a mí mientras buscaba desesperadamente información sobre el idioma desconocido. Deslizaba mi dedo sobre la pantalla sin encontrar nada útil, así que aprovechando que mi abuela había salido a hacer la compra, decidí explorar entre sus libros en busca de alguna pista.

Descendí las escaleras, adentrándome en la biblioteca de mi abuela. Libros polvorientos llenaban las estanterías, algunos con títulos tan antiguos que apenas podía leer las letras desgastadas. Mientras buscaba entre las páginas amarillentas, mi mente divagaba entre la idea de preguntarle a mi abuela sobre lo que había ocurrido en el bosque.

Por ahora, decidí mantener en secreto mi búsqueda. No había querido contarle nada a mi abuela sobre los extraños acontecimientos, recordando la mirada de incredulidad que me lanzó la última vez. Había pensado que esperaría hasta después de noche vieja, cuando tuviera tiempo para organizar mis pensamientos y formular preguntas más específicas.

Sumergida en la maraña de libros, el agobio crecía con cada página que parecía no revelar nada útil. Fue en medio de esta frustrante búsqueda cuando, de repente, el pequeño símbolo de mi collar parpadeó, como si hubiera encontrado algo entre el caos.

Intrigada, me saqué el collar de la camisa, esperando alguna respuesta que no llegó. No obstante, al girar la mirada, percibí el mismo destello proveniente de un pequeño libro escondido entre dos tomos imponentes. Lo extraje con cuidado, notando que tenía el tamaño de una libreta.

El pequeño volumen reveló sus secretos a medida que hojeaba sus páginas. Hablaba sobre un antiguo pueblo, detallando una alianza excepcionalmente fuerte. Justo cuando comenzaba a vislumbrar la historia, la escritura dio un giro, cambiando a otro idioma que, sorprendentemente, me resultaba familiar.

Con incredulidad, saqué la foto que había tomado anteriormente con mi teléfono y la comparé con la libreta. Mis ojos se abrieron con asombro.

—¡Es la misma letra! ¡Es la misma letra! —exclamé, asimilando la conexión.

Sin perder un instante, envié un mensaje a Ethan, informándole que había encontrado algo sin darle demasiados detalles. Llegué apresuradamente a mi habitación, sosteniendo el pequeño cuaderno entre mis manos, rebosante de expectativas. Finalmente, parecía que empezaría a enhebrar los cabos sueltos de esta desconcertante historia. Las piezas del rompecabezas se unían.

Mientras buscaba en internet nuevamente alguna lengua antigua que se asemejara a la que había encontrado en el cuaderno, recibí un mensaje de Ethan. Sus palabras resonaron en mi mente: "Yo también he estado analizando la página junto a mi abuelo. No recuerda mucho sobre su juventud, pero puede sernos de ayuda."

—Estos abuelos son los mejores— pensé con una sonrisa. Una oleada de emoción recorrió mi cuerpo. Quería encontrarme con Ethan de inmediato para compartir el cuaderno y encontrar respuestas, pero... ¡ah, por supuesto! Había quedado en encontrarme con Marta.

Mi abuela llegó a casa y pasé lo que quedaba de mañana ayudándola con las compras y preparando la cocina. A medida que la tarde se acercaba, la hora de mi encuentro con Marta se aproximaba. Estaba impaciente pero, al mismo tiempo, confundida. No sabía si debía posponer mi quedada con Marta; realmente necesitaba resolver este problema rápidamente.

Finalmente, la hora llegó, y Marta apareció en la puerta de la casa de mi abuela, donde la recibí con un cálido abrazo.

— ¡Marta!— exclamé emocionada.

Finalmente, estábamos juntas de nuevo.

— Mia, cómo te he extrañado— dijo Marta, devolviendo el abrazo. — ¿Cómo has estado? ¿Algún cambio por aquí?

Marta lucía radiante, las vacaciones le habían sentado bien.

—No hay muchas novedades por aquí. ¿Y tú, cómo fueron tus vacaciones?

Ambas compartimos risas durante un buen rato y compartimos nuestras novedades. Sin embargo, Ethan seguía enviándome mensajes sobre las conversaciones que había tenido con su abuelo. Realmente, ¡que oportuno!

A medida que la tarde avanzaba, me encontraba cada vez más distraída por los mensajes de Ethan. Marta y yo habíamos decidido poner una película, pero mi atención seguía siendo absorbida por el teléfono.

— Oye, Mia, ¿te encuentras bien? No paras de mirar el teléfono...

comentó Marta. Luego, con una sonrisa traviesa, añadió

— O aún mejor, ¿mi pequeña Mia se ha echado un amante?

No pude evitar sonreír ante la idea alocada y divertida de Marta. Negué rotundamente esa acusación.

— Bueno, bueno, ya está. Es posible que haya conocido a alguien, pero no es lo que piensas. Es algo eventual— dije tratando de restarle importancia.

Marta se sobresaltó emocionada, como si estuviera a punto de descubrir un gran secreto.

— ¡Aaaah! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! — exclamó.

Me sentí incómoda e inquieta ante la situación. Ethan era solo un amigo, y nuestra conexión estaba vinculada por la magia, algo que Marta no entendería fácilmente.

Pasarían algunos minutos más, y decidí poner fin a la velada. Me apresuré a decirle a Marta que ya era tarde y que deberíamos vernos al día siguiente. Aunque nos despedimos con una sonrisa, no pude quitarme la sensación incómoda que me dejó la charla sobre "mi amante secreto".

Una vez sola, corrí hacia el teléfono con una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaba ansiosa por continuar nuestra investigación sobre el extraño idioma y la conexión entre nuestras familias.

"Sé que es un poco tarde, he estado ocupada con una amiga. ¿Te parece si nos vemos?".

Envié el mensaje a Ethan impulsada por una chispa de intriga que no pude contener. Tiré el teléfono lejos, un gesto de frustración conmigo misma.

— ¡Mia! ¿En qué estás pensando? — me recriminé mentalmente.

Pero la sorpresa llegó cuando el teléfono vibró con la respuesta de Ethan. Había aceptado el encuentro

"Está bien, pero está oscureciendo, así que tendrá que ser breve".

Sonreí, aunque rápidamente borré la expresión de mi rostro, consciente de mi propia felicidad. Ahora, solo tenía que aguardar a que mi abuela se durmiera. Salir de casa a esas horas no sería fácil, ya que mi abuela consideraba peligroso hacerlo, especialmente con todo lo que estaba ocurriendo.

La impaciencia y la confusión se mezclaban en mi interior. La noche, con sus sombras y misterios, se convertía en cómplice de mi búsqueda de respuestas y de la conexión con Ethan.

Guardianes de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora