XXVI: Botellas

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Me encontraba en mi habitación, con la penumbra como única compañía. La medianoche ya había pasado, y mi mente era un torbellino de pensamientos entrelazados. Escribía cartas de despedida por si acaso, quedaba solo un día antes del enfrentamiento con la maldita sombra, o mejor dicho, dos noches y un día. Necesitaba estar mentalizada para cualquier situación que se presentara.

Había redactado cartas para mi madre, mi padre y mi abuela. Ahora solo faltaba la de Ethan. ¿Qué se suponía que debía escribirle?

De repente, un extraño sonido proveniente de mi ventana captó mi atención. Al mirar, no vi nada inusual, así que volví a la cama para continuar escribiendo. Pero el sonido persistió, y cuando me levanté para revisar la ventana, la vibración de mi teléfono me sobresaltó.

—¡Ay! —grité, temiendo haber despertado a mis padres.

Pero la casa continuaba en silencio. Tomé el teléfono y, al iluminarse la pantalla, vi que era Ethan quien me llamaba.

—¿Qué querrá ahora? —murmuré para mí misma.

—¿Podrías mirar por la ventana? Llevo más de 20 minutos lanzándote piedras.

Una risa breve escapó de mis labios al ver a Ethan fuera, agitando los brazos y sosteniendo dos bolsas.

De alguna manera, me las arreglé para cerrar la ventana sin hacer ruido, apagar la luz y bajar las escaleras como un ninja. La parte complicada sería regresar sin ser descubierta.

Salí de la casa y me dirigí a la parte trasera, donde había visto a Ethan intentando captar mi atención. Lo vi acercarse con una sonrisa de oreja a oreja.

—Sabes que los teléfonos móviles existen, ¿verdad? Podrías haberme mandado un mensaje —comenté riendo.

—Quedaba más épico de esta manera —respondió entre risas.

Comenzamos a alejarnos un poco de mi casa. Observé las bolsas que llevaba en las manos, y Ethan notó mi curiosidad, apresurándose a explicar.

—Bueno, ambos sabemos que queda poco para la batalla. Por eso, creo que esto nos vendrá bien para relajarnos.

Desplegó una de las bolsas, revelando dos botellas de vodka.

—¡Ethan! Pero si sabes que yo nunca bebo —exclamé, sorprendida.

Jamás hubiera imaginado que el chico aparentemente tímido aparecería en mi casa con dos botellas de alcohol.

—Yo tampoco bebo, pero necesito olvidar que en dos días me jugaré la vida —dijo con evidente preocupación.

—Está bien, bebamos entonces.

No sonaba como una mala idea del todo. Olvidar por un rato lo que nos deparaba el destino sonaba tentador. Nos sentamos en un parque cercano a mi casa, a la luz de la luna, y comenzamos a beber.

Apenas había tomado un cuarto de la botella cuando sentí que mis mejillas se ruborizaban por el efecto del alcohol. No me sentía mal del todo, pero las palabras fluían más de lo normal de mi boca.

—Hay algo que quiero decirte —murmuró Ethan, sus ojos brillando con la intensidad del alcohol.

Ethan tomó un largo trago, y sus palabras parecían estar en la punta de su lengua.

—Es solo que... —titubeó, su expresión más suave—. Todo esto me ha hecho darme cuenta de cosas que nunca pensé que admitiría.

Mi corazón latía rápido

—Mia, tú... —Ethan vaciló, pero en lugar de continuar, me regaló una sonrisa. —Mia, eres increíble. —Se acercó, poniendo una mano amistosa en mi hombro.

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