Las manecillas del reloj marcaban las 2 de la madrugada. Ethan y yo estábamos sumidos en un silencio profundo, rodeados por libros y documentos que parecían contener la clave de nuestros misteriosos poderes oníricos.
Después de una larga investigación, Ethan rompió el silencio con una noticia intrigante. Sus ojos brillaban con excitación mientras compartía su descubrimiento.
—Mira, Mia, aquí dice que uno de los poderes oníricos más poderosos es la capacidad de adentrarse en la mente de los demás, manipular sus pensamientos. ¿Tú puedes hacer algo así?
Por un instante, me quedé perpleja, contemplando la idea de tener un poder tan sorprendente. Sin embargo, la realidad me golpeó, y con una mezcla de resignación y frustración, respondí
—No, la verdad es que no sé hacer ese tipo de cosas.
Mis palabras resonaron en la habitación, y un sentimiento de impotencia se apoderó de mí. Después de enfrentarnos a la sombra, me sentía como si no hubiera contribuido en nada para salvarnos. En cambio, Ethan demostraba ese espíritu luchador que su abuela tanto ansiaba ver en mí.
Ethan notó mi ánimo desanimado y trató de ofrecerme apoyo, pero, absurdamente, fui esquiva con él. No era su culpa, pero la frustración me hacía reaccionar de manera impulsiva. Esquivé su mano cuando intentó posarla en mi hombro en señal de apoyo, y pude notar la confusión en sus ojos.
—Esto... yo... perdón, solo... —murmuró Ethan, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Ah, no, Ethan, perdona tú. Simplemente me siento... no sé, inútil por no poder entender todo esto —expliqué, sintiendo la necesidad de disculparme por mi reacción brusca. El siempre había sido amable y paciente conmigo.
—Bueno, Mia, tú me hablaste sobre unos rituales y poderes. Tal vez podamos intentarlo. No perdemos nada por intentarlo.
Aunque a veces me frustraba su constante optimismo, tenía razón. Tal vez solo necesitaba un poco más de entrenamiento y tiempo para desarrollar mis dones fuera de mi zona de confort. Asentí con la cabeza, dispuesta a enfrentar nuevos desafíos y descubrir hasta dónde podíamos llegar.
Ethan comenzó a leer con gran determinación un pequeño cuaderno de anotaciones que sacó de un costado de su chaqueta. Me sorprendí al descubrir que él también llevaba consigo un cuaderno lleno de notas detalladas, al igual que yo.
—Vaya, Ethan, parece que tenemos muchas cosas en común —le mostré mi cuaderno, y ambos empezamos a reír, dejando de lado el malentendido que había ocurrido unos segundos antes.
Compartimos nuestras experiencias, descubrimientos y las teorías que habíamos desarrollado individualmente.
La madrugada avanzaba y nosotros estábamos completamente inmersos en nuestros hallazgos por lo que Ethan y yo decidimos centrarnos en el ritual que él había encontrado.
Nos sumergímos en la lectura del ritual, sus ojos se movían de un lado a otro del cuaderno, absorbiendo cada detalle con concentración. Sin embargo, mi impaciencia se apoderó de mí, y no pude resistir la tentación de arrebatarle el cuaderno de las manos.
—Déjame leer —dije, ignorando sus protestas mientras me sumergía en las páginas del ritual.
La técnica parecía familiar, una forma de meditación que mi abuela me había enseñado en el pasado. La clave era limpiar la mente y enfocarse en la intención del ritual. ¿Tan simple como eso?
—Bien, Ethan, necesito silencio total y sin distracciones, ¿entendido? —anuncié con un tono desafiante.
Ethan asintió en silencio, y rápidamente me senté en el suelo, de espaldas a él. Cerré los ojos, canalizando toda la energía que podía para adentrarme en la mente de Ethan. Sin embargo, después de varios minutos de intento, no obtuve ningún resultado.
—Esto es absurdo, no tengo este poder —murmuré frustrada, cuidando de no elevar mucho la voz.
—Mia, nadie dijo que fuera a salir a la primera. Tal vez con un poco más de entrenamiento... —intentó consolarme Ethan con su habitual positivismo.
Me dejé caer en la cama, enfadada conmigo misma. Sabía que no iba a lograrlo, pero decidí intentarlo una vez más. Cerré los ojos y traté de reproducir la técnica que usaba para adentrarme en los sueños de los demás. Pero esto resultaba mucho más difícil.
—Ethan, estoy cansada. Creo que esto no va a funcionar —confesé, sintiendo cómo la frustración se apoderaba de mí.
Eran las 4 de la mañana, y aún quedaban dos horas para que amaneciera. El sueño me venció, y no quería que Ethan se fuera así. Entonces, decidí invitarlo a echarse una pequeña siesta.
—Oye, debes estar cansado. Aún es de noche, ¿qué te parece quedarte y marcharte cuando salga el sol?
Ethan aceptó la idea, y ambos nos acostamos. En cuestión de segundos, caí en un profundo sueño.
Una alarma comenzó a sonar suavemente, lo suficiente como para despertarnos. ¿Qué hora era? Ethan se levantó de un susto y miró su teléfono: eran las 6:14, y el amanecer ya había comenzado era hora de que Ethan se marchara.
Observé a Ethan apresurarse por la habitación, recogiendo sus cosas y despidiéndose rápidamente. Era gracioso verlo tan apurado, pero algo en mí se preocupó al ver que olvidaba su cuaderno de apuntes sobre la cama. Sabía que era importante para él, así que me apresuré a levantarme para ir tras él.
Sin embargo, un mareo repentino me derribó al suelo en cuestión de segundos. Mi cabeza retumbaba, y una extraña sensación me envolvía. Aunque me sentía confundida, no podía dejar de pensar en el cuaderno.
"El cuaderno de Ethan", pensé mientras luchaba por mantenerme consciente. Justo en ese momento, Ethan volvió a entrar por la puerta con una expresión asombrada. Cerró la puerta y se acercó a mí.
—¡Mia! ¡Te he escuchado! —exclamó emocionado.
—¿Qué? —pregunté confundida, intentando comprender lo que estaba pasando.
—¡Has entrado en mi mente! —dijo con alegría.
—¡Shh! Baja la voz —le insté, preocupada por que alguien más pudiera escucharnos.
¿En verdad lo había logrado? ¿Había entrado en la mente de Ethan? La idea parecía surrealista, pero la emoción en sus ojos dejaba claro que acababa de suceder.
Sonreí rápidamente y me llevé las manos a la boca, asombrada. Ambos compartimos un gritito silencioso de alegría, y después, Ethan se apresuró a marcharse a su casa.
—Te escribiré cuando llegue a casa —dijo mientras salía por la puerta.
Me quedé un rato pensativa y reflexionando sobre cómo lo había logrado. De repente, recibí un mensaje de Marta.
"Ey, ¿qué haces hoy?" ¿Esta mujer no dormía? Apenas eran las 6 de la mañana. Aggg... ignoré el mensaje y me acosté a dormir, dejando que el cansancio y la emoción de la madrugada me llevaran a un reparador sueño.
Por algún extraño motivo, las horas pasaron sin que me diera cuenta. Me desperté con la luz del atardecer filtrándose por las cortinas. El reloj marcaba las 17:00, y me di cuenta de que había perdido casi todo el día. Mi abuela había entrado varias veces, preocupada por mi prolongado sueño, pero apenas percibí su presencia.
Bajé las escaleras como si cargara el peso de un sueño profundo en mis hombros. El aroma del té de hierbas flotaba en el aire cuando me dirigí hacia la cocina. Mi abuela estaba afuera, en el pequeño porche, rodeada de plantas y sumida en sus propios pensamientos.
Preparé rápidamente un sándwich, y me senté junto a mi abuela, quien, al verme, me recibió con una expresión de mezcla entre alivio y curiosidad.
— ¿Cómo has pasado la noche, querida? —preguntó con esa sabiduría que siempre parecía tener.
— Fue... extraña —respondí, entre bocado y bocado del sándwich.
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Guardianes de los sueños
FantasyUna misteriosa novela que sigue a Mía, una adolescente con un poderoso don onírico heredado. Cuando una antigua oscuridad amenaza con despertar, Mía se embarca en una búsqueda para desentrañar su legado familiar y detener la sombra que la persigue e...