XXIX: contra tiempo

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Después de varias horas, finalmente llegamos a nuestro destino, y la preocupación por lo que estaría ocurriendo afuera crecía en mí. Imaginaba a mis padres sumidos en la incertidumbre, mientras mi abuela seguramente preparaba alguna de sus infusiones. La idea de Marta envuelta en este embrollo me causaba cierta gracia.

— Ethan, ¿qué harás cuando terminemos todo esto? —pregunté, dejando que la curiosidad asomara en mis palabras.

Ethan abrió los ojos y me miró como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa.

— Probablemente...siga molestándote con mi presencia, pero, aparte de eso, me gustaría viajar a algún lugar exótico, sentir la tranquilidad de no tener ninguna obligación. Digamos que no he salido mucho de Villasantos —expresó, revelando cierta ambición en su mirada.

— Ese un sueño muy bonito Ethan, viajar es maravilloso —respondí, sonriendo ante sus aspiraciones.

— ¿Y tú, Mía? ¿Qué es lo que harás?

Me quedé pensativa un buen rato. La posibilidad de que todo este caos terminara aún no se había asentado en mi mente.

— Creo que... me gustaría seguir los pasos de mi abuela, aprender tanto como ella. Sabe de todo, desde hierbas hasta magia.

En ese momento, un gran temblor nos detuvo a ambos. Nuestras expresiones reflejaron el susto.

El suelo se resquebrajó a nuestros pies, separándonos en dos pequeños trozos de tierra. Caí asustada, intentando desesperadamente alcanzar a Ethan, pero mi esfuerzo fue en vano. El abismo que nos separaba se ensanchaba con cada segundo, y la sombra emergió de las grietas, su presencia oscura y colosal nos hizo sentir diminutos en comparación.

— Habeis llegado antes de lo que esperaba — resonó su voz, cargada de malicia y terror.

Ethan y yo, sin pronunciar palabra, nos colocamos en posición de ataque mientras el suelo continuaba temblando con creciente intensidad. La sombra se movía entre la penumbra con una elegancia siniestra, burlándose de nuestra valentía.

— ¿Se creen muy valientes, verdad? Solo son dos simples niños

En un instante, la sombra lanzó un golpe en nuestra dirección, que logramos esquivar milagrosamente.

— Podremos ser unos niños, pero acabaremos contigo — respondió Ethan con determinación desde la distancia.

La sombra soltó una risa impregnada de una maldad profunda.

— Les daré una última oportunidad. Si toman la decisión equivocada... morirán.

— No eres nadie para darnos nada — respondí con firmeza, lanzando un golpe de luz que la sombra esquivó con gracia, acercándose a mí y rodeándome con su presencia oscura mientras la seguía con la mirada.

— ¿Se te ha olvidado que somos familia, mocosa? Tengo todo el derecho a hacer lo que quiera con ustedes

sentí cómo uno de sus puntiagudos dedos, si es que podían llamarse dedos, rozaba mi cuello de manera amenazadora.

— ¿Por qué no os unis a mí? Al fin y al cabo, lo que necesito son vuestros poderes, y tener por seguro que los tendré, ya sea por las buenas o por las malas — su voz resonaba como un eco maligno en la oscuridad.

— Jamás te daremos nada. En el momento en que esa cosa te poseyó, dejaste de ser nuestra familia — respondí con valentía, mirándola fijamente.

— Vaya... veo que os habeis enterado de cómo son las cosas... Quiero lo que me fue arrebatado, lo que me pertenece por derecho. Este lugar es mi dominio, y vosotros no sois más que juguetes en mi juego

Guardianes de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora