VI: silencio

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Después de una semana de rutina diaria, finalmente llegó el día en que podría visitar a mi abuela. Desde que había comenzado a explorar mas a fondo todo este mundo, había intentado ser un poquito mas organizada en mi vida. Mi naturaleza dispersa a veces me hacía perder de vista las cosas, y pensé que llevar un diario o un pequeño libro de anotaciones propias me ayudaría a mantenerme enfocada.

El libro estaba lleno de páginas con mi caligrafía manuscrita, salpicadas de dibujos y esquemas que ilustraban mis sueños y las experiencias que había tenido. Quería demostrarle a mi abuela que estaba creciendo, que podía ser más organizada y disciplinada. Quería que se sintiera orgullosa de mí.

De camino a casa de la abuela, mi cabeza se convirtió en un torbellino de pensamientos, por un breve instante, algo más mundano cruzó mi mente. Recordé que había quedado con Marta, la conversación sobre el baile y el misterioso colgante de mi madre habían ocupado mis pensamientos, y había olvidado que estaría en mi casa  más tarde.

— ¡Mía, mi querida nieta!— exclamó mi abuela con una sonrisa.

— Hola, abuela. He traído algo para ti — saqué una pequeña bolsa de tela de mi mochila y la entregué con cuidado.

Mi abuela tomó la bolsa y la abrió con curiosidad. Cuando el aroma de lavanda, romero y salvia llenó la habitación, su expresión cambió. Sus ojos brillaban con admiración y gratitud.

— ¡Qué hermosa ofrenda, Mía! — dijo mi abuela mientras apreciaba las fragantes hierbas. — Esto será de gran ayuda.

Mi abuela también había compartido conmigo su conocimiento sobre las propiedades mágicas de estas hierbas, son de gran importancia para potenciar energías.

Decidida a contarle sobre el misterioso collar que había encontrado en el cuarto de mi madre, me preparé para iniciar la conversación. Había llevado el dibujo del símbolo del collar para mostrarle y estaba ansiosa por recibir sus respuestas .

Mientras ambas nos acomodábamos en el sofá de su acogedor salón, el timbre de la puerta sonó de manera repentina. La sorpresa me hizo detenerme en seco, y mi abuela se levantó con una sonrisa.

— ¡Uy, quién será a estas horas! — exclamó mientras se dirigía hacia la puerta.

Mientras mi abuela abría la puerta para recibir a nuestro inesperado visitante, aproveché el momento para ojear los libros antiguos que descansaban en una pequeña mesa cercana. Los libros eran viejos tomos repletos de sabiduría ancestral sobre los sueños y los dones oníricos que habían sido transmitidos a lo largo de las generaciones de nuestra familia.

Sin embargo, mi atención se desvió de repente hacia una fotografía en blanco y negro que estaba escondida entre las páginas de uno de los libros. En la fotografía, una mujer joven y elegante posaba en lo que parecía ser un jardín exuberante. Vestía con la moda de otra época, y mi corazón se aceleró cuando noté que llevaba puesto el mismo collar que había visto en la habitación de mi madre.

Rápidamente saqué mi teléfono y tomé una foto de la imagen, sintiendo que estaba ante una pieza clave de un enigma que comenzaba a tomar forma.

Pasé unas pocas hojas más, avisté otra imagen que me dejó perpleja. Era un dibujo de un hombre. Su figura estaba envuelta en un aura de valentía y determinación, y, al igual que las figuras anteriores, llevaba puesto ese misterioso collar

La voz animada de mi abuela regreso al salón,  persiguiendo a los vendedores de enciclopedias una vez más. Su risa resonaba por la sala.

—Ya están intentando venderme enciclopedias otra vez. ¡Si supieran que yo sé más que esas cosas! —bromeó con una risa contagiosa. —Mía, ¿estás bien? Estás pálida.

Tragué saliva y respondí con una sonrisa forzada, evitando sus ojos inquisitivos.

—Estoy bien, abuela, solo me siento un poco mareada. Tal vez sea mejor que me vaya.

A pesar de mi deseo de compartir mis descubrimientos sobre el collar y las preguntas que me atormentaban, sabía que este no era el momento adecuado. Guardé mi secreto un poco más y dejé que mi abuela se concentrara en ahuyentar a los vendedores de enciclopedias, al menos por un tiempo.

Regresé a casa con la mente llena de pensamientos y emociones revueltas. Necesitaba un momento de calma, un espacio para reflexionar sobre todo lo que estaba sucediendo en mi vida.

Cuando llegué a la puerta, me sorprendí al encontrarme con Marta esperándome en el umbral.

— Hey, ¿dónde estabas? Llevo 10 minutos aquí afuera —me preguntó con una sonrisa curiosa.

La verdad era que no tenía idea de cuánto tiempo había pasado. Traté de disimular, pensando rápido.

— Fui a comprar unas cosas que necesitaba —respondí rápidamente.

Ambas entramos en casa, y aunque sabía que Marta estaba emocionada por pasar la tarde juntas, en mi interior, no me apetecía mucho la idea. Necesitaba respuestas, aclarar los enigmas que había encontrado en el cuaderno de mi abuela. A pesar de mi confusión, hice un esfuerzo por mantenerme presente y pasar la tarde con Marta, sabía que era importante para ella.

Guardianes de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora