XXXV: Un resplandor de esperanza

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La lucha era cada vez más desesperada, nuestras fuerzas flaqueaban, y la sombra se regodeaba en nuestra debilidad. Al borde del desmayo, lanzaba miradas a Ethan, cuya expresión reflejaba el mismo agotamiento. En medio de la oscuridad, mi mente oscilaba entre la furia y la tristeza, sintiendo cómo la sombra ganaba terreno en nuestra batalla.

De repente, en la distancia, algo rompió la penumbra. Un destello dorado llenó mi vista, creando una sensación cálida y reconfortante. Distinguía apenas la figura de alguien que se acercaba, pero no podía discernir si era una ilusión o una realidad tangible. Los símbolos en las paredes del templo comenzaron a iluminarse, y mi collar respondió con destellos sincronizados, como si estuviera en sintonía con aquella luz.

Mientras las criaturas continuaban su asedio, el resplandor nos envolvía como un escudo protector. Mi preocupación por las bestias se desvaneció, ya que parecía que aquel destello nos otorgaba una barrera de seguridad. La incertidumbre se transformaba en una extraña sensación de alivio.

De repente, una mano descendió sobre mi hombro, sobresaltándome. Giré rápidamente y me encontré con una figura que me dejó sin aliento, mi abuela. Un sendero de alegría se abría ante nosotros después de tantos días en la oscuridad implacable de aquel mundo. Las lágrimas, liberadas como un torrente, caían de mis ojos mientras me arrodillaba frente a la silueta reconfortante de mi abuela.

Mi abuela, con un gesto de ternura, sujetó mi rostro y pronunció unas palabras reconfortantes

— Querida, hoy no estáis solos.

Al girar mis ojos, me encontré con un espectáculo mágico, siluetas de luz dorada avanzaban en manada hacia las criaturas que nos habían herido a Ethan y a mí. ¡Eran nuestros ancestros! Observé maravillada cómo algunos de esos seres familiares aparecían en las páginas amarillentas del antiguo libro de dones de mi abuela.

Todo esto lo habían hecho por salvarnos, un desfile resplandeciente que dejaba al descubierto una conexión ancestral que desconocía. ¿Mi abuela los había invocado? La visión era tan sorprendente que mi cuerpo apenas reaccionaba ante tal espectáculo.

Las siluetas doradas se movían con determinación, enfrentándose a las criaturas con un propósito claro, protegernos.Las lágrimas brotaron de mis ojos ante la belleza y el poder que emanaban de aquel encuentro místico.
En ese momento, entendí que la fuerza de la familia trasciende incluso las barreras entre la vida y la muerte.

Al mirar a Ethan, noté su asombro y, a pesar de su estado maltrecho y sus heridas, sus ojos irradiaban alegría. En la distancia, la luz de la piedra resplandeció, recordándome la misión vital de recuperarla.

— Abuela, ¿qué tan importante es aquella joya? —le pregunté

pero ella no respondió, estaba totalmente centrada en guiar la batalla. Decidí aventurarme hacia la joya, corriendo velozmente y esquivando los ataques de la sombra.
La batalla era intensa, pero mi determinación por recuperar la piedra no flaqueaba. Al llegar a la mitad de la estatua, la sombra me agarró bruscamente, frustrando mi avance.

— Estúpida, ¿a dónde crees que vas? —gritó mientras me zarandeaba.

— ¡Suéltame, maldita cosa asquerosa! —le respondí con rabia.

La sombra maldecía enfurecida y se disponía a lanzarme contra una pared, pero un golpe seco la detuvo. Caí al suelo y al mirar, vi a Ethan desafiándola.

— ¡Eh! ¡Estás acabado! —exclamó Ethan, devolviéndome la sonrisa.
Rápidamente me dirigí hacia la joya, luchando por sostenerla después de un esfuerzo considerable.

Al tenerla en mis manos, corrí directamente hacia el lado donde mi abuela había construido la protección. La sombra intentaba alcanzarme, y ya no podía divisar a Ethan entre la densa niebla.

Todo a mi alrededor comenzó a oscurecerse, sumiéndome en una penumbra densa que devoraba los contornos de la sala, hasta que la negrura se volvió la única paleta de colores. En ese mundo sin luz, continué caminando, percibiendo el crecimiento amenazante de la sombra tras de mí.

Su voz resonó en el vacío oscuro.

— Devuélveme eso, por las buenas o a las malas.

Me enfrenté a la oscuridad que se aproximaba.

— Tendrá que ser por las malas.

Lancé una bola de energía hacia la sombra, desafiándola en medio de la negrura. En respuesta, la sombra contratacó con un torbellino oscuro que amenazaba con envolverme. En ese instante de urgencia, mi mano instintivamente buscó el hueco del collar.

Con movimientos rápidos y decididos, intenté colocar la piedra en el hueco del collar, como si fueran piezas destinadas a encajar.

Pero accidentalmente, debido al temblor de mis dedos provocado por la tensión, la joya cayó al suelo, generando un breve instante de pausa entre la sombra y yo.

En ese momento, ambos parecíamos anticipar los movimientos del otro.

Movida por la determinación, corrí con todas mis fuerzas para alcanzar la joya primero. Sin embargo, a mitad de camino, la sombra me embistió con fuerza, dejándome momentáneamente inmovilizada en el suelo.

Aprovechando mi vulnerabilidad, la sombra se apoderó de la joya, regocijándose entre risas malévolas.

— Niñata, ¿no te das cuenta de que soy superior a vosotros? Al fin podré tener todo lo que quise, y vosotros no seréis más que unos perdedores. Ja, ja, ja.

En ese instante, en el umbral de la aceptación de la derrota, cuando la sombra se regodeaba al acercar la preciosa joya a su forma etérea, sentía que nuestra resistencia llegaba a su límite. La sombra, en su triunfo aparente, se burlaba de nuestra impotencia frente a su oscura magnificencia.

Sin embargo, el destino, caprichoso y lleno de misterios, aún tenía cartas por jugar.

Un destello inesperado cruzó el espacio con una intensidad deslumbrante, provocando que la joya se le escurriera de las manos, interrumpiendo su triunfo momentáneo.

Aquel destello impactante me obligó a retroceder unos pasos, aturdida por su intensidad.

Mientras la sombra, enfurecida por la interferencia de una fuerza desconocida, desplegaba su oscuridad con mayor intensidad, una cálida voz resonó en mi mente.

— Querida, coge la piedra, ponla en el collar y sal de aquí. Esto es entre esa cosa y yo —dijo la voz, y al girar la vista, reconocí las palabras sabias y amorosas de mi abuela.

Mis lágrimas brotaban sin cesar, enfrentándome al dilema de abandonar a mi abuela en aquel enfrentamiento sobrenatural. ¿Cómo podía dejarla sola contra esa entidad oscura?

— Abuela, pero, pero tú... ¿cómo saldrás de aquí? —pregunté con angustia.

Mi abuela me dedicó una sonrisa serena y parpadeó suavemente, transmitiéndome una sensación inexplicable. No entendía completamente su gesto, pero la inquietud se apoderaba de mi ser.

— Vaya... volvemos a vernos... —le espetó la sombra a mi abuela interrumpiéndome

— La historia se repite —gritó mi abuela con determinación, desafiando a la oscuridad que se cernía sobre nosotros.

Una vez más, me lancé hacia la joya que reposaba en el suelo, corriendo con la determinación de recuperarla. Al tenerla entre mis manos, giré rápidamente para mirar a mi abuela.

Estaba plantada firmemente frente a la sombra, dispuesta a enfrentarse a ella sin importar las consecuencias. El brillo en sus ojos no reflejaba temor, sino una profunda convicción de proteger a su familia, incluso a costa de sacrificar su propia seguridad.El enfrentamiento entre mi abuela y la sombra continuaba, con destellos de luz y sombras danzando en un combate épico.

Las lágrimas seguían surcando mi rostro mientras observaba la escena, sintiendo una mezcla de angustia, amor y gratitud por la valentía de mi abuela.

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