Estrés.

1.3K 47 10
                                    

Nicole:
Cuando escuché la voz de Gabriel casi le pido al taxista que acelerara y que no dejara que Gabriel me volviera a calentar el oído, pero fue inevitable, no tuve el corazón de dejarlo ahí plantado.
-¿Que quieres, Gabriel?
Gabriel me clavó su ardiente mirada de color chocolate y después se dirigió a la ventanilla del taxista, y escuché que le dijo:
-Si nos esperas cinco minutos te pago el doble.
Vi como el taxista sacaba la mano por la ventanilla e hizo el trato con Gabriel, yo simplemente me quedé en el sitio observando la escena.
Gabriel me cogió por el brazo y me metió en un callejón cercano, y aunque aquello estaba oscuro había un atisbo de luz por una farola cercana.
Mi única reacción fue tragar saliva al ver las intenciones de él, y después me pegó contra la pared.
Después me apartó el pelo de la cara y noté como su aliento me rozaba el cuello mientras que su boca me mordió la oreja izquierda, y me dijo:
-No sabes el tiempo que llevo soñando contigo.
Notaba como su mano subía por mi pierna hasta que me subió el vestido por las caderas, y después su boca atrapó la mía.
Su lengua acarició el techo de mi boca mientras que yo le mordía suavemente tirándole del labio superior, aquello se había convertido en una hoguera con nosotros sumergiéndonos en ella.
Cuando noté que su mano se coló dentro de mi, mi única reacción fue separar mi boca de la suya; aquello estaba siendo muy fuerte para mi, crudo e incluso sorprendente.
-¿Que has hecho conmigo, pecas? ¿Por qué no te vas de mi puta cabeza? ¿Que quieres, volverme más loco de lo que ya estoy?
Pero yo no le contesté, yo seguía perdida en sus caricias, aquello era puro fuego.
-Sigues en mi puta cabeza, y me da igual lo que esté haciendo; da igual si estoy dormido o despierto, o simplemente comiendo porque solo te imagino que a ti.
Al notar que pronto me iba a ir en su mano Gabriel intensificó sus caricias llegando más hondo dentro de mi, y yo simplemente cerré los ojos sintiendo aquella maravillosa tortura.
Cuando abrí los ojos Gabriel ya había retirado su mano, y con una enorme sonrisa me dijo:
-Me debes un orgasmo, pecas.
Yo no supe que contestarle, aunque tampoco es que me dejara hacerlo porque me cogió de la mano y me metió en el taxi que nos seguía esperando.
El silencio fue abrumador, y aunque yo no le tenía ninguna vergüenza no quise mirarlo a la cara, simplemente me quedé sentada ahí esperando llegar a cualquier parte.
Cuando vi que llegamos a mi casa bajé del taxi, mientras que escuché a Gabriel decirle al taxista.
-Gracias por esperarnos.
-¡De nada! Era un trato tío.
Y por cierto, me alegro de que ya estés libre.
Al menos aquello me arrancó una sonrisa que Gabriel vio, así que antes de pagarle me guiñó un ojo devolviéndome la sonrisa.
Cuando el taxista se fue Gabriel me volvió a coger de la mano, después me hizo subir las escaleras que daban a mi portal y me quitó las llaves de las manos.
¡Vaya, al parecer tenía prisa!
Una vez dentro del edificio me metió en el ascensor con muchísima urgencia, la mala suerte hizo que entraran una pareja con dos niños, y lo de liarse con la parejita pero sobre todo con los niños no entraban en nuestros maravillosos planes.
Aquella puta caja de metal subía piso tras piso pero la parejita con los putos niños nada que se iban, así que Gabriel no lo aguantó más y me terminó besando.
¡De puta madre!
Justo en ese momento la parejita se bajó del ascensor con la cara desencajada, pero antes de que pudieran irse Gabriel se separó de mi mientras que yo trataba de recuperar el aire, y le dijo al padre de los niños:
-¡Eh, tú!
El señor se dió la vuelta para mirar a Gabriel, y después le dijo:
-¡Como digas una sola palabra de esto te reviento! ¿Estamos?
El hombre asintió con el miedo reflejado en su cara, después de que desapareció por aquél pasillo Gabriel se volvió a meter en el ascensor.
-¿Que te pasa pecas?
Mi fría mirada se clavó en la suya mientras que negaba con la cabeza.
-¡Tú eres un bestia, pero eres un bestia con ganas!
Y encima de que me besas delante de unos niños amenazas a ese pobre hombre como a quien le pides la hora, ¿pero tú de qué vas chaval?
Gabriel se echó a reír, mis ganas de matarlo eran serías.
-No te preocupes rubia, que los niños con el internet ya lo han visto todo.
Y por el sopla pollas ese no te preocupes que no va decir nada, ya me he ocupado yo.
-Ah, que encima lo has hecho por mí. Que generoso de tu parte.
Pero en vez de contestarme cuando aquella caja de metal abrió sus puertas me sacó de allí y me metió en mi casa, su urgencia era latente.
Ya dentro de mi ático nuestra ropa voló por todas partes, hasta que me tuvo desnuda encima de él rebotando sobre mi sofá.
Sus manos estaban sobre mis caderas mientras que me guiaba de arriba hacia abajo marcando el ritmo, mis ojos estaban cerrados disfrutando el momento, aquello era puro fuego.
Sentí como una de las manos de Gabriel me apretaba el culo y la otra la tenía en mi cuello, sus manos no dejaron nunca de tocarme, hasta que elevé mi cabeza hacia arriba gritando su nombre.
Pero en vez de parar guíe mi mano hacia abajo, muy abajo hasta que le hice gritar sobre mi boca.
Después de caer redonda sobre su pecho Gabriel me apartó el pelo de la cara, y me preguntó:
-¿Y eso?
Yo despegué mi cara de su pecho y lo miré fijamente para decirle:
-Te debía un orgasmo, ¿no?
Gabriel me sonrió de oreja a oreja, después me cogió de la barbilla y me besó con lengua.
Pero yo ya estaba muy cansada, y no estaba segura de soportar otro asalto.
Así que, caí redonda hasta que me quedé dormida sobre su pecho.
Al siguiente día me desperté con un dolor de cabeza horrible y cuando abrí los ojos lo vi dormido debajo de mi, yo solo pude que admirar su cara.
Su barba de dos días me tenía completamente loca, esos labios que me besaban tan expertamente y dejaban temblando.
Pero yo tenía una cosa clara, esto no iba a ser como siempre.
Así que, me levanté de encima de él y me metí en la ducha, necesitaba despejarme.
Cuando terminé de secarme y de ponerme un camisón blanco por encima de las rodillas salí del baño y me dirigí a la sala encontrándome con Gabriel sentado en el sofá, se había vestido pero tampoco es que llevaba buena cara.
-Creí que cuando me despertara te encontraría, pero tonto de mi por creer eso.
Yo elevé la comisura de mis labios sonriéndole con cierta ironía, y le dije:
-Mira, eso de primero me cabreo y luego folleteo creo que se acabó, lo de anoche estuvo de puta madre pero ya está.
Vi como Gabriel asintió con la cabeza, después cogió sus cosas y se fue.
Yo cerré los ojos con fuerza, las ganas de llorar eran muy latentes.
Yo estaba segura por mis sentimientos hacia él, pero hasta que los no sanemos nuestras heridas jamás podríamos intentar algo más serio.
Me fui para el baño y me miré la cara, de repente se me había llenado de granitos, al parecer el estrés estaba acabando conmigo.
Ese día quise irme a darme una vuelta yo sola, así que me fui al parque del Retiro y me senté en un banco mientras que veía a la gente ir y venir.
Y me dió por echarme una foto y la subí en mis historias de Instagram, pero al rato recibí varios mensajes diciéndome que tenía la cara de cansada y que se notaba que me habían salido acné por el estrés.
Aquello me dejó en la profunda mierda, así que escribí en el bloc de notas de mi iPhone y lo subí también en mis historias.
Gabriel:
Vi la primera foto que subió Nicole, la verdad es que a mí me volvía loco de todas las maneras posibles, pero lo único que me jodió fue ver el maldito estrés que se reflejaba en su cara.
Pero al rato vi que subió otro stories y el corazón se me paralizó al ver lo que había puesto.
O sea, que alguna mala persona se había metido con la cara de mi chica y eso sí que no lo iba a consentir.
Así que cogí las llaves de mi casa y me fui para buscarla, tenía que hablar con ella.
Cuando llegué a su edificio llamé a la puerta, y en vez de abrirme escuché que me dijo:
-¡Déjame en paz!
Era yo, ¿o estaba llorando?
-Por favor no llores, pecas. ¡Ábreme la puerta!
-¡Te he dicho que no!
¡Jodeeeer! Yo me aparté para que Nicole no me escuchara, y saqué mi móvil del bolsillo para llamar a su hermana quién me lo cogió a la primera:
-Dime, Gabriel.
-Oye, necesito que vengas al edificio de Nicole y me des las llaves de su casa.
-Si, ya he visto sus stories de hecho iba a ir yo para hablar con ella.
-Por favor, Chloe, necesito que me hagas ese favor.
-Dame cinco minutos y estoy ahí.
Y así fue, Chloe vino y me dió las llaves de la casa de Nicole.
-Muchísimas gracias.
Chloe asintió, después se dió la vuelta y se fue.
Así que yo sin pensármelo dos veces abrí la puerta del ático y entré en el, Nicole estaba sentada en el sofá con la mirada fija en la tele y cuando me vio me dijo:
-¿Como coño has entrado aquí?
-Tu hermana me ha dado las llaves.
Nicole se levantó del sofá y se asomó por la ventana, y escuché como le gritó a su hermana:
-¡Traidora!
Cuando cerró la ventana me miró fijamente, sus ojos azules me quemaba todo mi sistema nerviso.
-¿Que quieres?
-Estar contigo.
Ella asintió, pero en vez de acercarse a mi empezó a gritarme.
-¡Cálmate, Nicole!
-¡No me da la gana!
No puedo más, Gabriel, estoy agotada.
Justo en ese momento mi móvil empezó a sonar y maldije para mis adentros cuando vi que era Maritere, así que se lo cogí y le dije:
-¡Déjame en paz de una puta vez!
-Pero papi...
Odiaba esa palabra como no teníais idea.
-¡Deja de llamarme así!
¡Y olvídate de mí!
-Y todo por esa maldita niñata.
Mi rabia invadió mi cuerpo, así que no me lo pensé más y le dije:
-Ya quisieras tú tener la misma madurez mental que mi pecas.
Y me colgó, genial.

Resiliencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora