Seis años.

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Gabriel:
Cuando escuché que me llamaban al timbre se me paralizó el corazón, sabía que Nicole vendría, lo sabía.
Así que, me levanté corriendo del sofá y tras correr se me cayó el móvil al suelo pero me importó una mierda.
Cuando abrí la puerta ahí me la encontré, estaba con sus ojitos mirándome como un corderito y mi sonrisa se ensanchó tanto que pensé que se me partiría la cara.
Sus ojazos azules me miraron como pidiéndome que no la rechazara, ¿de verdad pensabas eso? A ver, estoy loco pero tampoco es para tanto.
-Entonces, ¿si me quieres?
-Si, si te quiero.
El corazón me fue a dos mil por hora, y escuchaba los latidos de mi corazón desbocándose, yo no lo aguanté más y la cogí para llevármela dentro de mí casa, ahora sí que sí, nadie me la quitaría de las manos.
Una vez dentro nos fuimos desnudando mientras nos besábamos y después, la cogí empotrandola contra la pared.
-Dime una cosa, pecas:
¿Me has echado de menos?
Nicole sacó la cara de mi cuello para mirarme fijamente, y me soltó:
-¿Y todavía lo dudas?
¡Joder, me he estado volviendo loca!
Yo la miraba agilipollado, su exasperación me contagió a mí.
-¡Me vuelves loco, rubia!
Nicole me sonrió y atrapó mi boca en un beso, para después tirarme sobre mi cama.
Una sonrisa cautivadora salió de su boca haciéndome temblar en el sitio, y se quitó el vestido por arriba dejándome sin aliento.
Sus perfectas curvas me invitaban a comérmela, me invitaban a no soltarla nunca más.
Sin esperarselo le di la vuelta para que quedará debajo de mi y le puse los brazos sobre ambos lados de su cabeza, necesitaba que se derritiera bajo mis manos, necesitaba tatuarle en su piel mis caricias y mis besos para que no se olvidara jamás.
Nicole se tensó bajo mis manos, ella siempre quería llevar la voz cantante pero esta vez la haría gritar mi nombre como otras muchas veces se lo prometí.
Cuando me deshice de todas nuestras ropas y la tuve desnuda para mí bajé ni boca sobre su cuerpo haciéndola estremecerse, sus pupilas dilatadas como siempre que la tenía cerca me hacían un repaso, y la observé mientras que estaba mordiéndose el labio de abajo.
Yo agaché mi cabeza por su cuerpo chupándola por entera, no deje ningún recoveco por saborear y ella solamente gemia cuando repasaba mi lengua por ese punto tan sensible que tenía entre sus piernas.
Era perfecta incluso ahí, y yo por primera vez en mi vida supe que si que me la merecía, que me merecía estar con ella, que me merecía que me dijera te quiero.
Nicole se impacientó de estar debajo de mi y se dió la vuelta dejándome debajo de ella y empezó a besarme el cuello, para después bajar sobre mi pecho y regar suaves besos de arriba abajo.
Su lengua me lamió a lo largo de mi cuello hasta introducir su lengua en mi boca, y como pude me puse un condón.
Un momento después ya estaba dentro de ella en un movimiento suave pero sin perder el ritmo, sus manos se apoyaron en mi pecho mientras que con mis manos en sus nalgas la guiaba de arriba abajo.
Aquella fricción me estaba matando, sobre todo al verla echar la cabeza hacia atrás soltando suaves gemiditos.
Era el puto paraíso, y si aquello no era perfecto que bajara dios y lo viera.
Nicole cada vez se iba dando más y más impulso, y yo noté como me iba apretando cada más vez porque sabía que se venía el momento de gritar mi nombre.
Como pude me levanté un poco y enterré mi cara en su perfecto cuello, con ese aroma de aire de  Loewe que me volvía loco.
Nicole se aferró a mí pelo, su cara era digna del mejor poema, estaba tan perdida en las sensaciones que ni siquiera se daba cuenta de nada más.
Y ahí fue cuando la escuché gritar:
-¡Gabrieeeel!
Y se fue mientras que gritaba sobre mi boca, y yo con solo verla de esa manera grité mi propio orgasmo sobre la suya.
Su cabeza cayó sobre mi pecho, estaba exhausta y trataba de regularizar su respiración.
Cuando lo consiguió levantó su cabeza y colocó su antebrazo en mi pecho para poder mirame, y me soltó:
-Es el mejor polvo que hemos echado.
Mis sonrisa llegó de aquí a Nueva York, y le puse una mano detrás de su cuello y la agaché para besarla.
Cuando se separó de mi me di cuenta que quería decirme algo, pero no sabía cómo.
-¿Que ocurre, pecas?
Nicole se apartó el pelo de la cara hacia atrás, y me dijo:
-He pegado un puñetazo a Maritere.
Y se tapó la cara con las manos, mi única reacción fue reírme porque literalmente para que Nicole hiciera eso había que sacarla muchísimo de sus casillas.
Yo le aparté las manos de su preciosa cara, y me di cuenta que tenía aún más pecas que antes.
-¿Que has hecho qué?
Nicole apartó su mirada de mi, era tan adorable.
-Pues si, le di un puñetazo.
Se lo merecía, lo siento.
Yo negué con la cabeza, si ella había actuado así era porque la otra la había provocado.
-No lo sientas.
¿Tú te has quedado a gusto?
Ella asintió entusiasmada haciéndome reír, y le dije:
-Pues eso es lo importante, mi amor.
Con esa última frase ella me sonrió, ¡joder, me vuelve loco!
-¿De verdad soy tu amor?
Aquella pregunta me encantó, ella quería asegurarse de eso y yo encantado de hacerlo.
-Por supuesto, ¡mi amor!
Ella se echó a reír, hacía tanto que no la veía así de relajada conmigo que tenía miedo de que solo fuera un sueño.
Estuvimos un rato hablando y aclarando las cosas, y ambos llegamos a una importante conclusión.
-Gabi, no quiero que nadie sepa que estamos juntos por fa, es que así es tan fácil sin tener a alguien entrometiéndose donde no les llaman.
Yo me aparté un mechón de la cara, y si, de momento nadie sabría nada.
-Estoy de acuerdo, Pecas. Al menos hasta que se acaben las grabaciones.
Ella asintió feliz, si eso quería ella así sería.
Pasemos varias horas del domingo hablando, comiéndonos, follando, necesitábamos recuperar el tiempo perdido.
Pero, justo en ese momento el móvil de Nicole empezó a sonar histérico.
-Mierda, mi madre.
Yo la miré riéndome, y la solté:
-Dile que cuando termines de follar conmigo que la llamas.
Ella abrió los ojos como platos mientras que yo me descojonaba, y ella sin poderlo evitar me dió un manotazo en mi brazo y yo seguí riéndome.
Nicole contestó el móvil poniéndolo en manos libres, y le dijo a su madre:
-Dime, mamá.
-¿Se puede saber dónde coño estás?
-Estoy en la casa de una amiga, ¿por?
-Porque tu hermana acaba de volver de Francia y hoy celebramos acción de gracias ya sabes, con la familia de tu padre.
Ella y sus raíces americanas.
Nicole colgó mirándome como con pena por tener que irse, pero tenía que hacerlo.
-Lo siento, amor, pero me tengo que ir.
¿Amor? ¿Nicole me había dicho amor? ¡Increíble!
Cuando nos vestimos no dejamos de besarnos hasta que llegamos a la puerta, después la besé detrás de la oreja donde estaba ese tatuaje que me gustaba tanto.
-Nos vemos luego más tarde, ¿vale?
Ella asintió sonriéndome feliz, muy feliz.
Me cogió de la cara y me plantó un besazo, y cuando se separó de mi salió por la puerta y se fue de mi casa.
Cuando cerré la puerta cerré el puño y con el brazo subiéndolo de arriba abajo dije:
-¡Bien, así se hace Guevara!
Nicole:
Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue quitarme lo zapatos porque me estaban matando, y cuando me di la vuelta mi madre me estaba mirando con cara de loca preguntándose en donde había estado su hija.
-Nicole Alejandra Wallace del barrio, ¿donde has estado?
Yo abrí los ojos como platos, lo que me faltaba: tener a mi madre de preguntona.
-Pues anoche me fui de fiesta y después me fui a dormir a la casa de una amiga, ya está.
Mi madre asintió, y me dijo:
-Te veo muchísimo mejor, me alegro mucho, corazón.
-Gracias, mami.
Y ahora si no te importa, me voy a la ducha ¿vale?
Dos horas después me encontraba en la casa de mis tíos, ellos americanos vivían desde hace muchísimos años aquí en Madrid, pero nunca renunciaron a sus costumbres americanas.
Mi hermana me miró confundida, sabia que algo escondía.
-¿Te ocurre algo, sister?
Mi respuesta fue inmediata:
-Eh, no. ¿Por?
-No lo sé, se te ve eufórica.
La actitud que tienes hoy no tiene nada que ver con la de hace días atrás, y me gusta.
Yo sonreí a mi hermana, y aunque la quería muchísimo no le conté absolutamente nada de mí reconciliación con Gabriel.
El tiempo pasó volando, y yo me moría de ganas por llamarlo por teléfono.
Gabriel:
Cuando se fue Nicole lo hizo dejándome un vacío terrible, pero su madre la había llamado y yo tenía que respetar eso.
Un rato después aparecieron House y Bob, y aunque me hicieron varias preguntas yo supe muy bien como salir del paso.
-Nicole y yo hemos hablado las cosas y hemos decidido ser solo amigos, tenemos todavía bastante tiempo de rodaje y no queremos seguir peleados.
Bob y House se miraron entre ellos y después empezaron a reírse, ¡menudos gilipollas!
-Ya, ya, seguro.
Yo me tuve que contener para no pegar a House, pero sinceramente que pensaran lo que quisieran.
Un rato después me fui con Clemente a comprar tabaco, y aunque era domingo él siempre se encargaba de mi seguridad.
Íbamos por la calle que estaba totalmente desierta cosa que yo vi normal porque era domingo y encima hacia frío, cuando escuché el fuerte ruido de una pistola "PUM".
Clemente me metió dentro de un trastero bajo unos edificios de aquella calle, y vi como él llamaba a la policía.
-¿Que cojones?
Mi confusión iba en aumento, pero pronto caí en la cuenta de que se trataba de aquél hombre al que le pegué un golpe rompiéndole la nariz. Al parecer, quería vengarse de mi.
Justo en ese momento mi móvil empezó a sonar, los disparos no dejaban de sonar por toda la calle. Tal vez, con la esperanza de que me pillara alguna bala.
Cuando miré la pantalla de mi IPhone vi que se trataba de Nicole, así que me metí más adentro de aquél trastero y la contesté.
-¿Que pasa, nena?
-Oye, ¿no te habrás arrepentido de lo de anoche? Porfa, dime qué no, dime qué no.
Mi sonrisa hizo su acto de presencia, sinceramente yo no sé cómo esta niña podría pensar en algo así.
-Pero como me voy a arrepentir si tú eres el amor de mi vida.
Yo escuché como ella soltó todo el aire como sintiéndose aliviada, y yo sonreí aún más.
-Quiero verte y decirte cuando te quiero, porque te quiero muchísimo, Gabriel.
Yo sentía que me moría, la quería aquí conmigo pero ahora mismo con lo que estaba pasando era muy difícil.
Justo en ese momento noté como Clemente me quitaba el móvil de la oreja, y yo lo miré cabreado:
-¿Se puede saber que coño haces?
-Con lo que está pasando ahí fuera y tú hablando con tu novia de cosas que no son importantes, y mientras en la calle un gilipollas queriendo matarte.
Yo miré a Clemente aún más cabreado, él no tenía ni puta idea de nada.
-Llevaba seis años esperando esta llamada ¿sabes? Seis putos años esperando a que ella me llamara y me dijera te quiero, así que para mí si que era importante.
Clemente negó con la cabeza, y me dijo:
-Antepones tu enamoramiento por esa niña que a tu propia vida.
-Mira, Clemente, estos meses han sido un puto infierno para mí.
Joder, tú no sabes lo que es sentirse señalado con el dedo por algo que ni siquiera has hecho, o perder a la única mujer que realmente te importa y quieres, no lo sabes.
Justo en ese momento escuchamos como las sirenas de la policía sonaban por toda la calle, y vi como Clemente hablaba con alguien por el pinganillo.
-Recibido.
-¿Y?
-Han detenido al loco que te ha atacado.

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