HAZEL XXX

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—¡Por fin!—gritó Escirón—. ¡Ha sido mucho más de dos minutos!

—Lo siento—dijo Jason—. Era una decisión importante... elegir qué pie lavar.

Hazel trató de despejar su mente e imaginarse la escena a través de los ojos de Escirón: lo que el bandido deseaba y esperaba.

Esa era la clave para usar la Niebla. No podía obligar a alguien a ver el mundo a su manera. No podía hacer que la realidad de Escirón resultara menos creíble. Pero si le mostraba lo que quería ver... Bueno, era hija de Hades. Se había pasado décadas literalmente muerta, sabía cómo era anhelar una vida pasada que sólo recordaba a medias, distorsionada por la nostalgia.

Los muertos veían lo que creían que iban a ver. Igual que los vivos.

Hades era el dios del Inframundo y el dios de la riqueza. Tal vez esas dos esferas de influencia tenían más cosas en común de lo que Hazel creía. Entre la nostalgia y la codicia no había mucha diferencia.

Si podía invocar oro y diamantes, ¿por qué no invocar otro tesoro: una visión del mundo que la gente quería ver?

Por supuesto, se podía equivocar, en cuyo caso ella y Jason se convertirían en comida para tortuga.

Posó la mano en el bolsillo de su chaqueta, donde guardaba el palo mágico de Frank, que parecía pesar más de lo normal. En ese instante no sólo llevaba encima el salvavidas de su amigo. Llevaba las vidas de toda la tripulación.

Jason dio un paso adelante, haciendo caso omiso a su dolor, con las manos abiertas en señal de rendición.

—Yo iré primero, Escirón. Te lavaré el pie izquierdo.

—¡Excelente elección!—Escirón retorció los dedos peludos y mortecinos de sus pies—. Es posible que haya pisado algo con ese pie. Lo notaba un poco blando dentro de la bota. Pero estoy seguro de que lo limpiarás bien.

A Jason se le pusieron las orejas rojas. Por la tensión de su cuello, Hazel advirtió que estaba sintiendo la tentación de dejar esa farsa y atacar: un puñetazo rápido y bien colocado. Pero Hazel sabía que si lo intentaba, fracasaría.

—Escirón—intervino ella—, ¿tienes agua? ¿Jabón? ¿Cómo se supone que vamos a lavar...?

—¡Así!

Escirón hizo girar la pistola que tenía a su izquierda. De repente se convirtió en una botella con pulverizador y un trapo. Se los tiró a Jason.

Jason leyó la etiqueta entornando los ojos.

—¿Quieres que te lave los pies con limpiacristales?

—¡Por supuesto que no!—Escirón frunció el entrecejo—. Pone "limpiador de superficies múltiples". Y está claro que mis pies cuentan como superficies múltiples. Además, es bactericida. Lo necesito. Créeme, el agua no sirve con estos pequeños.

Escirón retorció los dedos de sus pies, y más vaharadas de olor a cafetería para zombis atravesaron flotando los acantilados.

A Jason le entraron arcadas.

—Oh, dioses, no...

Escirón se encogió de hombros.

—Siempre puedes elegir lo que tengo en la otra mano.

Levantó la pistola que tenía a su derecha.

—Lo hará—dijo Hazel.

Jason le lanzó una mirada furibunda, pero Hazel salió victoriosa del duelo de miradas.

GIGANTOMAQUIA: La Casa de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora