FRANK XXI

50 10 0
                                    


Frank salió de la Casa Negra dando traspiés. La puerta se cerró detrás de él, y se desplomó contra la pared, abrumado por la culpabilidad. Se habría quedado allí quieto y habría dejado que los catoblepas lo pisotearan, pero afortunadamente se habían largado. No se merecía otra cosa. Había dejado a Hazel dentro, moribunda e indefensa, a merced de un desquiciado dios granjero.

Cayó de rodillas, se encorvó sobre sí mismo y vomitó.

Bù Hǎo...

Un par de ancianas con bolsas de la compra pasaron arrastrando los pies. Lanzaron a Frank una extraña mirada, murmuraron algo en italiano y siguieron adelante.

Frank se quedó mirando con tristeza la espada de la caballería de Hazel, tirada a sus pies al lado de su mochila. Podía volver corriendo al Argo II a por Leo. Tal vez él pudiera arreglar el carro.

Pero de algún modo Frank sabía que ese no era un problema de Leo. Era su cometido. Tenía que demostrar su valía. Además, el carro no estaba exactamente averiado. No tenía un problema mecánico. Le faltaba una serpiente.

Frank podía transformarse en una pitón. Tal vez el hecho de haberse despertado esa misma mañana convertido en una serpiente gigante había sido una señal de los dioses. No quería pasarse el resto de su vida haciendo girar la rueda de un granjero, pero si con ello salvaba la vida de Hazel...

No. Tenía que haber otra forma.

"Serpientes"—pensó Frank—. "Ares"

¿Tenía alguna relación su padre con las serpientes? El animal sagrado de Ares era el jabalí, no la serpiente. Aun así, Frank estaba seguro de que había oído algo...

No se le ocurría una sola persona a la que preguntar. Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, cerró los ojos y trató de controlar la respiración.

"Me imagino que estás muy ocupado con la guerra y todo eso... pero necesito una serpiente"—rezó—. "¿Cómo puedo conseguirla?"

Para su inmensa sorpresa, la voz de Ares respondió dentro de su cabeza:

"Vaya, Frank, qué sorpresa"—dijo—. "Nunca llamas, nunca escribes, ni rezas ni haces sacrificios. Pero claro, cuando necesitas una serpiente, vienes corriendo con papá"

Frank hizo una mueca, avergonzado.

—Ehm... yo... mira, lo siento, creo que hemos estado un poco ocupados.

"En eso no te equivocas. Desde que comenzó ese accidente entre los campamentos, Atenea se volvió loca. Digamos que su mente táctica está muy indispuesta, lo que nos ha dejado en las manos de Zeus... sólo diré que estamos perdiendo terreno, y rápido"

—Trabajamos en ello—prometió Frank—. Si llegamos a Grecia, podremos convocar la Gigantomaquia. Pero, para lograrlo, primero necesitamos una serpiente, ¿no tendrás alguna de sobra...?

"¿Oh? ¡Sí! ¡Ese rufián de Cadmus!"—dijo Ares—. "¡Lo castigué por matar a uno de mis hijos, el dragón!"

—¿El qué?

"Esa no es la parte importante"

—Tienes razón—murmuró Frank—. Cadmus... Cadmus...

Recordó la leyenda. Cadmus había matado a un dragón que resultó ser un hijo de Ares. Frank no quería saber cómo Ares había acabado con un hijo dragón, pero, como castigo por la muerte del dragón, Ares convirtió a Cadmus en serpiente.

—Así que puedes convertir a tus enemigos en serpientes—dijo Frank—. Eso es lo que necesito. Necesito encontrar un enemigo. Y luego necesito que lo conviertas en serpiente.

GIGANTOMAQUIA: La Casa de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora