Capítulo 31

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—¡Papá! —me acerco a él —.¿Encontraste a mi hermano?

—No, no lo encontré —responde.

—¿Fuiste a la aldea de los lobos? —le pregunta Killian.

—Si, si fui. Bastián no está allá.

—No puede estar en otro lugar, mi hermano iba hacia la aldea. Lycurgus le debió de debió de haber hecho algo —le digo.

—No, Lycurgus no le hizo absolutamente nada.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Por que está muerto, toda la aldea de los lobos fue masacrada. Cuándo llegué solo encontré un montón de cadáveres, entre ellos el del alfa.

—¿Todos están muertos?

—No quedó uno solo, hija.

—Entonces... ¿Bastián los mató?

—No lo sé, Aurora. Realmente mantengo la esperanza en que no haya sido él.

—Aurora —Cordelia llega junto con Zhang —. He intentado un hechizo de localización, desgraciadamente no encontré a Bastián. Es extraño.

—¿Por qué? —miro a mi amiga.

—Por que cada vez que intento localizar a Bastián soy bloqueada al instante. Es cómo si alguien hubiera puesto un hechizo de bloqueo en Bastián. Es demasiado fuerte.

—Un hechizo de bloqueo... entonces... eso quiere decir que algo le pasó. Mi hermano no volvería a desaparecer así de la nada. Alguien se lo llevó.

—¿Quién? —Killian cruza sus brazos —.¿Quién se atrevería a llevarse al híbrido más fuerte de todos? ¿Queda alguien del pasado qué quiera hacerle daño?

—No —responde Cordelia —. No queda nadie, en nuestros tiempos cómo paladines nos hicimos cargo de absolutamente todos.

—Entonces si no es alguien de su pasado... posiblemente sea alguien del tuyo —Killian desvía la mirada hacia nuestro padre.

—Tampoco puede ser alguien de mi pasado, Ha-Neul está muerta.

—¿Entonces quién pondría un hechizo de bloqueo para evitar qué logremos encontrar a mi hermano? No lo entiendo —comento.

—Yo ya intenté rastrear el poder de Bastián cómo lo hice la última vez, pero no encuentro nada. Me pasa exactamente igual que a Cordelia —dice el Dios Dragón.

—No quiero quedarme aquí sin hacer nada —digo —. Voy a salir a buscarlo. No pienso perder nuevamente a mi hermano, ustedes busquen a los alrededores.

Camino, mi padre aparece frente a mi y me bloquea el camino.

—¿Qué haces? Déjame pasar.

—No irás a ninguna parte, es peligroso.

—Alguien tiene a Bastián, tenemos que buscarlo ya.

—Yo lo voy a hacer, pero ustedes se quedarán aquí sanos y salvos.

—No, yo quiero ayudar. Ya me cansé de sentarme y no hacer absolutamente nada.

—No pienso arriesgar a ninguno de ustedes, se quedarán en la posada de la ciudadela.

—Papá...

—Hija, no te preocupes por nada. Voy a encontrar a Bastián, es mi responsabilidad.

—Tu responsabilidad —dice un hombre —. Que tontería.

Todos comenzamos a mirar los alrededores en busca del dueño de la voz.

—¿Quién está ahí? —pregunta Killian.

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