Capítulo 9: Enferma

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Quise seguirlo pero deseché la idea cuando me di cuenta que jadeaba y simplemente me quedé ahí, en la misma posición, reproduciendo, en mi mente y en mi cuerpo, una y otra vez el maravilloso beso.

-¡Melody! —Escuché una voz desde arriba y vi a Bill bajando alegremente las escaleras con mis cosas encima.

-Hola —Murmuré con cierta alegría la cual desapareció cuando vi a quién venía detrás de él. Me sonrojé estúpidamente al recordar lo que había sucedido.

-Toma —Dijo pasándome mi bolsa y mis libros.

-Gracias, no te hubieras molestado.

-No fue nada, además iba a bajar de cualquier manera —Sonrió —Ah, por cierto, él es mi hermano Tom —Dijo apuntándole con el dedo pulgar. El ladrón de besos estaba jugando con su móvil.

-Ey Tom, ella es Melody, la chica de la que te hablé —Le dijo y este levantó la mirada hacía mí.

-Hola —Musité con voz tímida. Él no dijo nada, simplemente volvió la mirada al aparato que tenía entre sus manos pasando deliberadamente de  mí.

-Ey Bill, tengo cosas que hacer —Se detuvo —Nos vemos en casa... —Se despidió y comenzó a andar hacia el edificio de enfrente.

-Seguro va a verse con alguna chica —Murmuró Bill con cansancio y comenzó a caminar, fui detrás de él — ¿Te iras caminando?

-No, mi hermana viene por mí —Dije buscando el auto de Valentina con la mirada —Que por cierto ya llegó —Dije señalándolo — Hasta mañana, Bill, gracias por todo.

-De nada —Me sonrió apenado y dijo — Oye ¿me das tu número de móvil?

-¡Claro! —Me paso su móvil, escribí mi número rápidamente y se lo devolví.

-Ya está.

-Woh, muchas gracias, así podré mandarte mensajes —Asentí sonriendo y comencé a caminar hacia el carro de mi hermana.

-¿Es tu novio? —Soltó de repente cuando cerré la puerta al subirme.

-¿Novio? ¿Cuál novio? ¡Valentina por favor, no empieces! —Me quejé —Llevo solo dos días de clases ¿cómo puede ser alguien mi novio?

-Claro quede ser —Dijo sonriendo pícaramente — ¿Cómo se llama? —Preguntó alzando las cejas varias veces.

-Bill —Contesté secamente.

-¿Qué edad tiene?

-Va en mi salón, no sé qué edad tiene. Supongo que igual que yo —Murmuré.

-¿Es amable contigo?

- Sí, un poco —Respondí recordando la primera vez que lo vi y como el comenzó a hablarme como si me conociera desde siempre.

-¿Tiene novia?

-¡Yo que sé! Valentina, por favor, deja de entrevistarme.

Llegar al consultorio fue más rápido que siempre, pues esta vez Valentina me llevaba. Generalmente, cuando salía de la escuela, tomaba el transporte que pasaba a dos cuadras y tardaba en llegar a mi destino media hora después. Tenía cita todos los meses, de dos a tres mes, así que ya era rutina para mí. Valentina nunca me acompañaba, ella generalmente trataba de alejarse en esos momentos de mí, de lo que me sucedía. Una vez la escuché decir, cuando hablaba con mama, que lo trataba de hacer era para no hacerme sentir mal y porque si no lo hacía de esa manera no iba capaz de sonreírme y cada vez que me viera se iba a poner a llorar. Era una de las tantas cosas que odiaba de estar enferma, odiaba hacer sentir mal a mi familia. Hacer sentir mal a Valentina me rompía el corazón porque sabía que detrás de esos ojos brillantes estaba oculto el miedo que tenía de perderme.

Vive cada segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora