Capítulo 27: Engaño.

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Después de la visita de Tom, no volví a verlo más en el hospital en la semana que estuve internada. Gracias a sus palabras mi mente se había aclarado un poco y para esos momentos apenas y pensaba en él. Mi firme decisión era centrarme única y exclusivamente en Bill, y olvidar todo lo que había pasado. Lo malo era que mis sueños no los podía controlar y, mientras estuve internada, soñé en varias ocasiones con Tom.

Mis amigas no me habían dejado sola pero los últimos dos días Camila no me visitó porque estaba muy ocupada con su madre, quien la ponía ayudarle a hacer arreglos florales para una fiesta de una de sus amigas; así que Abril y Bill fueron los únicos que estuvieron cien por ciento pendientes de mí.

Cuando desperté me sentí esperanzada y contenta pues por fin dormía en mi cómoda cama y por fin abría los ojos encontrándome con la decoración de cielo estrellado de mi techo y todos los objetos que hacía de mi habitación un lugar muy especial. También, me sentía realmente feliz porque iba a regresar a la rutina, a mis clases con mis amigas y mi dulce novio.

Me arreglé y desayuné más rápido que en cualquier ocasión, no quería demorar nada y deseaba llegar lo más pronto posible a la escuela para distraerme de todo. Durante el camino en coche conversé superficialmente con mi hermana, esa mañana había amanecido más callada que nunca, lo cual era realmente extraño. Traté de saber la razón de su silencio rotundo, pero hacer hablar a Valentina de cosas profundas e importantes era la cosa más difícil del mundo, así que luego de algunas insistencias desistí de la idea y la dejé tranquila.

Llegué a mi salón donde me tocaba la primera clase y había sólo dos compañeros dentro, lo cual era por demás bueno; esta vez me había costado el doble de esfuerzo subir las escaleras y el que sólo estuvieran ellos ahí significaba menos rostros con posibilidad de descubrir lo enferma que estaba. Me senté en mi lugar de siempre y fijé mi mirada en la puerta con la esperanza que alguno de mis amigos apareciera, diez minutos después, cuando el salón estaba medio lleno, entró Camila a paso rápido.

-¡Hola Camila! —Exclamé entusiasmada. La vi acercarse a mí con sus ojos evitándome y su rostro tenso.

-Hola —Murmuró mientras se sentaba en la mesa que estaba frente a mí. ¿Estaba molesta conmigo?

-Camila... —Susurré pero ella ni se inmutó. — ¿Te pasa algo, Camila? —Le pregunté. Negó repetidas veces y continuó con la vista enfrente, luego sacó su celular y se puso a revisar sus redes sociales.

-Hola —Escuché que alguien dijo aun lado de mí —Alcé la vista y mis ojos se encontraron con ese rostro perfecto.

-¡Bill! —Dije con un poco de ánimos. Se inclinó y me besó la frente, luego colocó su mochila en la mesa y se sentó junto a mí.

-¿Cómo estás? —Preguntó dulcemente. Sonreí pero mi sonrisa se borró cuando recordé lo que acababa de hacer Camila.

-Bien, feliz de regresar a la escuela. Me dijo el Doctor que el virus ya había abandonado mi cuerpo —Agregué para mantener la mentira de que un virus había entrado en mi cuerpo y no podían sacarlo. Eso había tenido que inventarle cuando mi estancia en el hospital se había alargado.

-Me alegro mucho, princesa —Dijo sonriente y Camila dio un respingo delante de nosotros. Contuve el aliento, ella detestaba que no le contara la verdad de lo que me pasaba.

-Y estoy mal por —Señalé a Camila disimuladamente, aunque ella no podía vernos ya que nos daba la espalda. —Creo que está enojada conmigo y no sé por qué —Culminé con voz triste y comencé a hacer dibujitos con mi dedo sobre la mesa. Bill no dijo nada y alcé la mirada para ver qué pensaba — ¿Qué? ¿Tú sabes algo?

Vive cada segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora