Capítulo 3: Una mala idea, un milagro.

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 Su corazón latió rápidamente ese día y otros más. Miraba todo el tiempo el video, mientras estaba en casa viendo tv, mientras iba a pasear al parque, mientras iba de compras, mientras cenaba. Todo, solamente para verlo a él; para no olvidarse de su cara, para memorizarse cada mínimo detalle de su rostro de su bonita y mágica sonrisa.

Estaban sentados en el comedor esperando a que Valentina se dignara aparecer para así comenzar a comer. Era sábado y como todos los sábados la familia se reunía para estar juntos cosa que a pesar de estar molesta con sus padres a Melody le gustaba estar con ellos porque sabía que a pesar de todo ellos la amaban y se preocupaban por ella.

-¡Valentina! ¡Te estamos esperando! —Gritó Adela por encima vez, su paciencia estaba a punto de agotarse.

-Ya, ya aquí estoy —Exclamó mientras bajaba las escaleras. Se sentó enfrente de su pequeña hermana. Su padre, Gerardo, estaba sentado en la punta de la mesa mientras, Adela quedaba justo enfrente de él; al igual las chicas estaban sentadas una frente a la otra.

-¿El martes tienes cita con el Doctor? —Preguntó la madre dirigiéndose a su pequeña hija.

-Si —Se limitó a responder Melody con tono cortante.

-¿Quieres que te acompañe?

-No gracias, puedo ir sola. Claro, después de salir de mi nuevo colegio —Dijo con mucho resentimiento enfatizando las dos últimas palabras de su frase.

-¿Aun sigues enojada por eso? —Preguntó Valentina con expresión divertida en el rostro — Oh vamos Mel, tu otro colegio apestaba —Se burló descaradamente, como siempre. Disfrutaba hacer enojar a su hermana pequeña y lo mejor era que ella caía fácilmente en sus provocaciones.

-Eso no es así —Masculló con furia. Sus ojos se cristalizaron al instante estando a punto de ponerse a llorar —Y no me llames Mel, que odio cuando lo haces —Se levantó de golpe del comedor y corrió hacia las escaleras que la llevaban a su habitación. Tener que soportar los comentarios hirientes de su hermana le dolía en el alma, aunque sabía que lo hacía solamente para molestarla aun así nunca habia sido capaz de ignorarlos.

No salió de su habitación en el resto del día. Eran las cinco de la tarde y aun estaba dormida, se despertó finalmente cuando escuchó sonar su canción favorita por toda la habitación. Buscó su móvil debajo de la almohada y contestó aun media dormida.

-¿Bueno? —Respondió con voz ronca.

-¡Melody! —Exclamó una voz masculina del otro lado de la línea.

-¿Kevin? —Preguntó al reconocer la voz.

-¡Quién más preciosa!

-¡Hola Kevin! ¿Y eso que me llamas? es un verdadero milagro

-Ni empieces que tú tampoco me has llamado —Reclamó entre risas.

-Sí sí, no tengo derecho —Admitió entre risas.

-Oye ¿Quieres venir a una fiesta?

-¿Cuándo?

-Hoy

-Mmm... no creo que me dejen —Murmuró apenada.

-¿Te ha pasado algo? ¿Te has sentido mal o algo así? —Preguntó rápidamente.

-No, yo no. Pero hemos estado muy mal toda la semana, ya sabes, por eso del cambio de escuela.

-Me imagino... Te extrañamos toda la semana, las clases no son lo mismo sin ti, aparte Camila todos los días decía lo mucho que te extrañaba.

-Lo sé —Dijo melancólicamente.

-¡Vamos! No te pongas triste, siempre estaremos contigo. Lo sabes ¿no?

-Ajá —Respondió ella sin dejar de sentirse triste, en verdad extrañaba a todos sus amigos. Todos ellos siempre se portaban tan bien con ella, la querían; cómo iba afrontar estar sin ellos.

-Bueno Peque te dejo, tengo que hacer varias cosas...

-Bueno nos vemos luego ¡Te quiero Kevin!

-Y yo a ti preciosa, adiós...

Terminando la conversación se dejó caer sobre la cama, estuvo unos cuantos minutos lamentándose por no poder ir a esa fiesta, pensando en lo mucho que podía divertirse y en que eso la haría olvidar su miserable vida. Un instante después de reincorporó y sonrió para sí misma

-escaparme... —Susurró sonriente. ¿Qué más daba? Sus padres le habían puesto el peor castigado, si se escapaba otra vez ya no tendrían con que más de castigarla.

Convencida de su magnífica idea miró en su closet y buscó algo para ponerse, no tenía nada nuevo pero tenía ropa a la moda de años atrás cuando su vida giraba en torno a cosas superficiales como la de la mayoría de las chicas.

Se bañó y se cambió, se puso una blusa morada con mangas cortas y estampado en el área del pecho; encima de ella se puso un chaleco color plata con cuadros negros. Una minifalda de mezclilla y unas zapatillas plateadas con tacón chico que se ataban hasta media pierna. Nada fuera de lo común. Se maquilló muy poco y peinó con el cabello suelto.

A las nueve su madre entraba a su cuarto para desearle buenas noches así que fingió dormir hasta esa hora. En cuanto su madre salió de la habitación se levantó y se dirigió al balcón de su habitación; brincó por ahí, no era difícil además que ya tenía experiencia haciéndolo. Caminó calle abajo, dos cuadras después se detuvo y le marcó a Kevin para que pasara por ella.

Pronto llegaron a un antro muy popular en la cuidad, quizás el más popular de todos. Melody no acostumbraba asistir a este tipo de lugares pero no iba a negarse, ya estaba ahí y no podía arrepentirse.

Bajó del auto de Kevin sola pues él aun tenía un compromiso, habia quedado de pasar por sus demás amigos. Melody no tuvo más remedio que aceptar quedarse sola y cuando al fin se hizo a la idea se encaminó a la entrada de aquel deslumbrante lugar. El sitio estaba a reventar.

Ahí estaba yo, de nuevo, sintiéndome un bicho raro y fuera de lugar. Lo era, tenía que ser realista, no encajaba por ningún lado. Todas las chicas parecían salidas de revistas, todas con su mejor ropa y su mejor y más sofisticado maquillaje, yo solo era yo, como siempre. Nada fuera de común y lo más malo de eso era el sistema que tenían en lugares como este. Si los de seguridad te veían con cara de niña boba no te dejaban entrar y era la humillación más horrible que algún adolescente pudiera pasar porque lo más seguro era que todo el mundo se enterara. Claro, yo rezaba porque no me sucediera esta vez a mí.

Temerosamente caminé hacia la entrada, haciendo mi patético intento de lucir madura y llena de seguridad. Asco, yo no tenía nada de eso. Lo sabía, pero no me iba a rendir tan fácilmente. No, claro que no.

Llegué a empujones hasta donde estaba el hombre de seguridad, él me miró en un flechazo y noté el rumbo de sus pensamientos.  Lo adiviné.

-No puedes pasar —Dijo terminantemente sin darme la oportunidad de poner mi mejor cara.

-No, por favor —Supliqué patéticamente. Pero es que, cuando a mí se me mete una idea en la cabeza no hay ser humano que pueda hacerme cambiar de opinión.

-Fuera de aquí niñita —Dijo sin contemplaciones, creo que le habia enfurecido mi forma tan ñoña de hablar.

-¡No! —Repliqué ciertamente molesta y me crucé de brazos muy digna. Vi como la furia crecía en su mirada.

- Déjala entrar... —Escuché milagrosamente detrás de mí, incluso creo que escuché un coro de ángeles. Giré rápidamente hacia esa persona que se habia apiadado de esta chica patética. En ese mismo instante, en que fije mi mirada en él, deseé con todo mi ser regresar el tiempo y no haber provocado semejante y tan ridículo espectáculo. —Viene conmigo —Agregó él. Hizo un movimiento con la cabeza indicándome que lo siguiera, y sí, eso mismo hice. Por supuesto, sin salir de mi gran asombro.

*Nota: Foto de Melody

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