Capítulo 18: Nuevas sensaciones.

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-Bill, no te vallas, quédate conmigo.

Las palabras habían brotado por si solas de mis labios. No debería estar pidiendo que se quedara porque quizás él lo interpretaba de otra manera, pero ni eso me había detenido. Necesitaba que se quedara conmigo y no me dejara sola en ese estado. Además odiaba estar sola cuando me sentía mal, pues estaba segura que en cuanto se marchara me iba a sentir peor.

Lo observé detenidamente esperando que me contestara, analicé y memoricé cada uno de sus rasgos. Qué perfecto era.

 Su mirada era tan tierna que me perdí en ella muchos minutos.

-¿Estaría bien que me quede? —Su voz se había escuchado algo nerviosa —Digo... Si tu madre se entera...

-No tiene por qué saberlo.

-Bien bien, me quedaré —Musito. Sonreí alegre y complacida de que se quedara hacerme compañía.

Después de cenar sushi con Bill, me bañé y coloqué mi piyama, la más decente que tenía, la cual se trataba de una blusa rosa grandota y un pantalón blanco con círculos rosas. Me volví a acostar y Bill se recostó a mi lado. Tenía pensado hacerle un tendido pero ni siquiera quería molestarme en eso, prefería tenerlo a mi lado.

-¿Desde cuándo te dan estos dolores de cabeza? —Preguntó en un susurro.

-Uh… desde que me acuerdo. A veces no me hacen efecto las pastillas pero parece que hasta ahorita está empezando a funcionar.

Sonrió. Me acercó a él hasta que quedé recostada sobre su brazo.

-Perdóname por no estar pendiente de ti estos días…

-No importa, Bill. Ahora estas aquí y eso lo compensa todo.

-No quiero que te enojes por mis tonterías, soy demasiado tonto y no me doy cuenta de lo que hago y que puedo hacerte daño, hasta que es demasiado tarde.

-Bill, no te preocupes por eso, en serio. No me haces daño, al contrario me haces sentir muy bien.

-Mi bella princesa —Susurró y me pegó más a él. Aspiré su aroma y lo abracé con fuerza.

-Bill —Dije minutos después. Alcé la mirada y vi que tenía los ojos cerrados, estaba a punto de quedarse dormido.

-¿Hum?

-Gracias por todo —Musité. Abrió los ojos y me dedicó una intensa mirada.

-No agradezcas Princesa, gracias a ti por hacerme tan feliz

Sus labios llegaron a los míos y presionó con suavidad.

-Te amo —Dijo sobre mi boca. —Te amo, Melody.

-También te amo —Le dije y esta vez fui yo quien se aventuró a besarlo.

 De un momento a otro esos besos se habían convenido en una nueva experiencia, una nueva sensación. Sentía mi sangre hervir, un deseo incontrolable que jamás había sentido. Me daba miedo sentir eso, pero no lo iba a demostrar.

Cuando me di cuenta ya estaba con Bill sobre mí, sus labios me besaban con tal intensidad que creía estar soñando y yo le seguía lo mejor que podía. Luego de algunos besos se separó de mis labios y me miró fijamente. Le dediqué una sonrisa y entonces él llevó su rostro a mi cuello, el cual comenzó a besar. Cerré los ojos contrayéndome, era demasiado delicioso lo que estaba haciendo.

Jamás había sentido una cosa igual a esto, nunca en mis quince años de vida.

Puso su mano debajo de mi blusa y me estremecí en el acto. Me acarició como si me fuese a romper, mientras sus labios y los míos se unían con besos torpes e intensos. Comenzó a subir mi enorme y ridícula blusa hasta que me la quitó. Llevé mis manos debajo de su camiseta, cegada por el momento, y recorrí su espalda sin pudor. Su piel era suave, tersa y cálida, intente quitársela pero al ver que no lo logré se reincorporó y quedó sentado sobre mis piernas. Se la quitó el mismo de un solo movimiento y su pecho desnudo quedó expuesto a mí. Abrí los labios dejando escapar un jadeo. Se veía increíblemente bien, como jamás creí que se pudiera ver un chico de su edad. Y aunque no tenía músculos marcados ni nada de eso, me parecía el ser más hermoso que mis ojos habían visto hasta ahora.

Sus labios me besaron con más intensidad cuando comencé a acariciar su torso y fue ahí donde me di cuenta que me estaba quedando sin respiración. Toda clase de sensación placentera desapareció y un pánico horrible se apoderó de cada milímetro de mi cuerpo. Comenzó a respirar jadeante sin poder ocultarlo cuando sus manos llegaron al inicio de mi pantalón. Él lo notó y clavó sus ojos sobre los míos.

-Bill... —Inhalé y exhalé para calmarme un poco — Creo que no es una buena idea —Alcancé a decir.

Me sentí ridícula, la chica más boba del planeta, pero realmente sentía que no podía, era exactamente miedo, una sensación de angustia y terror. Valentina alguna vez me había dicho que este momento llegaba no importaba la edad pero yo me tenía que sentir totalmente bien de ello sin ningún tipo de inseguridad y miedo.

Me dijo nada solo se acercó a mi labios y me dio un beso muy corto. Se quitó de encima de mí y se puso la camiseta. Busqué la mía y también me puse.

Justo cuando estaba por bajar de la cama lo abrase tan fuerte. No quería que pensara que era esto su culpa. Se dejó caer en la cama boca arriba, y me recosté de nuevo sobre su pecho. Podía escuchar claramente los latidos de su corazón.

-Lo siento —Susurré con tristeza. No me respondió, no esperaba que lo hiciera, así que me sorprendió cuando besó tiernamente mi cabello.

Desperté muy temprano, todavía estaba oscuro. Había programado la alarma y justo abrí los ojos diez minutos antes de que sonara. Me levanté y miré a Bill, quien seguía dormido. Me acerque a la cortina y miré el cielo, estaba un luna brillante en lo alto del cielo. Permanecí unos minutos contemplándola, agradeciéndole por el día que había pasado a lado de mi novio.

Regresé a la cama y me senté al borde, del lado donde él estaba dormido.

-Bill —Musité para no asustarlo. Comencé a moverlo muy despacio — Bill, es hora de que te vallas.

Luego de unos minutos abrió con dificultad los ojos y me miró con una brillante mirada.

-¿Qué hora es? —Su voz se escuchaba ronca

-Las cinco y media. Mi mama despierta a las seis en punto.  

Se puso de pie rápidamente.

-Mierda —Murmuró mientras se colocaba los converse.

-Espera deja ver si no hay nadie allá afuera.

Salí y recorrí rápidamente toda la casa, principalmente el pasillo, pero también baje al primer piso, la sala y la cocina estaban vacías.

Volví al primer piso y pegué mi oreja en la puerta del cuarto de mamá y luego en el de Valentina, parecía que ambas dormían.

Regrese a la habitación caminando muy rápido para evitar hacer ruido.

-Vamos, puedes salir —Le dije moviendo la mano para que se acercara a la puerta. Bajamos sigilosamente las escaleras y atravesamos la sala a paso rápido. Quité el pasador, y le di la vuelta a la perilla con todo el cuidado que pude. La puerta se abrió y suspiré profundamente al no hacer ningún ruido.

-Gracias por todo, hermoso —Le dije sonriendo.

-Ha sido un placer, nos vemos más tarde —Me sonrió, me besó tiernamente en los labios.

 Salió de casa sin volver atrás y vi como abría el portón y desaparecía por el costado derecho.

Cerré la puerta y suspiré aliviada una vez más. Genial, todo había salido genial. Comencé a subir las escaleras pero escuché que alguien carraspeó detrás de mí. Miré hacia el final de las escaleras y busqué de dónde y de quién había venido ese sonido.

¿Era mama?

Volteé hacia la cocina y vi a Valentina recargada en el marco de la puerta con las cejas levantadas y sonriendo pícaramente.

-Nunca lo hubiera imaginado —Dijo riendo.

Y esa risa no debía ser nada bueno

Vive cada segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora