Acababa de despedirme de los Sully.
La playa frente a mí, con su arena dorada se extendía hasta donde alcanzaba mi vista.
Caminaba por la orilla, mis ojos explorando cada rincón, ansiosa por encontrar a Tsireya. La suave marea mojando mis pies de vez en cuando, enviaba ondas de frescura, un alivio bienvenido para combatir el calor.
Los rayos del sol, intensos y brillantes, penetraban directamente en mi campo visual, obligándome a fruncir el ceño mientras trataba de divisar lo que tenía por delante.
Esta sobrecarga de luz era un fenómeno nuevo para mí, acostumbrada a la luz solar filtrada por la abundante vegetación del bosque y, ni hablar de la iluminación artificial del laboratorio. En los pocos días que llevaba en este lugar, anhelaba desesperadamente un par de gafas de sol. No obstante, sabía que era imposible. Así que, por ahora, me encontraba en proceso de adaptación a la abrumadora luminosidad del exterior.
Mientras el sol me cegaba, entrecerraba los ojos en un intento por poder ver con claridad.
Fue luego de varios minutos, cuando pude distinguir un par de figuras femeninas frente a mí. Una formación rocosa, que había sido suavizada por el constante efecto de la marea, se alzaba en esta zona de la playa. Las rocas se erguían sobre la arena, sus superficies desgastadas por el paso del tiempo y la erosión del mar. El tiempo parecía haber dejado su huella, creando una plataforma natural, y una vez más me vi maravillada por este lugar.
Las dos metkayina estaban sentadas sobre esas rocas, y aunque sus rasgos me resultaban vagamente familiares, no fue hasta que estuve a escasos metros de ellas que distinguí por fin a Tsireya, quien estaba acompañada por Beyral.
"¡O'deya! Chica", me saludó Beyral con una sonrisa amistosa mientras se ponía de pie para recibirme.
"¿Cómo están?", les pregunté, saludando a Tsireya, quien ahora también estaba de pie a mi lado. "Espero no interrumpirlas", agregué, sintiéndome un poco apenada por haberlas encontrado en ese momento.
"Oh no, para nada", Tsireya respondió con una de sus hermosas sonrisas. Beyral también parecía relajada, a pesar de estar a contraluz y no poder apreciar todos los detalles de su expresión.
"¿Ocurre algo?" preguntó Beyral. Probablemente notando mi ceño fruncido, aunque este se debía al sol que se proyectaba en mi rostro, dificultando mi visión.
"De hecho, sí", reí suavemente. "Me preguntaba si podrían enseñarme a montar en ilu", pedirles ayuda me hacía sentir vulnerable, y podía sentir como mi cola se movía de un lado a otro inquieta mientras aguardaba una respuesta.
"Oh, por supuesto", suspiró Tsireya algo boquiabierta, la revelación golpeándola de pronto. "¿Cómo pude olvidarlo? Claro, debes aprender". Su rostro reflejaba una ternura innata, y siempre parecía irradiar amabilidad, pero ahora también mostraba un atisbo de decepción en su interior por no haberse ofrecido ella misma.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro, en parte contagiada por el propio entusiasmo de Tsireya. Pero principalmente porque mi pedido no le resultaba una molestia, sino que, por el contrario, estaba dispuesta a ofrecerme su apoyo con emoción.
"Beyral, ¿vienes? Será divertido", Tsireya le dio un pequeño golpecito a su amiga, queriendo motivarla a unirse a la lección.
Pero el rostro de Beyral me dejaba claro, incluso a contraluz y sin poder ver bien debido al radiante sol, que no le entusiasmaba la idea.
"No quiero ofenderte ni nada, O'deya", me miró Beyral con sinceridad, "me encantaría planear algo para hacer juntas", sonrió con aprecio, "pero Tsireya aquí es la maestra diligente. A mí, personalmente, me da mucha flojera. Acabo de secarme hace poco y no quiero volver a mojarme", concluyó, mostrando que genuinamente estaba apenada.
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My Eywa || AVATAR
RomansaEsta es la historia de mi vida, Huérfana desde los 5 meses de edad. Mi hogar? La base humana de Pandora. Pero todo cambió el día que el mejor regalo que nunca jamás podrá ser superado, llegó al laboratorio en manos de Harper: mi propio AVATAR. ~~•~~...