A la mañana siguiente desperté con la sal todavía pegada a la piel y un recuerdo que tardó unos segundos en caerme encima.
Ao'nung
Ayer a la noche... habíamos quedado en vernos. En el muelle, después de la cena. Iba a contarme más sobre su padre, sobre su hermana, y yo sobre Spider, sobre el bosque... Pero Neteyam apareció, me tomó de la mano, sonrió con esa mezcla de paz y vértigo que solo él tiene, y yo... me dejé llevar.
Hasta ahora.
Me alisté apurada y salí sin desayunar. Caminé por la orilla siguiendo la intuición, sabiendo que si había un lugar donde encontrarlo, era donde el mundo se estrechaba entre agua y piedra, justo donde empieza el arrecife.
Lo encontré a lo lejos, desdibujado por el vaivén del agua, justo donde las piedras se volvían espuma y la marea lamía la costa con pereza. El sol arrancaba reflejos dorados del mar, como si alguien lo hubiera salpicado con polvo de luz.
Bajé del ilu y sentí el cosquilleo del fondo arenoso bajo los pies. Las algas se enredaban suaves en mis tobillos, tibias, como si quisieran frenarme. Pero ya era tarde para eso.
Ao'nung estaba allí. Sentado sobre una roca baja y los codos apoyados en las rodillas. Tenía un puñado de conchas abiertas a su lado. Con una mano sostenía una nacarada, aún húmeda, y con la otra, iba extrayendo lentamente la perla que guardaba dentro. Sus dedos, firmes y precisos, giraban la pequeña esfera como si fuera algo sin importancia, pero sus ojos... sus ojos seguían todo, incluso cuando no miraban.
El agua le llegaba hasta los talones y brillaba sobre su piel como si él también fuera parte del paisaje.
Me acerqué sin decir nada. Sentí las algas suaves rozarme los pies, enredarse tímidamente como si quisieran advertirme algo.
Él no se inmutó. Ni un gesto. Ni un saludo. Solo alzó la vista un poco, lo justo para barrerme de arriba abajo, lento, sin vergüenza. Luego entrecerró los ojos, como si el sol le molestara. O tal vez yo.
"No sabía que volar en esos pajarracos era tan divertido", murmuró, sin dejar de girar la perla entre los dedos.
Tragué saliva. Me ardieron las mejillas antes de responder.
"¿Nos viste?", pregunté.
"Primero los escuché", dijo, y esta vez, dejó caer la perla en una cesta trenzada a su lado. "No dejabas de reírte".
"¿Dónde estabas?"
"Bajo el agua", respondió, señalando con el mentón el borde del arrecife. "Pero créeme, era imposible no oírlos".
Se inclinó para tomar otra concha examinandola con calma.
Pensé que nos habíamos alejado lo suficiente.
"Tranquila", añadió, con una sonrisa ladeada. "Nadie más los vio... creo. Aunque... no me apostaría la cola".
Le lancé una mirada, y me mordí el interior de la mejilla, entre divertida y expuesta.
"Me quedé arriba más de lo que planeaba", dije al fin, bajando la mirada hacia mis manos mojadas. "No fue a propósito. Lamento no haber aparecido donde acordamos".
"Esta bien", respondió. Como si eso fuera todo lo que tenía para ofrecer. O como si supiera que decir más no iba a cambiar nada.
Me senté a su lado. Las gotas resbalaban por mis brazos, dejando líneas frías sobre mi piel. Ao'nung no me miró, pero sé que me registró con el rabillo del ojo. Siempre lo hace.
"No quise dejarte esperando", añadí.
"Oh, si", me miro y con una sonrisa agregó: "Esperé. Miré al horizonte con el mar mojándome los pies, una lágrima resbalando por mi mejilla... Yo, solo, bajo la luna. Muy trágico. Incluso poético..."
"Entiendo entiendo", le di un empujoncito suave en el hombro, aunque no pude evitar reir, "no te importó en lo mas minimo".
"Mhm", sonrió satisfecho, y volvio a concentrarse en las perlas.
El silencio se instaló entre los dos. No necesitaba que me lo confirmara: por mucho que fingiera, sabía que mi ausencia la noche anterior no le habia sido indiferente.
"No hace falta que te quedes ahí para compensarlo," dijo al cabo de un rato, sin levantar la vista. "Puedes ir por ahi con tus amigos monos".
Lo miré. Su tono era casual, casi distraído, pero había algo en la tensión de su mandíbula que contradecía cada palabra.
"Quiero estar aqui", afirmé.
"Transmitíselo a tu rostro", murmuró, abriendo otra concha con calma. Tenía esa forma de moverse que parecía no estar apurada por nada. Como si todo lo que importara en este momento cupiera en la curva de una perla.
Negué con la cabeza. El pelo mojado se me pegó a los hombros y al cuello. El sol bajaba lento, suavizando los colores.
"No tienes que hacerme sentir peor".
"¿Lo estoy logrando?".
"No. Pero estás cerca"
"Entonces bien", dijo, sacando otra perla y dejándola caer en una cesta a su lado. "Me basta con el empate".
Lo miré de reojo. Sus gestos eran meticulosos, como si manipular perlas fuera una forma de ordenar el mundo cuando no sabía qué hacer con todo lo demas.
"¿Quieres vengarte?", pregunté sin pensar demasiado.
Él alzó una ceja, "¿Eso es una oferta?".
"Digamos que... una tregua".
"Me interesa", de pronto se volvio a mi, el cuchillo y la concha suspendidos entre sus dedos, como si solo ahora hubiera captado toda su atencion.
"Elige algo. Lo que quieras. Y yo te acompaño sin rechistar"
"¿Sin rechistar?", repitió con una sonrisa apenas torcida, como quien no cree pero se deja tentar.
Asentí.
Se puso de pie, sacudiéndose el agua de los brazos con una energía repentina. El agua le chorreaba por los antebrazos, el torso, las piernas. Me ofreció una visión parcial de su espalda antes de echar a andar hacia la playa.
"¿A dónde vas?", pregunté, siguiéndolo.
"Ya elegí una actividad. ¿Vienes o qué?".
"Qué rápido..." murmuré, pisando más fuerte para alcanzarlo. "¿Qué vamos a hacer?"
"Tú ven conmigo"
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My Eywa || AVATAR
RomansaEsta es la historia de mi vida, Huérfana desde los 5 meses de edad. Mi hogar? La base humana de Pandora. Pero todo cambió el día que el mejor regalo que nunca jamás podrá ser superado, llegó al laboratorio en manos de Harper: mi propio AVATAR. ~~•~~...
