Capítulo 26: Cuando un sol nace.

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El agua fría recorría cada parte de su piel. No la incomodaba, al menos al principio hasta que despertó de golpe, hiperventilado. Sentía todo su cuerpo mojado, como si por un momento tuviera su ropa, aunque en verdad estaba ahí presente, siendo pesada de llevar.

—¿Dónde estoy? —Fue lo primero que se preguntó para darse cuenta que su voz tranquila había desaparecido. Ahora era mucho más joven—. Mierda, ¿qué le pasa a mi voz?

Miró hacia su alrededor y tragó en seco al reconocer los lagos en donde se encontraba. Piedras redondeadas sobresalen de este, viéndose a unos seres que parecían estar hechos de nube, observándola con un rostro lleno de temor.

Su corazón bombeó con demasiada rapidez y al alzar su cabeza, vio la Luna en aquella noche la dejó sin habla.

—El cielo —murmuró, sintiendo un escalofrío en toda su espalda—. Tubular...

Se levantó como mejor pudo y empezó a caminar hacia delante. La ropa se secó con bastante rapidez ante el calor que empezó a tomar. Extraño, teniendo en cuenta que era de noche y que acababa de meterse en un lago casi gélido, pero para Miver no le era ilógico cuando veía su piel blanca cambiar a una morena.

—Lo siento, pero no.

Y ante esas palabras, sintió un golpe en su pecho. MIver soltó un suspiro largo.

—Aún es de noche. Dejame hablar con madre.

Al salir del lago, siguió caminando hasta el borde, viendo la isla en donde se encontraba. Encontrándose con el cielo plagado de nubes. Alzó un poco su alrededor, encontrándo con las pequeñas islas que flotaban en el aire junto a los animales de grandioso tamaño volando por el aire. Seres como ballenas o águilas que transportaban a los seres de ese maravilloso lugar, pero estos, no eran simples animales que pudieran verse en otros planetas. No, estos estaban hechos de tierra, como si fueran islas que se movían por sí solas o transportes aéreos.

—Dejame hablar con ella y luego tu hablas con papá —aclaró Miver, poniéndo las manos en los bolsillos de su chaqueta—. Me temo que viene nuestra primera bronca.

Sin temor alguno, saltó de la isla para impactar en uno de esos seres aéreos, exactamente en una ballena hecha de piedra, tierra, musgo y todo lo que componía la naturaleza en un planeta normal, al menos uno que consideraba Miver. Sabía que Tubular era uno de los sitios más inusuales, pero a la vez una salvación y bendición para aquellos que llegaban.

En la ballena que se movía hacia su destino, había un gran árbol lleno de diversos frutos que Miver no dudó en agarrar uno de estos para luego sentarse debajo de este. El árbol poseía unas hojas plateadas que combinaban con la Luna hoy presente, una que para Miver tenía el aspecto de una bellísima mujer que la observaba con decepción.

—No está de humor —comentó en un murmullo, dándole un muerdo a lo que parecía ser una manzana de color naranja—. Yo tampoco lo estaría.

Recostada en el tronco del árbol, se percató de que los seres hechos de nubes la miraban de reojo con asombro. Miver no les hacía caso. Muchos de ellos había visto en su momento, por no decir que se había hecho amiga de una.

Poco a poco dejaron de temer, mostrando su apariencia infantil ante ella. Parecían ser críos hechos de nubes con una larga túnica azulada en el que cubría solamente su pecho y piernas. Con sus brazos y manos, podían crear pequeñas figuras o animales de pequeña estatura hechos de nubes. Una forma de comunicarse con ella, aunque Miver no les hacía mucho caso al estar centrada en sus asuntos.

Lo curioso de esos seres no era de lo que estaban hecho, sino la cinta que cubría sus ojos, teniendo atados en sus laterales unas campanas tubulares de una medida muy pequeña, pero que eran capaces de sonar como si fueran unos gigantescos.

IV - Sub-Código Alternativo | Alternative World [G.O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora