***Seraphine***
—¿Gabriel ya se durmió?
Le pregunto a Raphael cuando lo veo entrar en mi habitación, porque hoy duerme aquí en mi apartamento, cierra la puerta con llave por cuestiones de seguridad. Quiero tomarlo con calma y no apresurar las cosas ni volverlas sofocantes. Pero mis hijos no piensan de esa manera, y eso es lo que me preocupa. Que se vuelvan demasiado dependientes de la figura paterna que Raphael representa.
—Sí, se durmió muy rápido. Estaba cansado, dijo que hoy jugó mucho. —Responde mientras se acuesta a mi lado y comienza a contarme todo lo que Gabriel le dijo.
—Yo también estoy cansada, mi amor, ¿no podrías darle un masaje a tu bella dama?
—Claro que tengo que ser yo, no quiero otras manos en tu cuerpo.
—Pero mi masajista es un hombre y tiene unas manos divinas. —Bromeo, haciendo que gruña incómodo y me mire enojado por lo que acabo de decir.
—¡Seraphine!
Sonrío traviesamente, sabiendo que lo he provocado a propósito. Lo observo con una mirada maliciosa antes de continuar la conversación.
—Oh, no te pongas tan celoso, mi proyecto de hombre. Sabes que eres el único que tiene mi corazón. Solo estaba bromeando. —Extiendo la mano y acaricio suavemente el rostro de Raphael, tratando de calmar su expresión seria. Y quiero seguir riendo porque es evidente sus celos, se puso rojo. Veo cómo suspira y su sonrisa vuelve a sus labios cuando se acerca a mí.
—Eres una mujer increíble, ¿lo sabías? Siempre me sorprendes. Claro que te daré ese masaje, no quiero que otro hombre masajee el cuerpo de mi mujer, y creo que es mejor empezar a buscar un otro masajista, de preferencia mujer. —Comenta mientras comienza a masajear mis hombros con habilidad.
Cierro los ojos y suspiro aliviada, disfrutando del toque de Raphael.
—Eres el mejor, Raphael. Y gracias por estar aquí conmigo y con los niños. Aman tenerte cerca, y yo también.
Raphael continúa su trabajo y sus enormes manos provocan otras sensaciones en mi cuerpo, deseando otro tipo de masaje y en un lugar más exclusivo. Sin embargo, debo controlar mi deseo, ya que necesito hablar con él sobre otro asunto. Mantengo los ojos cerrados, preguntándome cómo empezar esta conversación sin herirlo, porque le guste o no, Louise Bernard, la madre de Raphael, es racista.
—Mi amor, hoy tu madre fue a mi oficina. —Digo y siento cómo él detiene el masaje y me mira directamente a los ojos con una expresión que sugiere que ya intuye de qué trata la conversación.
—¿Fue a pedirte que te alejaras de mí, porque no eres la mujer adecuada para mí y no eres digna de llevar el nombre Bernard? ¿Es eso?
—No solo eso, cariño. Tu madre fue racista conmigo. Me insultó, me denigró simplemente por ser una negra africana, a la que considera de una raza inferior.
Veo cómo la expresión de Raphael cambia drásticamente al escuchar mis palabras. Su rostro se vuelve serio y retira sus manos de mis hombros, sentándose a mi lado en la cama, ya que estaba de rodillas.
—¿Qué hizo? —Raphael me pregunta, claramente perturbado por la noticia. Su madre había cruzado una línea que quizás no esperaba.
—Sí, mi amor. Dijo cosas muy horribles. Pero no quiero que eso nos afecte. Nuestra relación es más fuerte que cualquier comentario malicioso o prejuicio social.
—Esto no quedará impune, Seraphine. No puedo aceptar que mi madre te haya tratado de esta manera. Cruzó una línea inaceptable. Voy a hablar con ella y dejarle claro que no tolero este tipo de actitud, y mucho menos personas racistas. —Comenta mi proyecto de hombre, furioso, y me pregunto si hice bien en decirle esto ahora. Ya tuve suficiente con mi tía Daiane. Ella también fue hoy a mi oficina a exigirme lo mismo. Estoy cansado.

ESTÁS LEYENDO
Madame LeBlanc
RomanceSeraphine LeBlanc, distinguida ejecutiva financiera de 41 años, ha prometido no volver a enamorarse tras la dolorosa pérdida de su esposo. Sin embargo, el destino suele tener giros inesperados y la lleva a cruzarse con Raphael Bernard, un hombre eni...