Capítulo 27

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***Raphael***

Me despido de Seraphine y regreso a mi oficina para continuar con mi trabajo. Los días en Barcelona fueron un infierno, nos engañaron justo bajo nuestras narices y ni siquiera sospechábamos. La construcción de este hotel es crucial para la empresa y la ubicación no podría ser mejor. Sin embargo, un fallo en nuestra investigación llevaría a la empresa a sufrir grandes pérdidas.

Salgo del ascensor e informo a Giselle que no quiero ser molestado, así que no permita que nadie entre en mi oficina.

—Está bien, señor Bernard.

Entro y cierro la puerta, quitándome el saco y dejándolo en el sofá para concentrarme en los documentos que el contador me lo envió. Sin embargo, todo se va a la mierda cuando la madrina amargada entra en mi oficina gritando a los cuatro vientos como una loca sin ser anunciada, y mucho menos golpear la puerta.

—¿Qué mal hice para merecer esto? —Comento en voz alta para que ella me escuche.

—Voy a responder a tu pregunta —responde con ironía y ya sé lo que viene—. El mal tiene nombre y apellido. Seraphine LeBlanc, ese es el mal que estás causando en tu familia por culpa de esa zorra barata.

—Cállate tía Daiane, no lo admito...

—Cállate una mierda, Raphael. No admites que ella es una puta, alguien que únicamente está contigo por tu dinero.

—Solo en tu cabeza vacía y podrida. Tu obsesión por Seraphine te llevará por un camino sin retorno. Ahora entiendo por qué Gustav prefiere vivir con su padre. Eres demasiado amarga para ser amada. —La furia aumenta en la Tía Daiane al escuchar lo que sale de mi boca, y se acerca queriendo darme una bofetada, pero soy más rápido y de manera brusca detengo su mano.

—No te atrevas. Preserva él poco de respeto que tengo contigo por ser la hermana de mi padre.

La sala se tensa y el silencio solo se rompe por el sonido de la respiración pesada de Tía Daiane. Su rostro está rojo de rabia y me lanza una mirada feroz. Intento mantener la calma, aunque mi corazón late rápido.

—No voy a tolerar ese tipo de comportamiento en mi oficina. —Agrego, y ella se libera de mi agarre.

—Raphael, eres ingenuo si piensas que esta mujer está contigo por amor. Esta mujer solo está interesada en tu dinero, y no me quedaré callada, viéndote ser utilizado de esta manera.

Revuelvo los ojos y me alejo de ella, porque de lo contrario, acabaré golpeando a mi propia tía.

—Ve a buscar algo útil que hacer en tu vida, y deja de ser malvada. Ocupa tu mente con tu trabajo y deja de pensar en Seraphine.

—Seraphine, Seraphine, Seraphine. ¿Es eso lo único que sabes decir? —Pregunta aún más furiosa. Basta con escuchar el nombre de mi bella dama para que se altere por completo. Su obsesión por Seraphine ha llegado tan lejos que necesita tratamiento para curarse.

—Sí, eso es lo único que sé decir. ¿Y sabes por qué? Porque es la mujer que amo. —Respondo, decidido a afirmar mis sentimientos en medio del caos.

—¡Amor! —bufa con ironía, rodando los ojos—. Claro, tu bella dama a la que tuviste el placer de desfilar por toda la empresa, presentándola como la futura señora Bernard.

—Eso es lo que ella es. Mi futura esposa, para tu desgracia. —Declaro con firmeza, enfrentando la resistencia de mi tía. Las palabras son un desafío directo, y la sala parece vibrar con la tensión entre ambos.

—Veremos. —Indica ella en tono amenazante.

—Fuera de mi sala. —La tomo del brazo y la echo fuera de mi oficina sin delicadeza alguna. Estoy cansado de sus amenazas, de Sabine, de mi madre, de todos los que piensan que pueden lastimar a Seraphine sin sufrir las consecuencias.

Madame LeBlancDonde viven las historias. Descúbrelo ahora