Capitulo 1

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Actualidad

—Niños, apúrense o llegaremos tarde. —De nuevo estoy aquí como loca persiguiendo a mis hijos para que terminen de arreglarse porque los condenados tardaron en levantarse de la cama.

—Mamá, esperar un momento, por favor que ya vamos.

—Mamá, Maya no me deja entrar a su habitación para buscar mi libro que olvidé ayer.

—Es mentira mamá, le dije que esperara un momento porque estaba terminando de vestirme. —¿Y por eso no puedo entrar?

—Niños dejen de discutir y vámonos de una vez.

—Estoy lista, Madame LeBlanc. —A mi hija le encanta llamarme así solo para burlarse de mí porque sabe perfectamente que no me gusta que me llamen así. Desde que murió Louis empezó a no gustarme, pero desafortunadamente la gente está tan acostumbrada que es imposible cambiar.

—Yo también mamá, ahora podemos irnos.

—Maya, usted tiene 8 años hija y debes tener un poco más de paciencia con tu hermano, él solo tiene 5 años y todavía no entiende muy bien cómo son las cosas.

—Pero mamá, yo no hice nada, Gabriel es un llorón que llora por cualquier motivo. —Maya, no le hables así a tu hermano. —La regaño

—Yo no soy llorón, usted es que fue mala conmigo, yo solo quería ir a buscar mi libro. —Y observo como se pone triste y con lágrimas en los ojos. Gabriel es un chico tan sensible y dulce.

—Está bien, hijo mío, no estés triste, se acabó. —Me inclino para plantar un beso en su frente.

—Lo siento hermanito, no quiero verte triste. Te prometo que esta noche les leeré uno de mis cuentos favoritos.

—¿Verdad? —¿Y alguna vez te mentí?

Veo cómo se abrazan y me toca el corazón. Quiero que siempre crezcan así juntos sin soltarse las manos. Ay Louis, como te extraño.

—Todo muy bonito, pero es hora de irnos.

Bajamos las escaleras de nuestro Penthouse y veo que mi chofer ya nos está esperando.

—Buenos días, Raul, ¿cómo amaneciste?

—Buenos días, Madame, buenos días, niños. Me desperté muy bien, gracias.

—Natalie hoy no vengo a almorzar y no te preocupes por la cena porque vamos a cenar con mis suegros, así que tengas el resto del día libre.

—Gracias, Madame.

De pie en mi estacionamiento privado veo que mi equipo de seguridad está listo. Mi suegro insiste en que mantenga este equipo para garantizar mi seguridad y la de los niños. No veo la necesidad, pero prefiero no protestar más sobre este tema porque ya sé la respuesta. Es que hace un año intentaron secuestrar a Maya y matarme, y desde ese día se formó el pánico en nuestra familia. Todo porque descubrí que el gerente financiero de nuestra sucursal norteamericana estaba malversando fondos de la empresa y cuando se enteró juró vengarse de mí. Loco, comete un crimen y espera salirse con la suya.

—Raul, primero dejemos a los niños en la escuela y luego llévame a la empresa.

El camino no está muy lejos del apartamento, se tarda aproximadamente de diez a quince minutos y se pueden ver las hermosas calles de París. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegué aquí por primera vez. Tenía diez años cuando hui de mi país de origen Etiopía porque mi padre quería que me casara con un hombre de treinta y seis años y mi madre no tenía voz en nuestra casa. Sí, soy inmigrante en Francia, pero ya naturalizado, dejé a mis cinco hermanos, cuatro mayores que yo y uno menor que tenía siete años.

Madame LeBlancDonde viven las historias. Descúbrelo ahora