***Seraphine***
Finalmente, estamos de regreso a Francia. Esos cinco días en Etiopía fueron increíbles. Volver a mis raíces, reunirme con mi familia y descubrir la verdad me hicieron reflexionar sobre cuán agradecida debo estar con Dios por la oportunidad que me concedió.
Durante años, siempre pensé que mi madre estaba de acuerdo con la absurda idea de mi padre de casarme a los diez años. Esa creencia se desvaneció al descubrir la verdad, y el conocimiento de las adversidades que ella enfrentó partió mi corazón. ¿Cómo mi padre pudo ser tan cruel con ella? Lamentablemente, esta triste realidad es compartida por muchas mujeres en todo el mundo.
Ahora, con la revelación de la verdad, siento una mezcla de tristeza y alivio. Mi madre finalmente está en paz, lejos del yugo opresor que la ataba a un pasado oscuro. Es reconfortante saber que está llevando una vida digna junto a Abel y Genet, quienes la cuidan con amor y respeto.
Descendemos del jet y extraño no encontrar a Raphael esperándonos, ya que había dicho que vendría a buscarnos.
—¡Madame! —Saluda uno de mis guardias que se quedaron en París.
—¿El señor Bernard no vino?
—No, Madame. Estuvimos esperándolo, pero no apareció. —Responde y me deja intrigada, por el hecho de que Raphael no tiene la costumbre de cancelar compromisos sin informar las razones.
Ordeno que retiren nuestro equipaje para poder salir de aquí. Camino con los niños hasta el auto y tengo un mal presentimiento por la ausencia de Raphael. Después de que mis hombres terminan, nos dirigimos hacia mi apartamento para descansar.
—Mamá, quiero mucho ver al tío Raphael. Lo extraño. —Comenta Gabriel y Maya agrega diciendo que también lo extraña.
—Él también los extraña. Tan pronto como lleguemos a casa, podrán compensar todos estos días que estuvimos ausentes. —Declaro y veo cómo una sonrisa se forma en sus labios.
Cuando llegamos al apartamento, ninguno de los tres disimula la felicidad de estar de vuelta en casa. Subimos en el ascensor con los niños saltando de alegría, diciendo que extrañan sus cosas. El sonido del ascensor indica que llegamos a nuestro piso. Al salir, encontramos a Natalie esperándonos en la puerta.
—¡Natalie! —Grita Gabriel, quien corre para abrazarla.
—¿Hicieron buen viaje?
—Sí, Natalie. El país de mamá es muy bonito, y también conocimos a otros primos. Comimos mucho e hicimos muchas cosas divertidas. —Responde mi hijo, comenzando a detallar todo el viaje a Natalie. La saludo y le pregunto si todo está bien por aquí.
—Sí, Madame. El apartamento queda muy vacío cuando ustedes están ausentes.
—¿Y el señor Bernard?
—Hoy aún no ha aparecido aquí como de costumbre. —Responde, y algo no está bien, lo siento. Entramos, y lo primero que hago es llamarlo. Después de muchos intentos, desisto porque no contesta. Enseguida informo a mis hombres que saldremos en pocos minutos.
Acomodamos nuestras maletas en las habitaciones, les ordeno a los niños que se bañen y luego bajen a cenar, que posiblemente regreso tarde.
—Mamá, ¿a dónde vas? —Pregunta Maya.
—Voy al apartamento de Raphael para saber si todo está bien con él. Ahora, los dos a bañarse.
—Está bien, Madame LeBlanc, usted manda. —Responde haciendo berrinche y repitiendo que no quiere bañarse.
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Madame LeBlanc
RomansaSeraphine LeBlanc, distinguida ejecutiva financiera de 41 años, ha prometido no volver a enamorarse tras la dolorosa pérdida de su esposo. Sin embargo, el destino suele tener giros inesperados y la lleva a cruzarse con Raphael Bernard, un hombre eni...