Capítulo 29

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***Raphael***

Llegamos al apartamento de Seraphine y subo con Gabriel para ayudarlo a bañarse mientras ella cuida de Maya. Es tan irónico ver cómo mi vida cambió de la noche a la mañana. De huir de relaciones serias, a involucrarme con una viuda, y de repente convertirme en padre de dos niños. Y no importa si son mis hijos biológicos o no. Porque el amor y el cariño que siento por ellos me hacen sentir así.

Maya y Gabriel han conquistado un lugar especial en mi corazón, un lugar que no sabía que existía. Al cuidar de ellos, me di cuenta de que el amor no conoce fronteras biológicas. Son como dos rayos de sol que iluminaban los días, convirtiendo lo ordinario en extraordinario.

Al entrar en la habitación, nos dirigimos al baño, y Gabriel, con sus ojos curiosos y sonrisa traviesa, apenas podía esperar para sumergirse en el agua. Mientras ajustaba la temperatura de la bañera, él ya empezaba a quitarse la ropa con la emoción típica de un niño. La pureza y la alegría infantil eran contagiosas, y me encontraba sonriendo mientras preparaba todo para el baño.

—Tío Raphael, estoy muerto de cansancio.

—Hoy fue un día bastante agotador.

—Mucho, pero lo mejor de todo es que ganaste la carrera. —Comenta Gabriel sin perder la emoción.

—El agua ya está lista. —Digo, y él entra en la bañera, comenzando a bañarse y a jugar con las espumas que se formaron debido al gel de baño, mientras lo observo. Lo ayudo a frotar su cuerpo y luego enjuago con agua limpia para quitar toda la capa de espuma que se formó en su piel.

Cuando terminamos el baño, ayudo a Gabriel a secar su cuerpo y cabello, envolviéndolo cuidadosamente en su bata antes de salir del baño.

—Gracias, tío Raphael.

—¿Por qué? —Pregunto, sin comprender completamente la razón de ese agradecimiento.

—Por estar aquí con nosotros, por cuidar de mí y de Maya, y también por amar a nuestra mamá. —Responde, sus ojos llenos de sinceridad y una sonrisa iluminando su rostro. Lo llevo hasta la cama, donde se sienta, y me agacho para estar a su altura.

—Gabriel —comienzo, adoptando un tono de voz afectuoso—, ustedes ahora son mi familia, y es mi deber cuidar de ustedes.

—Tío Raphael, ¿quieres ser mi papá?

—¿Qué? —Me sorprendo porque no esperaba que me pidiera eso—. ¿Ser tu papá?

—Sí. Yo también quiero un papá para ir conmigo al parque, para jugar fútbol, para celebrar los días del padre, para hacer cosas de padre e hijo. Todos mis compañeros de clase tienen papá, menos yo. —Comenta con una expresión un poco triste, y puedo imaginar lo que siente al ver a otros niños con sus padres, y él no.

—Gabriel, no todas las familias son iguales —comienzo a explicar—. Desafortunadamente, hay muchos niños en el mundo que crecen sin papá, sin mamá, o mejor dicho, sin nadie. Hay miles de niños en orfanatos. Este tipo de situación es mucho más común de lo que piensas. —Termino de explicar acariciando su rostro.

—Ya sé, mamá me lo dijo. También me dijo que no tengo que sentirme menos importante por no tener un papá.

—Eso es cierto. Sin embargo, yo acepto de todo mi corazón ser tu papá. Me encantaría ser el papá de ambos, tuyo y de Maya. —Comento, y él me mira con los ojos bien abiertos, sin querer creer lo que acaba de escuchar, y finalmente me abraza, escondiendo su cara en mi cuello. Yo envuelvo mis manos alrededor de él, abrazándolo fuerte.

Madame LeBlancDonde viven las historias. Descúbrelo ahora