Capítulo 21

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***Seraphine***

—Madame, aquí se encuentra una señora llamada Louise Bernard y desea ser recibida.

—Dígale que puede pasar. —Cuelgo el teléfono en cuanto Marie me informa que la madre de Raphael se encuentra a unos metros cerca de mi puerta. Siendo sincera, ya imagino el motivo de su visita.

¿La serpiente vino a reclamar o a exigir que me aleje de Raphael? Con una madre como ella, nadie necesita enemigos. ¿Me pregunto cómo una pareja como ellos pudo tener tres hijos maravillosos?

Mi oficina estaba impecablemente organizada, cada objeto en su lugar, con el brillo tenue del sol de la tarde filtrándose a través de las cortinas lujosas. Era un escenario perfecto, pero la atmósfera estaba cargada de anticipación y ansiedad.

Un golpe suave en la puerta interrumpió mis pensamientos. Marie apareció, acompañada de una mujer imponente. Louise Bernard, la matriarca de los Bernard, tenía un aura de autoridad, su mirada era penetrante y su postura denotaba una confianza que rozaba la arrogancia.

—Madame LeBlanc, —comenzó ella, su voz cargada de una formalidad casi teatral—. Agradezco que me haya recibido. Estoy segura de que sabe el motivo de mi visita.

Respiré hondo, tratando de mantener mi compostura.

—Imagino, Señora Bernard. Pero preferiría escucharlo de sus propios labios.

Ella asintió, claramente satisfecha, de tener el control de la situación. —Muy bien. Estoy aquí para discutir el futuro de mi hijo, Raphael. Estoy al tanto de su... relación con él.

El uso de la palabra «relación» sonó tan clínico y distante, como si estuviera hablando de un contrato de negocios y no de un noviazgo. Tragué el malestar y decidí enfrentarla directamente.

—Sí, estamos juntos. Y estoy muy feliz con él.

—Y ahí es donde radica el problema. Ni yo, ni mi familia aprobamos esa relación. Por lo tanto, exijo que se aleje de mi hijo de inmediato.

Permanecí en silencio por unos segundos, procesando sus palabras. La mirada de Louise Bernard era dura, casi como el acero, pero podía ver un atisbo de preocupación en ella. Claramente, creía que estaba haciendo lo mejor para su hijo, incluso si eso costaba la felicidad de él.

Finalmente, tomé un profundo aliento y respondí.

—Con todo respeto, Señora Bernard, no es su derecho decidir con quién debe estar Raphael o no. Él es un hombre adulto, capaz de tomar sus propias decisiones. Él eligió estar conmigo y yo no soy su hija para que usted me exija absolutamente nada.

Parecía a punto de protestar, pero continué antes de que pudiera hacerlo.

—Entiendo sus preocupaciones. Pero el amor no entiende de títulos o convenciones. Raphael y yo compartimos algo real y profundo. Nos amamos y no voy a abandonar eso simplemente por presiones externas.

Louise Bernard frunció el ceño, claramente no acostumbrada a que la contradigan.

—¿Piensas que sabe lo que es mejor para mi hijo?

Sonreí, levemente, la tristeza evidente en mis ojos.

—No creo saber lo que es mejor para él en todos los aspectos de la vida. Pero sí sé que, en lo que respecta a nosotros, él está extremadamente feliz. Y, sinceramente, ¿no cree que su felicidad debería ser la prioridad?

—Esa es la razón por la que estoy aquí. No quiero que una mujer como usted, —dijo mirándome de arriba abajo con desdén—, esté al lado de mi hijo. El lugar de Raphael es junto a Sabine.

Madame LeBlancDonde viven las historias. Descúbrelo ahora