Capítulo 3

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***Seraphine***

¿Quién se cree ese proyecto de hombre para hablarme así? Es tan presumido que piensa que me tendrá en su cama. Soy Seraphine LeBlanc, él es que sueña porque soñar, es muy libre y no quita pedazos. Sin embargo, no se puede negar que es un hombre sumamente atractivo, con una barba bien cuidada que hace juego con los hermosos ojos que tiene, su cabello castaño oscuro que parece tan sedoso, ahora entiendo por qué el proyecto de hombre es muy convencido. Pero no es mi tipo. ¿Y quién es tu tipo Seraphine? Mi me pregunta mi otra yo. Y por culpa de este proyecto de hombre me olvidé de comprar el juego que los niños me pidieron.

A juzgar por el ego que tiene, debe ser uno de esos hombres que están acostumbrados a desechar a las mujeres como si fueran una bolsa de plástico. Pero también lo que tiene de mujer demasiado ofrecida en este mundo, solo Dios en la causa. Todavía me pregunto ¿hacia dónde va la dignidad de ciertas mujeres?

Este fin de semana es el baile anual de la cruz roja en el que el grupo es uno de los principales donantes. Nunca participé en este baile, a pesar de que fui una de las impulsoras de la empresa para aumentar la cantidad donada, y los pocos baile que participé honestamente no me agradaron para nada. En mi opinión, los eventos de este tipo deberían invitar a personas que realmente quieran marcar una diferencia en el mundo y no a un grupo de personas que se creen que son mejores que los otros. En otras palabras, es una batalla de egos para ver quién tiene más dinero que los demás. Gente odiosa.

Llego a casa de mis suegros donde ya están los niños. Es que Raul los recogió de la escuela mientras trabajaba y los trajo directamente aquí. Me gusta mucho que pasen más tiempo con sus abuelos, así saben más sobre quién era su padre. Espero que en el futuro puedan honrar el legado de su padre.

—Raul, necesito que investigues quién es ese loco que me agarró en el estacionamiento del restaurante. Necesito todos los detalles en mi escritorio lo antes posible.

—Le pido disculpas por el fracaso de hoy, Madame, le prometo que este error no se repetirá.

—Está bien Raul, solo haz lo que te pedí.

—Así será.

Salgo del auto, entro a la casa y veo a mis hijos jugando con su abuelo y el perro de la casa llamado Tobby.

—Niños, por favor denle tranquilidad a su abuelo.

—Oh hija, no te preocupes por eso, hasta nos gusta ese ruido de niños, la casa es tan tranquila cuando no están. —Comenta mi suegro.

—¿Papá, cómo estás? —Abrazo a mi suegro que me deja un beso en la frente.

—¿Estoy bien Seraphine y tú?

—Yo también estoy bien papá. ¿Y dónde está mamá?

—Está en la cocina con Mia coordinando la cena.

—Entonces voy por ellas. —Desde que me casé con Louis los llamo así. En mi país es muy común que la gente llame a los suegros padres, pero en mi caso son eso para mí. Me recibieron con los brazos abiertos como si fuera una hija, me dieron todo el apoyo y cariño cuando se enteraron de mi historia, y nunca me hicieron sentir menos que ellos.

—¿Mamá, por qué no dejas que Dionisia termine esto? —Me acerco a saludarla con un cálido abrazo.

—Madame ya dijo eso, pero Dueña Liya se recusa.

—Oh, deténganse ustedes dos con este complot contra mí. ¿Por acaso estoy discapacitada que no puedo pelar unas papas?

—Madrecita de mi corazón, desde que te quedaste vieja estás muy gruñona.

Madame LeBlancDonde viven las historias. Descúbrelo ahora