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Después de años de estar fuera de casa por fin regresaba, anhelaba ese lugar que me brindaba calor, el estar cerca de mi prometida y era un cúmulo de emociones. Me fui de mi aldea por algunos problemas que tuve con el jefe de la manada, al parecer no consideraba que yo era apto para seguir siendo parte de la manada, cuando le grité a la cara que era un pendejo y que se podía ir a la chingada después de culpar de la muerte de mi padre. Y sobreviví a duras penas porque era un beta y no parecía ser una amenaza para ninguna manada a la que pudiera unirme, además era una persona muy sociable, podía hacerme amigo hasta de una piedra. Con ayuda de ese atributo fue fácil, encontrar una nueva manada que me arropara durante un tiempo, claro que tuve que trabajar día a día sin descansar.

Esta cabaña era el único recuerdo que me quedaba de mis padres antes de que ellos dos murieran, cada pequeña parte era un gran recuerdo que guardaba en mi corazón; saque la llave de mi bolsillo.

Sin perder más el tiempo entre corriendo a la pequeña pero acogedora choza de madera, deje tiradas mis maletas en el umbral de la casa porque lo único que quería era rodear en un abrazo a mi amada.

—¡Carola! — grite con fuerza. Pero no hubo respuesta, cerré la puerta detrás de mí.

Busqué en la cocina, pero solo encontré algunas hoyas qué estaban en la estufa y un plato sobre la mesa que parecía tener días por las moscas qué estaban acumulándose. Asustado comencé a gritar a todo pulmón su nombre esperando que alguien me respondiera, ese hogar cálido qué recordaba ahora era frío y sin alma. Una gran capa de polvo cubría las superficies del lugar, mostrando qué no se limpiaba.

Caminé a la habitación que compartía con ella, la cama estaba desordenada. Los cuadros que colgaban de las paredes con mis fotos ya no estaban donde yo las recordaba; al ver el armario y los cajones abiertos dejando claro que se llevaron la ropa.

Mi corazón sintió una gran puñalada, y las lágrimas salieron sin poder evitarlo, mis piernas comenzaron a sentirse débiles hasta que se quedaron sin fuerza. No entendía que hice mal, porque me abandonó de esta forma sin decirme ni una palabra. Esperé durante semana una respuesta a las cartas qué yo le enviaba. Caí de rodillas devastado, nunca debí irme debo aferrarme a ella y hacerle caso a lo que me decía, pero eso era poner en peligro a mi padre.

Tal vez debí haberla llevado conmigo...

Toda la tarde me quedé tirado en el suelo, mis músculos se sentían rígidos, no se movían, aunque yo tratara y las lágrimas no paraban de caer por mis mejillas. Las ventanas estaban abiertas dejando entrar el frío aire qué golpeaba mi cuerpo, provocando que empezará a temblar.

Sentía como si una gran fuerza succionara toda mi energía. Le daba vueltas a mi cabeza, pensando que todo esto era solo una ilusión creada por estar lejos de mi amada, no sería la primera vez. Pero de un minuto a otro todo cambió al escuchar algunos golpes en la puerta, parecía que aún había una esperanza y que nada estaba perdido. Me levante, limpiando las lágrimas corriendo a la entrada, baje las escaleras dando un gran brinco de felicidad.

Pero al abrir las puertas, todo se derrumbó. El chico frente a mí parecía sorprendido al verme, y yo estaba igual de sorprendido que él; era extraño que alguien viniera a esta casa, tal vez todos estaban conscientes de la ausencia de mi prometida. No entendía qué hacía el hijo del líder de la manada en mi pórtico.

—Buenas noches. — Hable, no estoy muy seguro de si ya era de noche.

—Lo siento por la intromisión a estas horas.

—No te preocupes. — Agradecía qué no había luz en la entrada, me sentiría avergonzado si notará qué había estado llorando. —En qué puedo ayudarte.

—Bueno, hace días no había podido venir, pero quería saber si puedo hablar con mi prometida. — dijo con entusiasmo.

—Lo siento, pero te debes equivocar. Mi novia y yo vivimos aquí desde hace unos cuantos años. — El chico dio unos pasos para atrás inspeccionando la casa, asegurándose de estar en la correcta.

—Estoy seguro de que esta es la casa de mi omega. — Repitió, pero ahora con un tono aún más borde. —Solo quiero hablar con ella y decirle que mi padre ha empezado a organizar nuestro matrimonio. Así que dígale a Carola qué salga.

Y parecía que las malas noticias aún no terminaban, «Mierda, no debí volver a este lugar» fue lo único que pensé. Estaba en shock con su afirmación, qué no pude contestar a lo que solicitaba.

—Acaso estás sordo, le estoy ordenando qué traiga mi omega. — Y con solo escuchar su tono de voz confirmaba qué ese rubio era un alfa dominante. No es de extrañar, todo su árbol genealógico estaba compuesto de estúpidos alfas.

Pero a pesar de que me ordenó, no me moví porque aun no asimilaba qué mi prometida de hace años me estaba engañando, la última carta que recibí de ella era afirmando que aún me esperaba para comprometerme conmigo. Toda la información fue de golpes y sentí mi boca seca.

—No tengo tiempo para estupideces. — Recibí un fuerte empujón qué provocó qué cayera, el alfa entró cabreado gritando el nombre de mi prometida, bueno, en realidad el de nuestra prometida.

Comencé a quejarme por el golpe que recibí al caerme, giré mirando al chico desesperado buscando alguna señal de Carola. Era obvia la diferencia de fuerza, yo solo era un simple beta al lado de un alfa dominante. Me recargué en la pared qué estaba atrás de mí y di leves masajes sobre las partes que habían sido lastimadas durante la caída.

Escuche pisadas de un lado a otro, intuía qué el alfa descubrió que Carola se fue por los diversos gritos y golpes qué se escucharon en la parte superior. Y de repente quería comenzar a reírme, al menos no era el único pendejo que lo traicionaron. Era tan cómico todo, si fuera una película ahora mismo estaría riéndome. Pagaría lo que fuera para verla y en este punto me quedaba llorar o verle el lado gracioso.

Los pasos se escucharon más cerca y solo mire al rubio sonriendo. —Creo que la misma chica nos abandonó. — Dije burlándome, de la situación.

Pero a él no pareció causarle gracia y me tomó del cuello alzándome hasta quedar a su altura, mis pies quedaron colgando. —¿Dónde carajo está MI OMEGA? — habló con rudeza.

Era extraño oír de su boca qué Carola era su omega.

—No sé, donde esta... — Traté de sostenerme de sus brazos para evitar ser ahorcado, pero no lograba por lo débil que me sentía. —, acabo de llegar...

—¡No me mientas! Te juro que te mataré ahora mismo, si no me dices la verdad. — Por la forma que me miraba estaba claro que no mentía, tenía el mismo humor pesado que su padre y si no estuviera de esta forma me hubiera encantado hacerlo enojar más.

—Te prometo... que no se... — Cada vez era más difícil llevar aire a mis pulmones y con la poca fuerza que tenía comencé a darle golpes en el brazo.

—Mañana volveré y espero que tengas una respuesta a todo esto. — Y sin nada de gentileza me soltó. —Y si te niegas a hablar te romperé los huesos uno por uno.

Comencé a toser, llevando mis manos a mi cuello. Trataba de calmar mi respiración «Qué día de mierda, solo faltaba que viniera a cagarme un pájaro.», era lo único que pensaba, como todo se puede ir a la mierda en un segundo.

Solo esperaba que mañana fuera un día mejor.

Say You Are Mine?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora