-5-

3.4K 470 112
                                    

Desperté exaltado, con respiración acelerada que no podía controlar, mi mano derecha la acerqué a mi pecho dando leves masajes para intentar controlarme. Limpie mi frente, porque estaba sudando frío y la camisa que tenía puesta estaba empapada en sudor, el cuerpo me dolía y tuve una horrible pesadilla de la que no podía despertar, mire a mi alrededor reconociendo mi habitación. Mire a la venta, parecía aun no amanecía del todo, me gire para ver la hora, eran las ocho de la mañana. Abrace mis piernas y recargue mi cara en las rodillas, al hacer este movimiento comencé a quejarme notando los moretones que tenían mis brazos, comencé a temblar por darme cuenta que no había sido un sueño.

Recordé la conversación con Jos y como no pude callarme y comenzar a retarlo haciéndolo molestar aún más, mi padre siempre me dijo que mi genio me traería problemas, pero no podía evitarlo. Los odiaba a todos ellos, en especial a Jos tal vez lo mejor sería irme y regresar a la manada en la que pasé esos dos años, que fueron difíciles, pero sabía que en ese lugar tenía un gran valor, aquí no quería demostrarle nada a nadie. Comencé a sentir una punzada en la cabeza, escuché algunos pasos acercándose.

La puerta se abrió poco a poco y bajé mi guardia al ver a Carlos cargando una cubeta con agua, en sus ojos se mostraba grandes ojeras siendo obvio que no había descansado. —Me alegra que hayas despertado.

Su voz salió en un simple murmullo, apenas siendo audible dejó la cubeta a un lado y coloco un brazo en mi hombro.

—Trata de no moverte. — Soltó con enojo, no parecía muy contento sabía que cualquier cosa que le dijera ahora lo alteraría.

—Gracias, siento ser una molestia... — Deje de abrazar mis piernas, recargándome en el respaldo de mi cama.

—No quiero tu agradecimiento, ni tus tonterías, necesito que me des una respuesta. ¡¿Qué mierda te pasa?! Sabes lo difícil que fue para mi llegar a tu casa y ver todo el lugar hecho un desastre, las ventanas rotas... y... y... tu estabas en el suelo inconsciente. — Carlos miraba al suelo, pero su voz se notaba rota y sus lágrimas estaban cayendo. —No entendía nada... y no sabía que hacer... toda la noche me la he pasado poniéndote hielo en las heridas y tratando de evitar que tu temperatura suba demasiado.

Se limpió las lágrimas y tomó el paño que tenía en el bolsillo de la chamarra para meterlo en el agua. No sabía que decirle, durante estos días que vi a Sainz él me recordaba repetidas veces que tenía que ir a ver a Jos porque habría problemas. El paño fue a mi frente, para que bajara la temperatura que posiblemente tenía.

—Después de la llamada que tuvimos... — Detuve mis palabras, un segundo porque el omega castaño comenzó a poner hielo en mi ojo. —, tocaron a la puerta y era Jos.

—Te lo dije, es que debí haberte llevado yo mismo de la oreja porque siempre lo que te digo te entra por un oído y sale por el otro. No me has terminado de contar, pero es que te lo mereces, eres una cabezota, si yo hubiera estado presente los habría ayudado porque no entiendo tu terquedad...

—Se que me lo repetiste demasiadas veces, pero créeme si hubieras estado presente jamás hubiera estado de su lado. El hijo de la chingada admitió que mató a mi padre y...

Tan solo acabar Carlo se sentó en la orilla de la cama para recostarse a mi lado, ya no me salieron más lagrimas esta semana llore tanto que creo que ya se me habían acabado. —Sé que no está bien desearle el mal a alguien, pero me encantaría que ese señor pagará. Lamento por mi regaño, es que no me gusta saber que te peleas con él, lo único que consigues son más problemas. No me importa el, pero tú me preocupas y no sé qué haría si de verdad te pasa algo mucho peor.

Los dos quedamos unos minutos en silencio, solo contemplando la televisión antigua que tenía frente a nosotros, sabía a lo que se refería, no estaba consiguiendo nada y aunque hubiera miles de pruebas de lo que hizo, nadie se atrevería a hacer un juicio en corra de él. Carlos tenía razón todos le tienen miedo y nadie se pondría de mi lado.

Say You Are Mine?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora