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Después de dos días de estar encerrados en la cabaña por fin se acabó mi celo y al despertar como ya era obvio no estaba Max. Y no solo eso, él no estaba en ningún lado, llevaba más de una hora tratando de calmarme porque me sentía realmente devastado. Nunca supe en qué momento se acabó mi celo, tampoco el momento en que me quedé dormido.

No pude evitar llorar al ver lo que había hecho Max, me había marcado sin que yo pudiera evitarlo ese imbéciles le importo poco como me sentiría después, mi lobo interior era el que tenía el control de mis acciones durante mi celo y por los borrosos recuerdos sabía que no me había negado pero esa decisión es muy personal.

En mi vida me tuve que preocupar por quien me marcaría y hace semana estaba adaptándome para ser un omega, a mi mente nunca llego la pregunta: ¿Quién sería mi alfa?

Eso ya daba igual, Max me quito la oportunidad de tener un libre albedrío en mi elección, añado una cosa más a la lista de las cosas que ha tomado Max sin ningún tipo de escrúpulo.

Tenía recuerdos borrosos de lo que hicimos, pero a pesar de que yo me quisiera de tener no tenía el control de mi cuerpo, en la habitación se podía oler a chocolate y frambuesa.

Y lo peor de todo es que él me dejo solo en este lugar, la marca dolía mucho sintiendo de vez en cuando una gran punzada en esa zona. Limpie mis lágrimas, tratando de tranquilizarme porque lo mejor que podía hacer era irme de este maldito lugar, desearía poder quemarlo.

Yo mismo me di un fuerte golpe en la cabeza tratando de quitar mi frustración qué tenía conmigo mismo. Me odiaba por completo, odiaba ser un estúpido omega qué no pudo controlarse ante las feromonas de un alfa como Max.

—Estúpido, estúpido, estúpido... — No pare de golpearme, ahora estaba sintiendo una gran repulsión contra mí. —, eres un estúpido y un imbéciles, das tanto asco ahora mismo. — Odiaba el reflejo qué podía ver en el espejo, golpe mi rostro nuevamente con tanto odio, esto solo demostraba lo débil qué siempre fui y la vida de mierda qué estaba destinado a vivir.

La parte inferior de mi cuerpo se sentía débil, en las piernas tenía mordidas por todos lados como si un perro me hubiera atacado y marcas qué estaban estampados en todos lados. No quise ni mirar la profunda mordida qué tenía en la parte izquierda de mi cuerpo.

Mi ropa no estaba en la habitación y para evitar perder más tiempo tome la ropa de Max, al menos podría quitarle esto. Toda la ropa de Max era enorme para mí, a pesar de que el tuviera un cuerpo atlético era centímetros mas alto que yo, al ponerme sus playeras quedaba nadando en ellas. Y con pasos lentos salí de la habitación, el lugar parecía sombrío, no tenía muchas ventanas o zonas donde entrará por los rayos del sol que pueden colarse de la parte de fuera.

No quería perder más tiempo y salí de la casa, ahora para mi mala suerte tenía que caminar por horas hasta mi casa, agradecía saber ya el camino así no me perdería. Podría decir ahora mismo que me sentía muerto en vida. Una camioneta paso al lado mío y con verla unos segundos sabia perfectamente que era de Max, así que comencé a caminar más rápido esperando que no me hubiera visto traía puesto una gorra eso me ayudaba a cubrir mi cara.

Escuche que la camioneta enfrenaba a unos metros y esa fue la señal para tratar de correr lo que mas pudiera, mis piernas me dolían por obvias razones; cada vez se escuchaba más cerca, pero mis piernitas ya no podían. Cuando pare de correr la camioneta, paro un metro delante de mi y la puerta se abrió para encontrarme con Max que parecía cabreado.

—¿Qué coño estás haciendo aquí afuera? Sube a la camioneta. — Hablo de forma brusca, tratando de tomar mi mano, pero yo la aleje de el. —Sergio ahora mismo, sube a la maldita camioneta.

Say You Are Mine?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora