Capítulo 8

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Esa misma tarde, Dylan citó a Jane y Niall a reunirse en el bosque, donde nadie pudiera escuchar los planes que tenía en mente, esperaba contar con la colaboración de sus amigos, pues cree que se trata de una buena causa, lo cual no estaba más lejos de la realidad.

—Vamos a infiltrarnos en la casa de Clarissa y robaremos un grimorio.

—¿Qué? ¡Estás loco! ¡Nos meterás en problemas!—Niall se negó rotundamente a participar.

—Lo último que quiero es enfadar a Imogen y al Consejo—dice Jane, apoyándose contra el tronco de un árbol, pensando en si unirse o no al descabellado plan de Dylan.

—¡Nunca he robado en mi vida! Ni siquiera un trozo de pastel, una vez lo intenté y mi mamá me castigó durante seis meses, tuve que cocinar cupcakes para todos los niños del vecindario sin recibir uno.

—Qué bonita anécdota que a nadie le importa, Niall.

Dylan finge lástima por lo ocurrido a Niall en la infancia, colocando una mano en su pecho y limpiándose una lágrima inexistente para después poner los ojos en blanco.

—El grimorio de Clarissa es la clave para quitarme estas pulseras, todo lo que tengo que hacer es estudiar cómo las hizo para así eliminarlas.

—¿Cómo pretendes que entremos a su casa sin que se de cuenta? Clarissa es una bruja del Consejo, es imposible engañarla, quién sabe cuántos trucos conozca—dice Jane respecto al nivel de poder que posee la mujer en cuestión debido a su puesto dentro del aquelarre.

—Sólo porque tenga ese estúpido título no la hace todopoderosa, es una vieja decrépita que cree que los hechiceros jóvenes somos tontos, se equivoca.

Dylan patea una piedra que estaba en su camino, si tuviera magia habría arrojado una bola de fuego o lanzado algún conjuro contra un inocente humano que hubiera pasado cerca de él, esa siempre era su catarsis, le molesta que sus amigos tengan miedo de seguir el plan.

—Si no queremos ser vistos, tenemos que usar la magia, ¿no es obvio? Les recomiendo hacer preguntas que valgan la pena, por favor.

—¿Y cómo sabremos cuál grimorio es? Debe tener cientos y cientos en su biblioteca.

—Es simple, sólo hay que encontrar el que contenga la página de las pulseras anti-magia, el resto déjenmelo a mí. Jane, tú te encargas de hacernos invisibles con un conjuro, Niall tendrá que vigilar y avisarnos cuando Clarissa regrese.

Suelta una carcajada malévola, Dylan está emocionado por hacer lo que nadie se atrevería nunca: allanamiento de morada a una bruja del Consejo para robar uno de sus grimorios, dos delitos que cometerá en un sólo día. Niall, por otro lado, está demasiado nervioso, quiere negarse pero eso significa ganarse el rencor de Dylan.

En caso de que la misión sea un éxito, no quiere convertirse en una víctima de sus conjuros, sabe perfectamente de lo que es capaz. Jane, que también disfruta romper las reglas no está entusiasmada, una cosa es hacer una broma y otra es ser cómplice de un crimen.

—Lo haremos esta noche.

—¿Qué pasa si despierta y nos atrapa?—pregunta Jane.

—No lo hará, ¿recuerdas la poción para dormir que inventé en primer año de preparatoria cuando quise evitar el exámen de matemáticas?

Jane asiente, ese suceso es imposible de olvidar.

—Sí, también recuerdo que te castigaron por dos semanas, tuviste que limpiar toda la escuela.

Dylan se encoge de hombros.

—No me arrepiento, valió la pena. Como sea, veámonos en el parque a las siete, no lleguen tarde.

Los MacNamara y La Cofradía SacrilegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora