Capítulo 10

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Theo estaba hablando sobre Margaret Seymour quien fue una hechicera británica del siglo XIX junto a su esposo escribió numerosos libros sobre la alquimia, herbolaría y también sobre la magia practicada en otras regiones del planeta.

Como era de esperarse, a nadie del grupo de segundo año le importaba saber quién era Margaret Seymour o qué fue lo que hizo antes de morir, no tiene sentido aprender sobre alguien que vivió años atrás, antes de que el internet existiera, muchos se preguntaban qué hicieron de malo para estar en esa clase tan jodidamente aburrida.

Entonces a uno de ellos, Justin Stone se le ocurrió una brillante idea para que la clase no fuera tan espantosa. Cuando Theo estuvo a punto de sentarse, Justin susurró unas palabras que movieron la silla hacia atrás, provocando la caída de Theo así mismo las carcajadas de los jóvenes.

—Amanecieron graciosos el día de hoy.

Theo se pone de pie con rostro enfurecido, no iba a permitir que lo humillen de esa forma, suficiente tenía con las bromas tontas de Dylan, esos mocosos hormonales tienen que recibir una lección por meterse con una figura de autoridad.

—Bueno yo también, aquí va un chiste: mañana tendrán que traerme un ensayo de cinco páginas resumiendo cada obra hecha por Margaret Seymour, que esté hecho a mano, ni siquiera piensen usar sus poderes porque lo sabré y entonces tendré que reportar la situación al director.

Las quejas no tardaron en sustituir las risas.

—Debieron haberlo pensado antes de faltar el respeto a su maestro, si fuera ustedes dejaría de quejarme y empezaría ese trabajo hoy mismo en el receso.

—Pero no es justo, Señor MacNamara.

—¿Sabes lo que no es justo?

Theo se acerca al centro del aula, sus ojos brillan de color verde lo que inquieta a los chicos que se encogieron en los pupitres por el miedo.

—Tener que quedarme despierto preparando una clase, levantarme temprano y hablar durante horas sólo para que un montón de mocosos con el coeficiente intelectual del tamaño de una nuez se atrevan a insultarme.

El silencio se hizo presente tras esas palabras marcadas por la frustración, Justin Stone agachó la cabeza, no porque estuviera arrepentido sino para evitar enfrentarse a los ojos verdosos amenazantes.

—No quiero oír más quejas o aumentaré el número de páginas.

La campana sonó, los chicos salieron lentamente del salón desanimados por el castigo impuesto que arruinaba por completo sus planes para después de la escuela.

—Stone, tú te quedas.

Justin tragó saliva, se dirigió al escritorio de Theo, cuando iba a hablar él lo interrumpió.

—Ya que tú fuiste el que tuvo la osadía de hacerme quedar en ridículo, tendrás que escribir treinta páginas.

—¡¿Treinta páginas?! No podré tener eso listo para mañana.

—Si no lo haces, te llevaré a la oficina del director Hale. Espero que te haya quedado claro, ahora vete.

«No sé quién me va a enfermar primero, si Dylan o estos chiquillos insolentes». Piensa Theo, retirándose hacia la sala de maestros para aprovechar el recreo y descansar un poco.

—¿Todo bien?—pregunta una mujer pelirroja de lentes con una taza de café quien toma asiento en la mesa donde se encuentra Theo, otra mujer se une a ellos.

—Lo normal, Wendy—Theo resta importancia a lo que sucedió, comiendo una manzana roja que había empacado como parte de su almuerzo.

—Parece que te hicieron enojar—comenta Brianna, una mujer rubia con el cabello arreglado en una larga trenza.

Los MacNamara y La Cofradía SacrilegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora