Dylan bajó del auto cuando este se detuvo frente a un pequeño edificio de paredes azul claro, otorgando un ambiente apropiado para pasar la tarde con una gran variedad de sabores de helado.
Cuando entraron, hicieron sonar una campanita que llamó la atención del personal para que pudiera atenderlos, eligieron una mesa y fueron atendidos por una jovencita que tomó sus pedidos. Dylan pidió una banana split, mientras que Ryan, un helado de chocolate.
El hechicero no pudo evitar alzar una ceja al escucharlo. «¿No se supone que los perros no pueden comer chocolate?» Piensa para sí mismo, pues no quería provocarlo, al menos, no en público. «Es tan difícil resistir la tentación de molestarlo, no es mi naturaleza ser un cachorro dócil».
—¿Por qué tu y Lance Parker se odian tanto?—pregunta Ryan, interesado por saber las razones de la eterna rivalidad que se ha hablado durante años, pero de la cual no había sido testigo hasta ese día, cuando vio esos destellos de colores naranja y púrpura iluminar el estacionamiento.
Dylan se encoge de hombros.
—Desde el día en que mis hermanos y yo nos mudamos se dedicó a hacerme la vida imposible, o al menos a intentarlo, por supuesto, yo no iba a permitir que me pisotearan, ni él ni nadie.
—¿No deberían arreglar sus diferencias como personas civilizadas?
«Lo dice el que puede transformarse en un perro rabioso con el poder de descuartizar a alguien».
—Lance cree que es mejor que yo, más poderoso, por eso su sueño era liderar Luna Plateada una vez que Imogen termine su mandato.
Dylan sonríe al recordar que Clarissa destruyó esa ilusión con facilidad, fue tan satisfactorio ver a su némesis recibir lo que se merece.
— No tienes que demostrar nada a nadie, entiendo que quieras que te respeten, pero meterte en esas peleas solo demuestra que te afecta lo que Lance piense de ti, él lo sabe y por eso busca molestarte.
—¿Y qué quieres que haga?—Dylan se inclina, apoyando los brazos sobre la mesa, esperando que Ryan lo ilumine con su sabiduría.
—Ignorarlo.
—Es imposible, Lance es un molesto mosquito que no te dejará en paz hasta que lo aplastes.
—Creo que Lance te dejará tranquilo, no te preocupes, Stephen se encargará de eso.
—Pues espero que tu amigo lobo le de una buena lección. Es agotador tener que enfrentarme a él, a veces me gustaría enviarlo a una isla remota en el Pacífico.
—¿Por qué no lo has hecho?
—Dos razones: la primera, es divertido darle una buena patada en el trasero. La segunda, Imogen me castigaría de por vida, mira lo que me hizo Clarissa, no quiero imaginar el próximo castigo.
—Eres todo un caso.
—Gracias, lobito.
Ryan analizó la apariencia de Dylan, el color negro predomina en sus pantalones, camiseta, chaqueta de cuero y botas militares, le parece gracioso la manera en que desentona con el ambiente de la heladería, como si fuera una rosa negra en medio de un prado con flores de todos los colores.
Le parece interesante que a Dylan no le importe lo que la gente piense sobre su personalidad, simplemente hace lo que quiere. «Un auténtico rebelde sin causa». Piensa Ryan, interesado por conocer a profundidad al brujo que está devorando ese helado que trajo la camarera.
—¿En serio te comerás eso tú solo?—pregunta Ryan, señalando el plato de banana split que Dylan está devorando como si estuviera muriendo de hambre.
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Los MacNamara y La Cofradía Sacrilega
FantasíaEn un mundo donde los humanos son plenamente conscientes de la existencia de licántropos, vampiros y hechiceros, la convivencia no es totalmente pacífica, pues predomina la desconfianza del primer grupo hacia el segundo, considerándolos un auténtico...