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—¿D-dices que no puedo contarle a Arthur? ¿S-sabes si quiera lo que eso significa?
Raely estaba de rodillas, apoyaba sus manos sobre el piso, apenas y podía respirar.
—Estos hechos solo son conocidos en nuestro clan. —la mano de aquella deidad frotó la espalda de Raely —No puedes decirle lo que tienes, lo que eres. Solo mirate, tú cuerpo apenas y pudo soportar la información.
—¿Po-por qué pasa esto? —cuestionó con dificultad.
—Tú cerebro no puede soportarlo, has avanzado rapidamente en tus estandares de humanos, pero aun sigues en niveles bajos en cuestiones de clanes. Ahora piensa que se lo dices a él, que ni siquiera es núcleo blanco.
Raely agitó su cabeza, el sudor caia en gotas sobre el suelo.
—Es- yo- ¿no puedo tener una vida normal? ¿N-no puedo ser feliz con Art? ¿Por-Por que yo-? N-no... ¿Por-por que él...?
Raely se derrumbó sobre el suelo, las lágrimas comenzaron a caer en borbotones, su garganta ardía al dejar salir gemidos lastimeros.
—Lo lamento tanto Raely...
La deidad veía con lástima a la pobre chica, ahogándose en su propia miseria. Aunque eran familia, jamás se habían visto y apostaba que ella no imaginaba que tendría a alguien así, de abuela.
Después de varios minutos que se sintieron como horas, el llanto por fin cesó. Anam acariciaba su espalda con cariño, con el cariño de una abuela.
Raely se sintió extraña, así que se sentó con la cabeza gacha.
—Gracias por decirme. —la voz de Raely era un hilo.
—Gracias por escuchar. —Anam le sonrió con calidez.
—No se ofenda pero... ¿ya puedo irme?
Anam rió.
—Si Raely, si eso es lo que quieres, puedes irte. —su mano se estiró a un costado y un portal rosa apareció.
—Adiós, Anam... —Raely la miró por ultima vez con un intento de sonrisa.
—Nos veremos pronto, Raely. Te dejé un presente afuera. —agitó su mano en signo de despedida.
Raely asintió y cruzó sin más.
—No estoy de humor para recibir un regalo... —suspiró con la voz temblorosa, mirando a sus pies.
