32: ✅

12 2 1
                                    

— ¿Qué te parece?— me preguntó Étienne.

— Es lo más hermoso que he visto es mi vida— dije con un hilo en la voz— tanta belleza... no parece real.

Étienne sonrió.

— A mi madre también le encantaban los atardeceres— dijo— decía que cada día, Dios pinta un atardecer único para nosotros.

— ¿Le encantaban?— pregunte dándome cuenta de que había utilizado el verbo en pasado. 

— Falleció cuando tenia 11 años— suspiro.

— Etienne... perdóname, lo lamento mucho— dije disculpándome ante mi impudencia. 

— No te preocupes, fue hace mucho tiempo—dijo— al principio me afecto mucho, pero gracias a Dios pude superarlo y seguir adelante. Se que es lo que ella también habría querido, era una mujer maravillosa. 

Yo le sonreí.

—Estoy segura de que si.

— Vamos— dijo devolviéndome la sonrisa— los demás deben estar esperándonos.

Bajamos la colina y encontramos a Fleur, Kevin y Mary recostados sobre el pasto. Los dos últimos se encontraban abrazados. 

— Hola, chicos— saludo Fleur incorporándose, quedándose sentada en el pasto— ¿Qué te parece el lugar, Char?

— Fantástico— dije sentándome en el pasto junto a Étienne. 

— Lo es— coincidió Mary.

— Traje de todo— su novio señalo su mochila y de ella saco un paquete de malvaviscos— ¿Quién tiene ganas de una fogata?

Terminamos accediendo a su propuesta y preparamos una pequeña fogata en la que comimos malvaviscos mientras escuchábamos todas las divertidas anécdotas de Kevin.  Hablamos, contamos bromas, reímos, nos divertimos...

Hacia mucho tiempo que no me divertía así con un grupo de personas. La verdad era que me encantaba estar con ellos. Eran divertidos, simpáticos y muy amables. Eran de las personas con las que podías hablar durante horas sin aburrirte ni agobiarte.

— Me parece que ya deberíamos irnos—  sugirió Étienne unas cuantas horas después.  

— Si, ya esta muy oscuro—  dijo Kevin levantándose. Cogí mi teléfono y lo prendí para ver la hora, 8:15.  El tiempo se había pasado volando. 

— Trajiste la linterna ¿Cierto?— le pregunto Fleur. 

— Si, aquí esta—  Kevin saco una enorme linterna de su mochila y la prendió. Tenia una gran potencia y lograba alumbrar muy bien nuestro camino.  

Apagamos la fogata y nos pusimos en marcha rumbo al pueblo. Caminamos unos cuantos minutos hasta llegar a la colina, estaba por sacar mi teléfono para alumbrará mi camino pero Étienne me lo impido.

— No te recomiendo hacerlo—  dijo—  vas a necesitar ambas manos en caso de que pierdas el equilibrio.  La linterna de Kevin podrá alumbrarnos a todos. 

 Asentí con la cabeza y comenzamos a subir, Étienne iba a mi costado.

— Solo ten cuidado y pisa fuerte—  dijo.

Era difícil ver bien por donde estaba yendo,  todos ya estaban adelante nuestro y la luz de la linterna de Kevin se alejaba.

Entonces Étienne sujeto mi mano. Sentí todo mi cuerpo tensarse ante su tacto y a mis mejillas arder, agradecí que estuviera todo oscuro y que no pudiera verme en ese momento.

No entendía que rayos me pasaba.

— Pisa ahí—  me indico—  eso es, por ahí.  

Logramos subir la colina y separamos nuestras manos.  Continuamos caminando siguiendo la luz de la linterna.

— Si que conocen bien el camino—  dije intentando distraer a mi mente del recuerdo de su tacto.

— Venimos seguido por aquí—  comento el— ya nos sabemos el camino de memoria.

— Aunque en la oscuridad siempre en un poco más complicado—  comentó Mary.

Estaba empezando a correr mucho viento y lamente no haber traído algo con que abrigarme. Étienne pareció notarlo

—  ¿Tienes frio?—  preguntó y antes de que pudiera contestarle algo, se sacó su casaca y me la extendió.

— Te vas a congelar—  le dije.

—  Por lo menos estoy con suéter—  rio—  tranquila, estoy bien.  

Acepte la casaca y me la coloque.

— Gracias—  le dije.

—  No hay de que.

Salimos del sendero del bosque y empecé a ver las luces de las casas. Ya habíamos llegado a Champ Blue.  

— Bueno— dijo Kevin apagando su linterna— fue un gusto disfrutar de esta velada con ustedes, mis estimados.

No pude evitar reír ante su exagerada y fingida formalidad.

— Igualmente— sonrió Fleur— ya tengo que irme, Ana me esta esperando.

— Te acompaño— dijo Mary.

— Voy con ustedes— dijo Kevin.

— ¿Quieres que te acompañe a tu casa?— me pregunto Étienne.

— Tranquilo, puedo ir sola— le dije, nerviosa ante tantas atenciones de su parte— ah y la chaqueta...

— Quédatela— dijo.

— ¿Seguro?

— Totalmente.

— Ah pues, gracias— volví a decir.

— No te preocupes. 

— Yo también debo irme— les dije a los demás.

— Esta bien, nos vemos otro día— dijo Kevin.

Me despedí de todos y volví a casa de Beli. 



Lo que sana a un corazón- TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora