16. Leer entre líneas

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—¡Koo está aquí! —exclamó Jimin apenas crucé las puertas de entrada a la pista.

Llevaba todo lo necesario en mi mochila para planificar el nuevo diseño que representaría a la escuela: mi cuaderno de bocetos, lápiz y borrador moldeable. No necesitaba mucho más por el momento.

Jimin se acercó a paso acelerado y me dio un abrazo fuerte.

—Gracias por venir —susurró en mi oído.

Sus manos recorrieron mi espalda hasta la parte baja de mi cintura y me apretaron más contra él. Tuve que poner mucha voluntad en mí mismo para reprimirme y evitar delatar mi nerviosismo.

No quería dar nada por sentado, pero sentía que algo había cambiado entre nosotros luego de ese día en la cafetería. Jimin me tocaba más, yo recibía gustoso todo lo que él quería darme y la dinámica fluía de una forma que me hacía creer que todo tenía una doble intención.

De pronto, era como si nada caminara por las vías de la amistad, ni siquiera un simple abrazo con este.

Cuando se apartó, me guió —aún con su mano en mi espalda— hasta la pista e ingresamos. Hoseok estaba allí, de brazos cruzados y con esa expresión de indiferencia que nunca abandonaba su rostro. Sin embargo, me llamó la atención que se encontrara junto a alguien más.

Un chico rubio de ojos oscuros estaba a su lado y charlaba animadamente con él. Era expresivo y, a simple vista, parecía carismático. No aparentaba menos edad que ninguno de nosotros, lo cual me hizo dudar en si era o no uno de sus alumnos.

—Cuando hizo el salto, se cayó y dio con su rodilla en el suelo —le contaba—. No le sucedió nada grave, pero todos nos preocupamos. Quizá deberíamos cambiar los pasos y darle unos más fáciles para la próxima competencia.

—Los accidentes suceden, Callahan. Si no se cae, no va a aprender.

—Sí, pero... —dejó de hablar en cuanto me vio—. ¿Quién es él?

—Él es Jungkook, un amigo —me presentó Jimin.

Amigo.

—Será el encargado de diseñar la nueva imagen de la escuela, ¿no es eso genial? —continuó—. Y él es Callahan Davis, creo que te he hablado de él —me dijo—. También es entrenador aquí, pero ha estado ausente durante el último mes debido a que acompañó a nuestros alumnos a competir en California.

Estaba bastante seguro de que nunca me lo había mencionado. Por más que trataba de recordar, no se me venía ningún Callahan a la memoria.

El chico extendió su mano y la tomé desconfiado. Sin embargo, él afianzó el agarre y le dio un sacudón.

¡Hey, bro! —exclamó. Me señaló y luego miró a Jimin—. ¿Habla inglés?

—Sí —respondí, y contuve mis ganas de poner los ojos en blanco—, hablo inglés y coreano. ¿Tú hablas coreano?

—No. —Deshizo la unión para rascarse la nuca—. Nunca entiendo lo que dicen estos dos cuando están a solas —dijo, y señaló a sus colegas.

Levanté mis cejas y asentí. No esperaba otra cosa.

—Bueno, ya —dijo Jimin—. Hoseok, ve a mostrarle a Koo el lugar donde pondremos el nuevo logo. Cal y yo iremos a buscar los patines.

Sin más, agarró la mano del chico rubio y lo llevó lejos de la pista. Miré con el ceño fruncido la forma en que sus dedos estaban entrelazados.

¿Por qué le agarraba la mano?

—¿Celoso?

Volteé para mirar a Hoseok, quien estaba cruzado de brazos y tenía una ceja levantada.

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