Me encontraba solo en casa, seis en punto era la hora que marcaba mi reloj. Seokjin había salido hace quince minutos para tener su cita con su persona misteriosa y yo decidí trabajar en el logo de la escuela de Jimin y Hoseok para adelantar el proceso.
Por el momento, no hacía más que bocetar algunas ideas que había tenido cuando había estado en la pista y que por distraído no había plasmado en el papel. El trabajo me ayudaba a no pensar demasiado. El lápiz sobre la hoja y la mente vacía. Quizá no era lo mejor, pues se suponía que debía pensar —según Seokjin, algo importante a poner en práctica—, pero no estaba de ánimos.
Aún seguía con la duda acerca de qué hacer. No es que no tuviera en claro qué era lo que quería, sino qué era lo correcto. De una u otra forma, no me gustaba ninguna opción; por eso era mejor no pensar en ello y, simplemente, dejar que el tiempo hiciera su trabajo tal y como llega la inspiración en los artistas. Sin presiones y de manera espontánea.
Contesté los mensajes de Jimin después de todo. En ellos decía que había ocurrido algo extraño en su apartamento —un suceso inesperado— y que esperaba poder contármelo en persona lo más pronto posible. De verdad esperaba que no fuera nada malo, pero mientras una parte de mí se moría de ganas de saber, la otra me decía que pusiera límites y le dijera que no. Sin embargo, nunca he sido alguien que le haga caso a la razón, así que le respondí que estaría disponible para él en cualquier momento.
Sí. No pude evitarlo. Jimin sacaba mi lado complaciente.
Miré la hoja con una mueca. No me contentaba las cosas que había hecho, ni siquiera un poco. Arranqué el papel y lo hice un bollo que arrojé a la alfombra. Ya era la tercera hoja que descartaba, así que a lo mejor era preferible frenar por el momento y hacer otras cosas.
Me levanté de mi silla y observé a mi alrededor. Mi vista se detuvo en el dibujo abstracto de la soledad, ese que Jimin supo descifrar apenas lo vio. Eran manchas negras y grises, con un intrincado juego de iluminación que le daban el detalle. Lo había hecho en una de esas tantas noches en que Sarah volvía oliendo a alcohol, perfume de otro y sexo. Recuerdo sentirme humillado, dolido, con una ira roja que quemaba en cada fibra de mi cuerpo. Pero, como prefería guardar todo dentro mío, la única manera de expresarme era por medio de un lápiz y un papel.
Tres golpes en la puerta me hicieron sobresaltar. Seguro era Seokjin que había olvidado las llaves y no podía salir del edificio. O los vecinos que a veces venían a pedir azúcar.
Solté un suspiro y descolgué el cuadro antes de caminar hacia la sala, teniéndolo entre mis manos. Fue un impulso, pero ya no quise que estuviera en la oficina. En cambio, lo dejé sobre el mueble de la televisión con el pensamiento de que luego vería qué hacer con ello.
Toc. Toc. Toc. Otra vez la puerta.
—Tú no eres Seokjin —dije cuando abrí, demasiado estupefacto como para evitar obviedades en cuanto aquellos ojos marrones brillantes que tanto me gustaban se curvaron junto a una bonita sonrisa—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a verte. —Se puso de puntillas y trató de mirar por encima de mi hombro—. Te escribí, ¿no lo viste?
—Estaba ocupado.
—Oh. —Frunció el ceño—. ¿Y ahora?
—No, ya no.
Volvió a sonreír y lo miré en silencio. Tenía la nariz roja y el cuerpo lleno de abrigos. Una bufanda gigante envolvía su cuello y eso hacía que luciera diminuto y muy tierno. Además, un gorro blanco de lana con un pompón en la punta tapaba su frente hasta sus cejas y ocultaba su cabello rubio.
No pude evitar estirar mi mano y levantar un poco su gorro para dejar un beso en su frente. Tenía la piel fría. En contacto con mis labios, esperaba transmitirle un poco de mi calor.
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Virtus 🛼 | Kookmin
FanfictionLas promesas de amor no sirven de nada si de por medio solo hay mentiras. Jungkook no puede volver a confiar, se ha aferrado a la traición y a la creencia de que es alguien que no puede amar ni ser amado. Sin embargo, en un día como cualquier otro...