15. Injusto

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Finalmente llegó el descanso.

Mi parte correspondiente del videojuego estaba lista y en revisión. Solo quedaba ultimar algunos pequeños detalles y esperar la aprobación del mercado en unos meses. Esperábamos un visto bueno en poco tiempo, ya que le habíamos puesto sangre, sudor y lágrimas a este proyecto.

No obstante, el tiempo no necesitaba de mi ayuda para avanzar, así que ya me podía dar por desocupado de cualquier obligación. Por eso mismo, preferí comenzar mi descanso de una buena manera y tener un grato domingo familiar.

—¿Rosas? —preguntó Jimin, mientras olía las flores que Taehyung había puesto en la mesa hace unos segundos.

—Sí —respondió su amigo—. Igual, las voy a tirar. Son amarillas.

—Son bonitas —dije, y tomé asiento. Sin darle importancia a mi opinión, Taehyung miró a las rosas como si fueran la flor más fea existente—. ¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara?

—Son amarillas —recalcó—. ¿Sabes lo que eso significa?

—Que Yoongi te... ¿quiere?

—¡No, que me ve como un amigo!

Hoseok entró a la sala con un par de carpetas en las manos y soltó un resoplido cuando analizó la situación.

—¿Sigues llorando por las rosas que te dio Yoongi ayer? ¡No son más que flores amarillas, Tae! —Sacudió la cabeza—. Eres el único que le da importancia al color. Es más, estoy seguro de que a Yoongi solo le interesa vender, no fijarse en la flor que le dará al único tonto que se para en su puerta todos los días a las ocho de la mañana, ansioso por «comprar».

Taehyung no tardó en abrir la boca, dispuesto a replicar con furia. Sin embargo, Jimin intervino y se interpuso entre ellos.

—Por favor, empecemos bien el domingo familiar, ¿sí? Está Jungkook aquí, compórtense.

—Es un envidioso —murmuró Taehyung, en voz baja—. Si su vida es aburrida, que la haga interesante y deje de opinar en lo que no le incumbe.

—Te oí —dijo Hoseok con una ceja enarcada.

—¡Qué bueno! —exclamó. Agarró las flores de la mesa y después las arrojó sin piedad al bote de la basura—. Todos aquí vamos a pretender que Yoongi no me dio rosas amarillas, ¿entendido?

Hoseok chasqueó su lengua y dejó las carpetas frente a mí, dejando el tema anterior atrás.

—¿Y eso? —pregunté.

—Son carpetas con presupuesto. Vamos a remodelar la escuela.

Levanté las cejas, sorprendido, y mis ojos se desviaron hacia Jimin como un reflejo. Una sonrisa gigante adornaba su rostro.

—¡Nos renovamos! —canturreó, moviendo sus manos en el aire.

Hoseok chasqueó sus dedos.

—Jeon, presta atención —dijo, y señaló las carpetas—. Queremos que nos diseñes un nuevo logo antes del cierre de fin de año.

—¿Q-qué? —tartamudeé—. ¿Yo?

Jimin se acercó y cruzó un brazo por los hombros de su amigo.

—Hace ya un tiempo que pensamos en cambiar nuestra imagen. Hemos averiguado algunos diseñadores, pero no hay ninguno que nos convenza. Por eso les comenté a mis colegas de tus trabajos. Sé que eres bueno, Koo. Los diseños que hay en tu estudio son maravillosos.

Abrí la boca sin saber qué decir.

—El dinero no es problema, si eso es lo que te concierne. Podemos pagar lo que sea, Jeon —dijo Hoseok.

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