7. Asuntos inquietantes

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Me era imposible dormir. Cerraba los ojos y en lo único que podía pensar era en Jimin. Aún sentía cada momento como si hubiera ocurrido hace tan solo unos instantes, y eso ya comenzaba a ponerme de mal humor.

Estiré mi mano hacia la mesa de luz y agarré mi teléfono celular. La hora indicaba que eran pasadas las dos de la madrugada, lo cual era aún peor al tener en cuenta que me había acostado a las once en punto.

Quería apagar mi cerebro por unos minutos y dejar de pensar tanto. Estaba lleno de sentimientos inquietantes. Mis ideas estaban desordenadas. No había razón ni respuestas de nada en lo absoluto. Sabía que había algo en el centro de todo, pero no podía entender qué era.

Tapé mi rostro con la almohada para evitar gritar de frustración. ¡Tan solo quería descansar!

—Hey. —Se escucharon dos golpes en la puerta y la voz de Jin como un susurro—: ¿Estás dormido?

—No. —La almohada amortiguaba mis palabras—. ¿Qué sucede?

—Levántate, vamos a ver Friends.

—¿Tampoco puedes dormir?

—No, no tengo sueño —respondió—. Además, tengo ganas de ver la televisión. ¿Vienes?

Destapé mi rostro y lo miré.

—Espérame en la sala.

—Genial —sonrió—. ¿Quieres un café? Prepararé dos. —Habló tan rápido que casi no entendí lo que dijo.

—¿Café? Son las dos de la madrugada —repliqué, pero ya se había marchado.

Unos minutos después, me quité las mantas de encima y calcé mis pies con unos calcetines gruesos. No me venía mal estar distraído, quizá de esa manera podría olvidar todos mis pensamientos y hacer que el sueño acudiera a mí.

Caminé a paso lento hasta la sala. Seokjin ya estaba sentado en el sillón y me esperaba con una taza de café caliente que no pretendía beber.

Tomé asiento junto a él y agarré la manta que le cubría las piernas para taparme también. La televisión estaba encendida, era la única fuente de luz en la sala, e iluminaba el rostro de Seokjin de color blanquecino.

Intenté prestarle atención a la pantalla, pero, a medida que los capítulos pasaban, me di cuenta que lo único que oía eran las risas de fondo sin entender los chistes más básicos que podían existir.

Para ser sincero, no estaba atento a nada en realidad. Tenía la mente en cualquier otro lado, en alguien más.

Ojos oscuros y brillantes.

Cabello rubio suave.

Patines de estrellas plateadas.

Trofeos, medallas, diplomas.

Jimin.

Jimin.

Jimin.

—¡Basta! —exclamé.

—¿No quieres ver más? —Jin comenzó a buscar el control remoto.

—No, no. Está bien, sigamos.

—Pero acabas de decir basta.

—No te lo decía a ti.

Pausó la televisión igual y luego recostó la cabeza en el respaldo del sillón para mirarme de reojo.

—¿Qué pasa?

Pensé en esquivar el tema como siempre, pero sabía que no servía de nada. Seokjin era insistente cuando notaba que había algo malo en mí, así que suspiré resignado. Después de todo, ¿quién mejor que mi mejor amigo para escuchar mis preocupaciones?

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