17. Bajo la luz de la luna

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Estaba anocheciendo cuando llegamos al bar. El cielo se veía anaranjado y el clima frío nos obligaba a guardar las manos en nuestros bolsillos.

Buscamos una mesa de cuatro, apartada de la mayoría de las personas allí, y pedimos algo para comenzar. Jimin estaba sentado frente a mí, Callahan estaba a su izquierda y Hoseok estaba en quién sabe dónde. Pensé ingenuamente que sentados de esta manera Jimin no le prestaría atención a nadie más que a mí, pero me equivoqué.

—Estuvo nerviosa durante todo el viaje, pero lo hizo muy bien —le contaba Callahan—. Un tercer puesto es fantástico para su edad.

Jimin parecía embelesado por lo que escuchaba, ¿y cómo no? ¡El tema de conversación era patinaje!

Nos trajeron los tragos y no dudé en comenzar a tomar. No sabía si era una ventaja o desventaja, pero siempre he tenido una fuerte tolerancia al alcohol. No importa cuánto beba, nunca puedo emborracharme.

Por cada insinuación de Callahan hacia Jimin, vaciaba un chupito. Ya había perdido la cuenta de cuántos llevaba, pero sabía que no eran pocos.

—Entonces, cambió la dirección y lo hizo al revés —le decía—. Tuvo suerte de no caer.

Cada vez estaba más y más cerca. Jimin estaba acorralado contra la pared mientras Callahan le hablaba en voz baja y suave. Ya no soportaba más, no podía seguir mirando semejante horror.

Me levanté para dirigirme a la barra. Para mi sorpresa, Hoseok estaba allí y hablaba animadamente con la bartender. En su mano había una copa de algo que parecía fino, de color rosa, con una aceituna en un palillo.

Me senté a su lado y acuné mi rostro entre las palmas de mis manos. Hoseok me miró de reojo y luego negó con decepción.

—Se suponía que tenías que aprovechar la oportunidad, Jungkook.

—¿Cómo pretendes que lo haga si Callahan es una garrapata? ¡No se despega de Jimin! —exclamé—. Una cerveza, por favor —le pedí a la chica de la barra y ella la trajo de inmediato. La abrió y me pasó la botella—. Gracias.

Hoseok pidió otro trago con nombre raro y, mientras lo preparaban, giró su silla y observó al par que habíamos dejado atrás.

—Jimin está incómodo —señaló.

Fruncí el ceño.

—¿Lo está?

—Solo míralo. Seguro que ya estaba incómodo cuando estabas ahí. Ahora que no estás con ellos, debe sentirse el triple de incómodo. Ya te lo dije, a Jimin no le gusta Cal.

Si prestaba atención, sí que podía notarlo. Jimin sonreía a la fuerza y se alejaba lo más que podía. Estaba tan pegado a la pared que creí que podría fundirse en ella. Su vaso estaba completamente lleno, mientras que Callahan ya llevaba tres botellas de cerveza pequeñas.

¿Debía intervenir?

Quise levantarme, pero Hoseok me retuvo al tirar de mi camiseta.

—No. Jimin sabe imponerse por sí mismo, no te necesita.

—Pero...

—No. Te. Necesita —repitió, determinante—. Callahan no es un tipo malo. Si Jimin no le ha dicho nada aún, él tendrá sus razones, pero no creas que no sabe hacerse respetar. —Se dio la vuelta nuevamente y le dio un sorbo a su nuevo trago—. Quédate aquí y espera. Sé lo que te digo.

Hoseok conocía a Jimin mejor que yo, así que decidí obedecer su orden. Me quedé y bebí junto a él. Durante esos veinte minutos que estuve allí, no presté atención a nada de lo que Hoseok me decía. Para ser sincero, estaba mucho más preocupado por estar pendiente a Jimin. Esperaba alguna señal, un gesto, algo que me diera luz verde para intervenir. Pero no había nada.

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