🦋Segunda parte de los Roosevelt🌹
Esta historia comienza luego de que Lewis dejó al descubierto el mayor secreto de los Roosevelt. Hizo un pacto con el demonio Mammón, el demonio de la avaricia, pero... ¿cuál?
Continúa a los dieciocho años de los...
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Mis planes, mis ideas, los cambios que hice debo mandarlos todos al demonio por ti. Su imagen tan demacrada en el espejo se lleva toda mi atención y hace que mi corazón duela...
Lewis...
Si padre hizo esto por mi petición de terminar de acabar con madre, no puedo dejar de hacer algo.
Llevo la mano a mi pecho para levantarme del suelo, mi idea era esperar a la noche, incendiar a los gatos para dejarlos entrar por los recovecos, ellos siempre logran volver a casa. Al menos ese era el plan que me dejó padre y el cual dejaría el mínimo de bajas en mis tropas.
Respiro profundo para salir donde los demás, justo hasta Anderson. Él aún se encuentra en la mesa junto al resto planeando los movimientos. Puedo escucharlos antes de entrar como cuestionan mis órdenes.
—Seguiremos mi plan, le guste o no —respondo tajante entrando a la tienda.
—Sí, alteza, simplemente discutíamos los asuntos que se escapan a los ojos inexpertos —responde Anderson con una educación venenosa.
Comienzo a quitar las prendas de mi armadura para liberar el peso de mi cuerpo. Dejo solamente la espada en mi cintura y el revolver.
—Cuando llegue la noche, encienda en llamas el pelaje de los gatos y libérales —le respondo logrando que en su mirada solo se vea incredulidad.
—Su alteza, no entendemos lo que desea hacer, no queremos pensar que la presión pueda nublar su juicio, eso es impensable —comenta Anderson apoyando sus manos en la mesa.
—Solo, acate mi orden, sin las llamas los soldados del bosque no tomarán la ciudad, ya que no se rendirán, dije que un ejército de Axtrinia no entraría a luchar y mantendré mi palabra —le contesto firmemente.
Los últimos pedazos de metal caen al suelo y desenvaino mi espada. Todos me miran como si estuviese loca. Acomodo mi coleta en la espalda, por la altura el cabello a penas roza el suelo.
—¿Qué hará? —Me cuestiona Anderson.
Yo avanzo hacia la salida portando un vestido blanco ligero, sin zapatos y con la espada en mi mano derecha y el arma de fuego en la izquierda. Cualquier peso es innecesario, cualquier cadena se acabó. No voy a perder ni un segundo.
—Ser yo —le respondo para salir de la tienda.
Las risas se expanden, todos dentro ríen, pero pronto va a llover sangre. ¿Cuántas muertes necesitas? Te las entregaré, te las daré y nadie va a tocar el deseo de Lewis ni a mi pequeño Levic.
Si así debe ser, ser.
Si padre te hizo eso, ¿cuánto te queda de vida? ¿Un mes? ¿Una semana?
Llevo mi espada en la mano mientras avanzo descalza hasta la fortaleza, camino hacia la entrada con calma mientras los vigilantes apuntan sus rifles hacia mí.