Cap37.1: La Reina Sangrienta

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Esta mañana llegamos al primer fuerte de Varlice

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Esta mañana llegamos al primer fuerte de Varlice. Hellvortez es su nombre, lo recibió la familia que lo creó y habitó por años, pero actualmente el imperio de Rotia lo reclamó como suyo en la conquista, cambiando a los nobles que lo dirigían por los Kaur, una familia religiosa.

Es considerada una fortaleza impenetrable, principalmente por su altura y terreno.

Algunos lo llaman el paso del infierno, sus muros cuentan con una altura de dieciocho metros. De ancho un espesor de seis metros, la puerta está hecha de hierro y solo se abre desde dentro, a pesar de eso cuenta con cinco en el camino hasta la última, como si cada medida fuese insuficiente. Por si fuera poco, colinda con las montañas y el bosque a los laterales.

—El primer paso es lograr subir el muro, sin esto no podremos siquiera tener la esperanza de ganar —comenta Anderson Holf.

¿Quién es? El consejero que me concibió mi padre para esta guerra. Él cuenta con años de experiencia en el campo de batalla y muchísimas canas, dados sus cincuenta años.

Contamos con dos torres de asalto para esto, pero aun así hay cinco metros que no cubren. El problema es que si son destruidas no tendríamos forma humana de subir.

Debo hacerlo... De la forma humana...

—Perder días sería un problema, el bosque es más factible para cruzar a Varlice —planteo mi idea.

—No, ellos conocen ese terreno mucho mejor que nosotros, las emboscadas serían inevitables —responde Anderson.

Si atacamos ya sin resultados perderíamos la sorpresa...

Nadie nunca ha podido tomar esta fortaleza de forma bélica. La vez que fue tomada fue por el corte total del comercio hasta que tuvieron que pedir la rendición por la hambruna. Para empeorar la situación, no sé qué criaturas pueda haber dentro de sus tierras ni quien controle esto...

En Axtrinia las familias nobles regentes sí están definidas en mi cabeza, pero aquí no.

—Vamos a usar el bosque y las torres de asalto. Dividiremos el ejército en tres —les respondo.

—Disminuirá nuestra fuerza —señal Anderson y agrega con calma luego—: Su alteza.

—Esperaremos un día antes de atacar la fortaleza, hagamos creer que las torres son el punto clave y usemos el bosque —respondo.

—Eso es una locura, está dejando de lado nuestro principal medio —comenta para agregar—: perdone mi atrevimiento.

Una mujer en esta posición, estoy aquí por capricho de mi padre, pero es notorio que para ellos no soy más que un estorbo.

—¿A caso usted posee alguna idea mejor? —Le respondo.

—Pongamos nuestra fuerza en las torres, es un buen invento para abordar la fortaleza junto a los cañones. Un pequeño número de señuelo atacará por el bosque simulando ser un ejército mayor y así realmente dividiremos sus fuerzas —plantea Anderson.

La Maldición de los Roosevelt [#2🌹] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora