Cap4: Nupcias del ave perdida

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No quiero abrir los ojos, no quiero despertar de este sueño, ni descubrir si fue solamente eso, un sueño

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No quiero abrir los ojos, no quiero despertar de este sueño, ni descubrir si fue solamente eso, un sueño. Muevo mis manos sobre el abdomen de Lewis, el cual se contrae un poco ante mi tacto, posiblemente está aún dormido. Le abrazo contra mi cuerpo, colocando mi cabeza en su pecho y sintiendo la calidez de su piel. No quiero entrar en algo carnal, o tal vez sí, solo quiero poder sentirle un poco más antes de irme.

Escondo mi rostro unos segundos y se voltea hacia mí, colocando su mano en mi cabello, dejando caricias que terminan por apresarme. De a poco me libera, tras dejar un suave beso en la comisura de mis labios.

—Debes irte, pronto entrarán las damas de compañía a tu habitación para arreglarte por la ceremonia —responde él en voz baja y sin abrir los ojos.

No me quiero ir, esto es todo lo que desee, poder tenerle para mí. Por fin pude completar ese deseo. El Sol comienza a dar en mi rostro, obligándome a levantarme, usando mi ropa para cubrirme en el proceso. Solo cuando estoy frente a él y de pie, se digna a mirarme. No hace reparo en mi cuerpo, más bien, mantiene su atención en mi rostro como si quisiese decir algo que no sale.

Aún no me dices "te amo", sería lo que quisiese escuchar ahora, Lewis.

—Te veo en la ceremonia, hermano —comento dispuesta a marcharme, sintiendo que algo falta aún entre nosotros y de alguna forma arde. Pero no puede ser, en el fondo soy lo que anhela, somos destinados.

Coloco mi ropa de dormir, esa que ni siquiera utilicé esta noche. Teniendo todo listo para retirarme.

—Victoria, espera —me dice tomando mi muñeca, abrazando mi espalda y colocando su mentón sobre mi hombro. No pronuncia más palabras, solo se queda en silencio un minuto antes de volver a morder mi hombro, de una forma más suave, la cual no deja una marca como las que se borraron al amanecer—. No dejes que él te toque, que nadie más lo haga.

Su voz es fría, como si fuese algún tipo de amenaza, una que cae lentamente como su beso en mi mejilla.

—Quizás, si te opones a la boda —digo como una broma—. No dejaría que me toque alguien que no es digno, no me tomes por una basura, soy Victoria Roosevelt, no Lyra... aunque irónicamente somos la misma, no voy a perder.

Me aparto de su lado para caminar hacia el balcón, abriendo las puertas y volteando hacia él, para verlo una última vez. Mi rostro comienza a arder en mis mejillas ante su imagen. Se encuentra desnudo, no, desnuda. No importa si no le gusta, aunque no es el prototipo del cuerpo femenino que poseo o anhelan los demás, a mí me gusta así. Coraje, necesito coraje para decírselo, pero, ¡las palabras que deseo expresar no salen de mi garganta por la vergüenza!

—Ya me voy, solo me entretenía viendo como roncabas —digo antes de darme la vuelta hacia la salida.

—Sigues con esa manía de verme dormir. Ve con cuidado —contesta cruzando sus brazos por debajo de su busto, uno pequeño, pero hermoso. Puedo ver en su clavícula la marca de mis colmillos, algo que sonroja aún más—. Estarás perfecta hoy. No quiero que Oliver ponga un solo dedo sobre ti.

La Maldición de los Roosevelt [#2🌹] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora