Cap30: El sirviente y padre

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Lo pensé, varias veces, volver a su lado, pero me es imposible

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Lo pensé, varias veces, volver a su lado, pero me es imposible.

¿Por deseo o mi sentir?

No, no puede ser.

Si regreso junto a ti será con una solución al dolor que carga tu alma y cuerpo.

No puedo dejarme cegar por las emociones, me cuesta lidiar con ellas desde que las tengo. No por expresarlas, más bien porque nublan mi juicio ante las acciones a tomar.

Sirvo lo que queda de la botella de whisky mientras observo la noche estrellada desde esta casa de campo en la que nos has pedido esperar la orden de seguir a vuestro lado.

Los primeros vasos no hicieron nada, los últimos van por el mismo objetivo.

¿Nada va a nublar mi pensamiento?

No más que lo embriagador de vuestra presencia, mi querida Lewis.

¿No soy ambicioso?

¿Cómo puedes pensar que no lo soy?

Sí, he estado deseando algo que escapa de mis posibilidades y aun así me arriesgo a tenerlo.

A usted, mi ama.

—¿Serías feliz si todos mueren? —Susurro a la soledad.

Anhelo que todo simplemente bailara al son de ese deseo, mas, no es así. Usted no merece solo un altar de cadáveres, su mirada no es feliz cuando propicia la defunción de alguien, ha caído simplemente en la indiferencia.

—¿Por qué le mientes entonces? —La silueta de un niño con un cuerpo vacío en oscuridad y estrellas por todos lados baila a mi alrededor.

—El silencio no es mentir —le expongo.

—Podrías decirle que ya habías tomado mi mano —expone el niño con una sonrisa de lado a lado, llena de maldad.

—¿Qué podría cambiar ese asunto en las líneas de nuestra vida? Prefiero omitir lo innecesario —le respondo mientras bebo de nuevo sin resultados.

—¿Seguirás mintiendo sobre lo que crees como tu ambición? Puedo ver tu corazón, tus pensamientos, tus ideas... Todo, Helios Prigozhin, nos conocemos muy bien —indica con malicia.

—¿Entiende usted el significado de desear algo? —Le respondo.

Mis dedos dejan el recipiente de cristal sobre la mesa para cerrar mis ojos. Charlotte y Bralen deben estar viendo mi silueta desde la espalda.

¿Quién eres? No, no lo ven.

—La ambición que caracteriza a todos los humanos y a nosotros los demonios —responde el niño.

—Yo me aburro demasiado, Belcebú —le respondo—: ¿acaso usted no?

—Constantemente, por ese motivo me gusta visitar estas tierras —responde el niño.

La Maldición de los Roosevelt [#2🌹]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora